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Descargar PDF - Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado

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CAPÍTULO 10 161<br />

2001: LA ODISEA DE AFGANISTÁN<br />

afines, ¿quién va a garantizar esa seguridad a lo largo y ancho del<br />

territorio? ¿Acaso lo harán Karzai y sus escasos policías sin sueldo?<br />

Es más, aunque los talibán se dejen desarmar al unísono (lo cual no<br />

iba a ser tan fácil por razones obvias) se sabe que los Estados fallidos<br />

presentan otros problemas de seguridad a gran escala. Porque Estados<br />

fallidos y economías fallidas –o, al menos, mercados fallidos- suelen<br />

ir de la mano. Adam Smith lo sabía bien. Por eso descubrimos, más<br />

allá de lecturas superficiales de su obra, que él deseaba un Estado<br />

fuerte que protegiera su anhelado mercado fuerte. Incluso cuando ello<br />

significaba que a corto plazo ese Estado debía dictar leyes<br />

proteccionistas. La ciencia política acaba siendo un buen antídoto<br />

contra el maniqueísmo. El caso es que, dadas las circunstancias, en los<br />

Estados fallidos florecen las redes de delincuencia organizada, mafias<br />

cuyos miembros están armados hasta los dientes. Muchos jóvenes<br />

afganos se suman a ellas, aunque sea más por necesidad que por<br />

convicción (Stanekzai, 2009: 31). El hambre aprieta. ¿Acaso alguien<br />

espera que estos delincuentes salgan a la superficie para entregar al<br />

nuevo gobierno interino sus, valga la expresión, instrumentos de<br />

trabajo?<br />

Sólo queda una opción: podrían multiplicarse los efectivos de<br />

la coalición internacional en Afganistán a tales efectos. Dado el<br />

despliegue después realizado por norteamericanos y británicos (entre<br />

otros, pero sobre todo ellos) en la guerra de Irak que dio comienzo en<br />

la primavera de 2003, parece que esto hubiese sido perfectamente<br />

factible en suelo afgano, en otoño de 2001. Pero la verdad es que en<br />

aquellos días tan decisivos para la suerte de Afganistán, Washington<br />

sigue sin proponerse liderar el envío de tropas occidentales en número<br />

suficiente para controlar un país que lleva más de 20 años en guerra<br />

civil permanente. Así que, a falta de otras armas, Karzai tiene que<br />

armarse de paciencia mientras los Estados Unidos siguen confiando en<br />

la dúctil carta de los señores de la guerra afines, que de momento<br />

siguen sin ser desarmados. Porque de eso se trata. Pero no cabe duda<br />

que nos encontramos ante un mal comienzo para un proyecto de<br />

Estado que merezca tal nombre.<br />

De todos modos, no todo van a ser noticias negativas. En junio<br />

de 2002 Afganistán ve la luz. O eso parece. Se convoca una Loia<br />

Jirga, la más espectacular en muchos años. Quizá la más espectacular<br />

de la historia afgana. Acude el rey en el exilio, Zahir Shah. Ya muy

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