Descargar PDF - Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado
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EPÍLOGO 233<br />
lograr con ayuda externa. O solos. O podrán no lograrlo. Creo que el<br />
relato que hemos seguido tiene la virtud de demostrar que eso –que<br />
está en boca de muchos- es difícil de conseguir. Y que en suelo afgano<br />
nunca se ha conseguido completamente, aunque a decir verdad en la<br />
época de Abd-al-Rahman o más recientemente en la época de Zahir<br />
Shah se estuvo realmente cerca de esos estándares. Porque un Estado<br />
puede serlo desde el punto de vista formal. Es decir, de acuerdo con el<br />
derecho internacional público. Pero eso no es óbice para que el<br />
diagnóstico de la ciencia política, siempre más crítico, avance por<br />
otros derroteros.<br />
Ahora bien, abordar la construcción de un Estado que alcance<br />
unos niveles adecuados de eficacia es todo un reto. Cuando aludo a<br />
que ese tema es, en el fondo, una cuestión metajurída, lo planteo con<br />
todas sus consecuencias. Es decir, no me refiero sólo a las<br />
constituciones, sino a cualquier otra norma. Lo que está detrás de esta<br />
afirmación es que es preciso que en una sociedad existan unos<br />
mínimos para que la gente se siente a aprobar esas normas. Un<br />
requisito previo que tiene que ver con pautas de convivencia. E<br />
incluso con la idiosincrasia de esa sociedad. Porque aquí no valen las<br />
treguas con fecha de caducidad. Eso sería del todo insuficiente.<br />
Es por eso que también he traído a colación la cuestión<br />
nacional, de forma intencionadamente paralela a la estatal. Entre otras<br />
cosas porque aunque todos sabemos que no es indispensable que cada<br />
Estado contenga una sola nación en su interior, no es menos cierto que<br />
este último dato facilita sobremanera las cosas. Y Afganistán también<br />
debe hacer los deberes en ese punto, si desea ser viable en el futuro,<br />
más allá del apuntalamiento ofrecido por la sociedad internacional, del<br />
que hoy se beneficia. En este sentido, conviene huir del debate acerca<br />
de si es primero el Estado, o la Nación. Sinceramente, eso dependerá<br />
de cada caso. Es decir que, en el plano empírico, hay de todo. Pero en<br />
el supuesto que nos ocupa se trata de un debate estéril. Porque a día de<br />
hoy Afganistán no es ninguna de las dos cosas. Sabemos, pues, con<br />
qué cartas jugamos en el caso que nos ocupa.<br />
Ahora bien, Afganistán no es una nación, pero no es imposible<br />
que algún día lo sea, dadas las circunstancias. Por ello, a lo largo del<br />
texto he aportado sugerencias, a través de clásicos de la ciencia<br />
política, que señalan cómo desde la plataforma estatal se puede hacer