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Descargar PDF - Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado

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112 ¿QUO VADIS AFGANISTÁN?<br />

Así que mientras Hekmatiar comienza la demolición de Kabul<br />

con sus piezas de artillería hasta convertirla en una nueva Sarajevo y,<br />

según algunos, dicho algo exageradamente, en una emulación a<br />

pequeña escala de Dresde (Griffin, 2001: 52) 2 , los halcones afganos se<br />

parapetan en sus respectivas trincheras con la confianza puesta en que<br />

nadie les molestaría en demasía.<br />

Ante todo, es importante distinguir, conceptualmente hablando,<br />

el fenómeno de los señores de la guerra de otros similares que poseen<br />

ciertas conexiones con éste, pero que en realidad responden a otros<br />

contenidos. Lo planteo porque no debería confundirse a los warlords<br />

con los líderes tribales –con los que muchas veces mantienen una<br />

complicada relación- ni con los líderes religiosos. En esta línea,<br />

Kimberly Marten nos ofrece algunas pistas para separar estas<br />

realidades (Marten, 2007: 48).<br />

Efectivamente, los señores de la guerra poseen rasgos<br />

específicos, tales como: 1) sólo desean sostener bajo su potestas<br />

porciones relativamente reducidas del territorio estatal. En este sentido,<br />

sus ambiciones son mucho más limitadas que las que suelen<br />

impregnar a los líderes religiosos; 2) su conducta está dirigida por el<br />

auto-interés, marginando aspectos ideológicos que, en su caso,<br />

adquieren un rol marginal y, en ocasiones, nulo. E incluso, si se da la<br />

primera circunstancia, dicha marginalidad se pone al servicio de esos<br />

fines de índole más crematística. En este sentido, se distinguen tanto<br />

de los líderes tribales y su sentido de servicio a su comunidad, así<br />

como de respeto a las tradiciones –de las cuales frecuentemente son<br />

meros legatarios- como de los líderes religiosos; 3) la autoridad de los<br />

señores de la guerra es carismática (en el sentido weberiano) y se<br />

refuerza a través de relaciones de patronazgo, desvinculándose de<br />

otras consideraciones y, finalmente, 4) su forma individualista de<br />

organizar sus actividades, así como el perfil de su liderazgo, provocan<br />

una tendencia a la fragmentación social y dificulta sobremanera la<br />

adopción de acuerdos transversales –ya sean de índole política o<br />

2<br />

Griffin recuerda que esta circunstancia provocó la diáspora de lo que quedaba de la<br />

vieja elite urbana kabulí, incluyendo médicos, profesores e ingenieros. Y también<br />

algunos funcionarios profesionales dignos de ese nombre. Gentes, en definitiva, que<br />

hubiesen sido muy necesarias para levantar el país desde la capital y que<br />

definitivamente arrojaban la toalla. Cuestión de supervivencia…

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