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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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y las responsabilidades criminales de los autores del hecho. (...) El grito de dolor de nuestros<br />

seres amados estremece nuestras conciencias día a día y nos obliga a no cesar en la búsqueda<br />

hasta encontrarlos”.<br />

A principios de noviembre el episcopado levantó de nuevo su voz para criticar el<br />

silencio oficial ante la tragedia de los detenidos desaparecidos: “Desgraciadamente hemos<br />

llegado a la conclusión de que el gobierno no realizará una investigación a fondo de lo<br />

ocurrido (...) Lamentamos tener que decir que hemos llegado a la persuasión de que muchos,<br />

si no todos los detenidos desaparecidos, han muerto, al margen de toda ley”. 806<br />

“Hacedora de presentes y construcciones futuras”<br />

Desde noviembre de 1978 Dora y Lidia buscan a su hermana sin descanso, con el<br />

apoyo de su madre, Elsa, hasta que falleció en octubre de 1989. Porque, como declaró Dora<br />

ante Garzón en noviembre de 1998: “La represión a la familia fue bastante fuerte: amedrentamiento<br />

de todo tipo, llamadas telefónicas con insultos y amenazas de muerte (...),<br />

intento de secuestro de mis sobrinos y de mis hijas, intento de atropello a mi persona. En<br />

todas las amenazas nos decían ‘comunistas de... te vamos a matar a ti, a tus hijas y a toda tu<br />

familia”.<br />

En Argentina y Chile, Dora y Lidia han hecho todo lo posible por encontrarla, desde<br />

recursos de amparo a un juicio por la verdad en el país vecino, desde presentaciones a cartas<br />

a todas las organizaciones de derechos humanos de Naciones Unidas e incluso al general<br />

Videla. “Fue un dolor grande, fue sufrir día a día, era despertarte y acordarte de ella –señala<br />

Lidia–. Fue terrible no saber nada de lo que le pasaba. También para mi madre y mis hijos<br />

fue algo muy traumático, porque Cristina les tenía mucho cariño, sobre todo a mi hija<br />

mayor, se la llevaba a todas partes. La intentaron secuestrar en el colegio”.<br />

Dora y Lidia desconocen si su hermana, como hicieron con detenidos como Edgardo<br />

Enríquez, fue trasladada a Chile para entregarla a la CNI. Dora ni siquiera habla de la<br />

certeza de su muerte: “Yo había leído antes lo que pasó con los nazis y que hubo gente que<br />

se salvó por casualidad... Pensamos que esto podría pasar también con Cristina, todavía<br />

tenemos alguna esperanza de tener alguna noticia de ella, aunque también pensamos que si<br />

estuviera viva qué terrible sería porque cómo estaría”.<br />

En cambio, Lidia cree desde hace algunos años que la asesinaron. Ahora lucha con su<br />

familia, con la Agrupación, para concluir “la tarea pendiente”: “Muchos asesinos no han<br />

sido juzgados, están libres. La justicia ha sido muy suave. Tenemos que seguir luchando<br />

para que sean castigados y para saber lo que pasó. La justicia tendría que trabajar más duro<br />

806 Chile-América, nº 48-49. Noviembre-diciembre de 1978. p. 192.<br />

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