Descargar PDF - Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado
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CAPÍTULO 1 29<br />
DESDE LOS ORÍGENES HASTA LA APARICIÓN DEL ESTADO<br />
Aunque pueda parecer más anecdótico, es de notar que en<br />
algunas zonas de Afganistán se ha practicado el politeísmo hasta hace<br />
poco –y probablemente se siga haciendo de forma más o menos<br />
solapada, o más o menos sincrética- con sus tradiciones anejas,<br />
incluyendo el sacrificio ritual de animales. Es el caso de Nuristán, no<br />
lejos de Kabul (Malinowski, 2004:45-46). De hecho, los nuristanos<br />
fueron incorporados al culto islámico de forma coactiva, pero en su<br />
caso, muy tardíamente, sólo a partir de los últimos años del siglo XIX.<br />
Debido a este cúmulo de circunstancias, esta zona de Afganistán<br />
también es conocida entre los musulmanes como Kafiristán (Kafir<br />
significa “infiel”), aunque dado el clima político vigente ese concepto<br />
suena en el mejor de los casos, tanto a propios como a extraños, como<br />
despectivo. De modo que los nuristanos se conforman con su nuevo<br />
nombre que, derivando de “nur” = luz, viene a significar<br />
“iluminados”.<br />
Los nuristanos hablan cuatro lenguas diferentes, a razón de<br />
una por cada uno de los valles que habitan (Kati, Waigali, Ashkun y<br />
Parsun) en la zona del Hindu Kush. Viven de los recursos forestales y<br />
de la cría de ganado –especialmente, de la leche- (Pstrusinska, 1989:<br />
3). Pero lo más curioso es que los nuristanos poseen unos rasgos<br />
físicos que delatan un origen, digamos, diferente. Diferente al resto de<br />
afganos, me refiero. Porque entre ellos abundan los individuos de pelo<br />
claro y de ojos azules. En ocasiones se ha comentado que quizá<br />
desciendan de los griegos que pisaron suelo afgano en la época de<br />
Alejandro Magno. Pero parece más probable que se trate de nativos<br />
afganos que con el paso del tiempo han sido arrinconados en sus<br />
valles actuales por las sucesivas oleadas de extranjeros. Algunos<br />
incluso aluden a que serían los auténticos “aborígenes” de Afganistán<br />
(Ewans, 2002: 10-11). En esta línea, su legitimidad histórica parece<br />
estar totalmente desproporcionada si se la compara con el escaso peso<br />
demográfico de que pueden hacer gala en nuestros días, habida cuenta<br />
de que podrían competir con elevadas probabilidades de éxito contra<br />
los mismísimos pastún en un hipotético debate sobre la antigüedad de<br />
sus raíces, pero ese debate deja de tener sentido práctico (suponiendo<br />
que alguna vez lo haya tenido) dada su evidente debilidad política en<br />
comparación con los pastún.<br />
Por todo ello, durante siglos la realidad de esa franja de tierra<br />
que era parada obligatoria en la “ruta de la seda” no fue muy diferente