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Descargar PDF - Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado

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CAPÍTULO 5<br />

EL DRAMA SE LARVA DE NUEVO: LOS<br />

ÚLTIMOS DÍAS DEL PDPA EN EL PODER<br />

La situación tras la salida de las tropas soviéticas estaba<br />

muy enrevesada. Por una parte, en Kabul siguió gobernando la<br />

facción Parcham del PDPA. El presidente era ahora Mohammed<br />

Najibullah, sucesor de Babrak Karmal en el cargo desde 1986 y ex<br />

dirigente de la policía política de éste último. Se trataba de un<br />

gobierno débil que muchos observadores consideraban, de facto,<br />

como meramente provisional. Aunque teóricamente seguía siendo<br />

un gobierno prosoviético, estaba claro que Moscú tenía sus propios<br />

problemas como para poder seguir ayudándolo como le<br />

prometieron. El mero hecho de la retirada tenía un significado claro<br />

en lo que se refiere a las prioridades del Kremlin. De manera que la<br />

estrategia de la “afganización” del conflicto afgano dio al traste con<br />

las pretensiones de la potencia que avaló esa política. Como años<br />

antes, ceteris paribus, la “vietnamización” del conflicto vietnamita<br />

había dejado a Vietnam del Sur en manos de los vietcongs. La<br />

historia se repite.<br />

Más adelante, la desintegración de la URSS y su implosión,<br />

en diciembre de 1991, fueron el principio del fin para Najibullah.<br />

Pero en realidad estábamos ante la crónica de una muerte<br />

anunciada. Con todo, Najibullah se agarró al poder y todavía pudo<br />

gobernar en precario hasta la primavera de 1992. No hizo grandes<br />

cambios, ni grandes concesiones a la oposición islamista, lo cual<br />

precipitaría su caída. Fue un hombre coherente con sus ideas que<br />

no se dejó derrotar fácilmente por las apuestas que presagiaban una<br />

caída precipitada. Pero por aquel entonces ya controlaba menos de<br />

la mitad del territorio afgano y sabía perfectamente que no iba a<br />

recuperar el resto. Sólo le quedaba resistir. Así que sus últimos<br />

tiempos en el poder debieron ser especialmente amargos.

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