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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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Durante aquellas semanas el máximo dirigente del MIR, desprendido de su característico<br />

bigote, con el cabello rizado y vestido con elegancia, recorría Santiago junto con<br />

Carmen con una nueva identidad prevista para librarle de situaciones comprometidas, que<br />

le presentaba como un profesional acomodado y militante del Partido Nacional. Establecía<br />

contacto con sus compañeros, les conseguía casas de seguridad y los trasladaba, preparaba<br />

lugares de encuentro y sistemas de enlaces y de comunicación que garantizaran la comunicación<br />

entre los miembros de los órganos de dirección, les orientaba en las tareas de la<br />

reorganización clandestina y en el contacto con las provincias, establecía las normas de<br />

compartimentación de las estructuras partidarias, planificaba la recuperación de sus escasas<br />

armas, contactaba con otras fuerzas de izquierda para impulsar la lucha contra la dictadura<br />

y se comunicaba con el exterior para obtener ayuda internacional y tomar parte en el proceso<br />

de constitución de la Junta de Coordinación Revolucionaria del Cono Sur, integrada<br />

además por el Ejército Revolucionario del Pueblo argentino, los Tupamaros uruguayos y el<br />

Ejército de Liberación Nacional boliviano. 439<br />

Sin embargo, los dirigentes del MIR jamás llegaron a percibir la magnitud real de la<br />

represión que se abatía contra ellos, aislados por las difíciles circunstancias de la clandestinidad<br />

y acosados por unos aparatos represivos obsesionados en encontrar a Miguel Enríquez,<br />

una vez que Carlos Altamirano había logrado salir del país a finales de 1973 (con la ayuda<br />

del servicio secreto de la República Democrática Alemana 440 ) y que habían detenido a Luis<br />

Corvalán.<br />

“Tal vez nunca supimos entonces el grado que realmente alcanzó la violencia de la<br />

dictadura. Pero el MIR ya estaba muy golpeado desde el 11 de septiembre y desde diciembre<br />

de 1973, cuando cayó Bautista Van Schouwen. A partir de abril de 1974 se produjeron<br />

muchas caídas y la DINA fue cercando la red que rodeaba a Miguel Enríquez”, señala<br />

Carmen. En cambio, sí conocían que algunos destacados militantes como la flaca Alejandra,<br />

quebrados por las torturas, habían decidido colaborar con la dictadura.<br />

Andrés Pascal subraya que “hacíamos un esfuerzo enorme por tratar de replegarnos<br />

dentro de la clandestinidad, por proteger a nuestros dirigentes y militantes, pero constantemente<br />

estábamos recibiendo golpes, caídas de compañeros. Era una situación muy difícil,<br />

pero entonces nuestro objetivo era al menos mantener un núcleo de resistencia que se<br />

convirtiera en la semilla de un movimiento de resistencia popular”.<br />

439 Sobre la vida y la lucha en la clandestinidad de Miguel y Carmen, véanse: Castillo, Carmen: Un día de<br />

octubre en Santiago. LOM. Santiago de Chile, 1999. Echeverría, Mónica y Castillo, Carmen: Memorias<br />

movedizas. La Fábrica Editorial. Madrid, 2003. pp. 165-189. La edición chilena de este libro, publicada<br />

por LOM en 2002, se titula Santiago-París. El vuelo de la memoria.<br />

440 Sobre la salida de Altamirano de Chile, véase: Wolf, Markus: El hombre sin rostro. Javier Vergara Editor.<br />

Buenos Aires, 1997. pp. 349-350.<br />

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