Descargar PDF - Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado
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174 ¿QUO VADIS AFGANISTÁN?<br />
en estos casos: recursos económicos y humanos con los que acometer<br />
con garantías la tarea asignada.<br />
Así que en lo referente a la necesidad de llevar a cabo<br />
operaciones contraguerrilla, por ejemplo, los PRTs están mal dotados.<br />
Básicamente porque no han sido concebidos para ese fin. Ello no<br />
obstante, el problema es que la evolución del conflicto los puede<br />
conducir por esos derroteros y, de hecho, lo está haciendo cada vez<br />
con más frecuencia. Con cierta dosis de optimismo, los PRTs han sido<br />
vislumbrados como parte de una estrategia más amplia de la sociedad<br />
internacional consistente en implementar en Afganistán una política<br />
de light footprint, que es típica de escenarios con una conflictividad<br />
moderada (Jarne, 2005: 199). Esta política, lato sensu considerada, ha<br />
funcionado razonablemente bien en escenarios como el salvadoreño,<br />
en los años ochenta. Es cierto. Pero los expertos en escenarios COIN<br />
apuntan que tiende a fracasar –por insuficiente- cuando la situación es<br />
más compleja, ya sea desde el punto de vista militar, ya sea desde el<br />
sociológico –por ejemplo, cuando se opera en sociedades con valores<br />
muy diferentes de los occidentales, de forma que al menos una parte<br />
de la población receptora de la ayuda puede poner su animadversión a<br />
los extranjeros por delante de las ventajas que esa ayuda pueda<br />
reportar en términos de reconstrucción (Metz, 2007: 10-12).<br />
Este es el marco en el que los sucesivos gobiernos de Hamid<br />
Karzai vienen desempeñando su labor. El fue elegido presidente a<br />
través de unas elecciones al estilo occidental en 2004. Unas elecciones<br />
vislumbradas por casi todo el mundo como un aldabonazo a la<br />
democracia en Afganistán. En esa fecha apenas hay disturbios. La<br />
gente acude en masa a votar. De acuerdo. Pero también se descubre la<br />
otra cara de la realidad. Falta de cultura política democrática, pese a<br />
los cursillos acelerados organizados bajo los auspicios de la ONU;<br />
escasa confianza de la población en las instituciones democráticas;<br />
menos confianza, si cabe, en sus instrumentos más emblemáticos,<br />
como los partidos políticos. Estos, en general, son mal vistos, y<br />
muchos de sus candidatos son tildados automáticamente de<br />
“candidatos occidentales”, sin mayor reflexión y de forma despectiva<br />
(vid. Tortosa, 2006: 74-76). El propio Karzai confía más en<br />
plataformas electorales ad hoc que en los partidos y renuncia a tener el<br />
suyo propio. Esto es sintomático de un estado de ánimo extraño a la<br />
democracia. Aún con toda la carga de escepticismo que estas variables