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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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informe. Por eso, cuando nos llamaron para comunicarnos qué decía sobre nuestro padre<br />

tuvimos un impacto tremendo cuyo significado no sabría describir, sufrimos una conmoción<br />

emocional enorme, porque durante muchos años hicimos todo por saber algo”. Su<br />

hermana Estela sintió que ya “no tenía fuerzas para seguir afrontando la vida, comprendí<br />

que habíamos gastado muchísima energía para sobrevivir a la dictadura. Al conocer que<br />

íbamos a encontrar los restos de mi padre nos quedamos anonadadas porque jamás pensamos<br />

que íbamos a saber de él. Volvimos a vivir, una vez más, la tragedia y a sentir la perversidad<br />

del método de la desaparición de personas. Ha sido muy tortuoso, hemos sufrido<br />

mucho”. 737<br />

El informe de las Fuerzas Armadas de enero de 2001 por primera vez reconoció la<br />

detención y el asesinato y entregó las coordenadas geográficas del supuesto paradero de los<br />

restos de seis (Lincoyán Berríos, Horacio Cepeda, Luis Lazo, Fernando Navarro, Fernando<br />

Ortiz y Héctor Véliz) de los trece desaparecidos de noviembre y diciembre de 1976. Hasta<br />

la Cuesta Barriga, a 60 kilómetros de Santiago, se desplazó a mediados de enero de 2001 el<br />

juez Héctor Carreño, de la Corte de Apelaciones de San Miguel, designado ministro en<br />

visita por la Corte Suprema para dirigir las excavaciones en el interior de la mina Los<br />

Bronces.<br />

“Fue tan pobre la información que entregaron los militares... Teníamos un sentimiento<br />

de incredulidad mezclada con la esperanza –añade María Luisa–. Entonces nos juntamos<br />

con los familiares de los otros cinco desaparecidos, determinamos el lugar y partimos hacia<br />

allá. Eramos un grupo numeroso de personas porque también venían nuestros hijos, los<br />

nietos de los desaparecidos. Teníamos mucha ansiedad, mucha desesperación, y así estuvimos<br />

durante todo el mes de enero”.<br />

Acudieron durante 63 días seguidos a la Cuesta Barriga, donde en medio de un calor<br />

casi asfixiante contemplaron los trabajos en la mina y aguardaron con la paciencia y el dolor<br />

acumulados durante casi 25 años. “¿Cómo transmitir lo que vivimos? Es tan difícil. Primero<br />

nos sentábamos en el suelo y después en una banca que nos hicieron los mineros. Desde<br />

allí podíamos ver todo el valle. Estábamos horas y horas sentados, pasando por todos los<br />

estados de ánimo, guardando silencio para escuchar los ruidos que hacían al interior de la<br />

mina, reencontrándonos con estos familiares después de tantos años. Hasta aquel momento<br />

pensaba que lo único importante era obtener la verdad absoluta sobre los hechos, más<br />

que encontrar los restos, pero entonces me di cuenta de que éstos tienen un tremendo<br />

significado y son parte de la verdad pues también hablan”.<br />

A principios de febrero, cuando ya se hablaba de la posibilidad de hallar los restos de<br />

Fernando Ortiz y Horacio Cepeda, Antonia, la hija de éste, expuso en una carta sus reflexiones:<br />

“He vuelto a amar a mi padre y a mi madre, nunca los he dejado de amar. Pero<br />

737 Entrevista a Estela Ortiz. Marzo de 2001.<br />

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