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Descargar PDF - Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado

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210 ¿QUO VADIS AFGANISTÁN?<br />

de Washington, esta alternativa era mucho mejor que la que en su día<br />

representó el filo-soviético Najibullah. Lo cual es, por cierto, harto<br />

discutible. Máxime teniendo en cuenta que la aparición en escena de<br />

Najibullah coincide en el tiempo con la caída del muro de Berlín y la<br />

ulterior implosión de la URSS. Lo mismo sucedía con los tayikos y<br />

con los hazaras que se resistían a doblegarse ante los talibán. Porque<br />

se sabía que estaban siendo financiados por Irán o Rusia, entre otros<br />

Estados.<br />

Aunque parezca difícil de creer, en aquel contexto la vía<br />

liderada por el mulá Omar era la que más se adecuaba a los intereses<br />

norteamericanos. La única, en realidad, que podía establecer en Kabul<br />

un gobierno que no tuviese un perfil anti-estadounidense. O eso es lo<br />

que pensaban en Washington. Así que lejos de dejarse impresionar por<br />

ese fenómeno, los expertos de la Casa Blanca y del Pentágono dejaron<br />

que el tiempo pasara mientras los talibán iban ganando terreno:<br />

Kandahar, Herat… y Kabul. La pasividad norteamericana fue el otro<br />

nombre de una complicidad y, en ese sentido, un magnífico aliado<br />

para los talibán.<br />

Llegados a este punto, podemos detener nuestra fotografía en<br />

el año 1996. Por aquel entonces, el gobierno de los Estados Unidos<br />

opta por hacer oídos sordos ante las primeras quejas de maltrato hacia<br />

las mujeres por parte de los talibán. No gusta, por supuesto. Pero<br />

existen otras prioridades. En verano, los Estados Unidos se abstienen<br />

de cuestionar públicamente esos maltratos, incluso en sede ONU<br />

(Griffin, 2001: 29). Básicamente porque se espera que los seguidores<br />

del mulá Omar le ayuden en la pretendida extradición de Bin Laden.<br />

Todavía más, los Estados Unidos contemplan seriamente la<br />

posibilidad de reconocer el Estado-talibán, en detrimento del<br />

presidente electo, Burhanuddin Rabbani, si Omar procede a entregar a<br />

su peculiar “invitado-rehén”. Por consiguiente, los talibán tampoco<br />

consideraban a los Estados Unidos como un Estado enemigo. Al<br />

contrario, se podía negociar amistosamente con Washington.<br />

Claro que el asunto de Bin Laden no era el único negocio que<br />

los estadounidenses se traían entre manos a mediados de los años<br />

noventa. Más allá de esto, la cuestión energética entró en escena. O,<br />

mejor dicho, lo hizo la explotación de los recursos de la zona.<br />

Afganistán no es un país rico en petróleo ni en gas natural, aunque

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