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Descargar PDF - Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado

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CAPÍTULO 4 87<br />

LA MONARQUÍA DE ZAHIR SHAH (1933-1973)<br />

quizá quiso emular a Amanollah, ese emir que decidió llamarse rey<br />

en vez de emir, sí, siendo un rey reformador, en definitiva. Quizá<br />

cometió los mismos errores que Amanollah, que tuvo más prisa que<br />

el déspota benévolo insinuado por John Stuart Mill. O quizá las<br />

cartas estaban marcadas de antemano, porque todavía no había<br />

sonado la hora de la democracia en Afganistán.<br />

Lo cierto es que, de nuevo, así como le sucediera al rey<br />

Zahir Shah al que probablemente salvó la vida con su<br />

derrocamiento, el viejo general tuvo que enfrentarse con la<br />

creciente polarización de la sociedad afgana. Fenómeno ya típico y<br />

siempre problemático. Las cosas no siempre se observan bien desde<br />

la corte. Aunque sea una corte republicana. En la calle se respiraba<br />

mucha tensión. Es posible que una elite urbana, una incipiente clase<br />

media afgana, entendiera muy bien a Daud. Es posible, incluso, que<br />

Daud fuese su instrumento. Pero Afganistán es mucho más que eso.<br />

La mayor parte de la población vive de acuerdo con otros<br />

estándares, desperdigada en las zonas rurales. El golpe de gracia a<br />

su república se lo dieron los sectores más prosoviéticos del PDPA,<br />

mediante un golpe de Estado liderado por la facción Khalk de dicho<br />

partido, en abril de 1978. Lo más probable es que contara con el<br />

beneplácito de Moscú. Eso como mínimo. De hecho, el nuevo<br />

presidente Taraki se apresuró a firmar un Tratado de amistad<br />

afgano-soviético, en mayo de 1978. Mientras tanto, el depuesto<br />

Mohammed Daud pasó a engrosar la lista de (ex)mandatarios<br />

afganos que no llegaron ni a exiliarse. Daud fue asesinado… junto<br />

con toda su familia.<br />

Sin embargo, este golpe de gracia también se lo podían<br />

haber dado los islamistas. En realidad, Daud terminó dejando de<br />

lado a los sectores más conservadores de la sociedad afgana, que<br />

eran los únicos que, dadas las circunstancias, le podían haber<br />

apoyado contra las argucias de Moscú (Saikal, 2005: 184). Así que<br />

las ansias reformistas del general sólo sirvieron para desatar la<br />

enésima tormenta entre los extremistas de uno y otro lado. El<br />

tirar de prudencia, o de pragmatismo, a la hora de recetar medidas políticas adaptadas a<br />

las circunstancias sociológicas de cada época y lugar.

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