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Descargar PDF - Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado

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CAPÍTULO 2 61<br />

UNA NACIÓN CON UN PARTO COMPLICADO<br />

puede ser interesante de cara a explorar las posibilidades de un<br />

Estado-nación afgano multiétnico respecto del cual la herencia dejada<br />

por Tarzi no sería tan extraña. Así que, asesorando primero a<br />

Habibullah (hijo y sucesor de Abd-al Rahman) y posteriormente a<br />

Amanollah (nieto de Abd-al-Rahman) se convirtió en el hombre fuerte<br />

de Afganistán. Muy influido por el movimiento kemalista turco, se<br />

sintió especialmente identificado con el último de los monarcas<br />

señalados, más dócil a sus indicaciones 13 . Fue él quien reforzó el<br />

recelo hacia los imperialismos europeos en general y hacia el Reino<br />

Unido en particular; fue él quien forzó el final del protectorado, armas<br />

en mano, pero, sobre todo, fue él quien le inculcó a Amanollah la<br />

necesidad de perseverar en la política de reformas dubitativamente<br />

iniciada por su padre. De esta manera, Tarzi contribuyó a modernizar<br />

el poder estatal. Pero, sobre todo, intentó modernizar la mentalidad de<br />

muchos afganos sin por ello renunciar a su religión. En este sentido, se<br />

propuso lanzar una reforma educativa que garantizara su<br />

universalización y la plena igualdad de acceso a la educación tanto de<br />

niños como de niñas. En realidad, su política, que nunca llegó a<br />

implementarse debidamente, hubiese sido, entre otras cosas, un duro<br />

golpe al sistema tradicional de educación en madrasas.<br />

Sin embargo, todo esto era demasiado atrevido para algunos de<br />

sus conciudadanos. En aquellos tiempos unos le acusaban de ir muy<br />

deprisa. Otros, sin ambages, de caminar en la dirección equivocada.<br />

En todo caso, suele considerarse que la causa del fracaso de Tarzi –o,<br />

si se desea, del monarca Amanollah- fue la excesiva ambición de sus<br />

proyectos, que acabaron privados de legitimidad religiosa (Gregorian,<br />

1969: 261). Así, suele aludirse a la “impaciencia” de dichas elites<br />

(Saikal, 2005: 80), así como a la “sobrecarga” de tareas acumulada<br />

sobre las espaldas de un Estado todavía débil (Suhrke, 2007: 1298).<br />

De modo que la respuesta estalló en forma de una nueva guerra civil.<br />

Pero en una versión diferente, hasta entonces desconocida. Se produce<br />

en los años 1928-1929, aunque el gobierno de Amanollah venía<br />

sofocando rebeliones desde 1924. La novedad reside en que los<br />

sectores más conservadores de la sociedad afgana, molestos con las<br />

reformas, van a ser liderados por los tayikos. No por los pastún o no,<br />

al menos, por la elite durrani. Esto puede resultar sorprendente, al<br />

13 Amanollah era, oficialmente, emir. Pero en 1926 se hizo proclamar Rey. Una muestra<br />

más, aunque sea simbólica, de su talante al frente de Afganistán.

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