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Descargar PDF - Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado

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CAPÍTULO 6 117<br />

LA GUERRA CIVIL 1992-1996 Y LA APARICIÓN DE LOS TALIBÁN<br />

de Kabul. Pero esta vez los hazaras no se iban a conformar. En enero y<br />

febrero de 1993 esas rencillas terminaron en una auténtica guerra<br />

abierta. Llegó el momento de que los AK-47, los lanzagranadas y los<br />

morteros dejaran oír su voz. Masud, como responsable de la defensa,<br />

tenía que intervenir para poner fin a las hostilidades. Y lo hizo. Pero<br />

actuó descaradamente… en favor de Sayyaf.<br />

Las fuerzas combinadas de Ittihad-e-Islami y de Jamiat-e-<br />

Islami destruyeron a los hazaras, en lo que es conocido como la<br />

“matanza de Afshar” que costó la vida a unos 1.000 civiles. En estos<br />

casos las cifras siempre son aproximadas. Máxime en un país sin<br />

buenos censos. Más allá de la frialdad de las cifras, a decir de algunos<br />

analistas los wahhabitas de Sayyaf y los tayikos de Masud actuaron<br />

con especial saña, ya que “decapitaron a ancianos, mujeres y niños e<br />

incluso a sus perros, y los arrojaron a los pozos” de manera que esto le<br />

valió a Masud “un puesto en la crónica chií de los horrores” (Griffin,<br />

2001: 57). Nos encontramos ante una de las decisiones más llamativas<br />

y controvertidas de ese período. Su recuerdo aún hoy constituye un<br />

lastre para los tayikos.<br />

Por más que la provocación no partiera de sus huestes, parece<br />

que Masud ostenta buena parte de la responsabilidad en los hechos. Y<br />

lo que parece evidente es que se le fue la mano. En clave religiosa esto<br />

podría leerse sin demasiado esfuerzo como un nuevo episodio de<br />

violencia entre sunnitas y chiítas. Probablemente tenga algo que ver<br />

con ello. Pero quizá no sea la única explicación. Sobre todo porque las<br />

tropas de Masud no se habían caracterizado por dar rienda suelta a<br />

esos instintos en contra de los hazaras. Marsden nos ofrece otra<br />

versión de los hechos, que es por lo menos verosímil: a Masud “le<br />

preocupaba la posibilidad de distanciarse de los pastún, acaso<br />

recordando el destino del único líder tayiko que había accedido al<br />

poder en Kabul, Habibollah II, derrocado por la jerarquía pastún en<br />

1929, después de menos de un año de gobierno” (Marsden, 2002: 68).<br />

Es casi seguro que Masud temió enfrentarse a uno de los escasos<br />

colectivos pastún que, en esos momentos, todavía daba apoyo al<br />

gobierno de Rabbani. Y, sobre todo, que le aportaba ese plus de<br />

legitimidad tan afgano. De modo que optó por enfrentarse a los<br />

hazaras.

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