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222 ¿QUO VADIS AFGANISTÁN?<br />

coinciden en la necesidad de pararles los pies a los talibán. El interés<br />

de Rusia ya lo hemos comentado. El de Irán lo veremos<br />

monográficamente más adelante. El de India es el más circunstancial<br />

de todos. En realidad, la India no tiene cuentas pendientes con<br />

Afganistán. Sin embargo, el hecho de que los talibán acaben<br />

facilitando campos de entrenamiento a Al Qaida y, en particular, a la<br />

causa pakistaní en Cachemira complica las cosas. Efectivamente,<br />

permitir un gobierno talibán es, a ojos de Nueva Delhi, tanto como<br />

verter combustible en la llama cachemir. No les falta razón. Por otro<br />

lado, la consolidación de un gobierno pro-pakistaní en Kabul también<br />

preocupa. Sobre todo porque si Islamabad siente que tiene las espaldas<br />

bien cubiertas puede mostrarse más ofensiva en muchos temas<br />

controvertidos, más allá de esa disputa fronteriza. Ni siquiera sería<br />

impensable un recrudecimiento del islamismo en el interior de la India.<br />

De modo que a los dirigentes hindúes no les tiembla la mano.<br />

En Pakistán deberían haber sospechado que el conflicto afgano<br />

asumiría una dimensión regional y que, dadas las fuerzas en liza, su<br />

fórmula talibán podía quedar malparada. Quizá lo hicieron. Pero aún<br />

tenían que llegar tiempos peores. En realidad, la complicación<br />

máxima para Pakistán se plantea toda vez que el maridaje entre los<br />

talibán y Al Qaida se hace evidente. Máxime teniendo en cuenta que<br />

el yihadismo ya opera a escala planetaria, con lo cual los intereses<br />

afectados extrapolan a su vez los de las tres potencias regionales<br />

empeñadas en poner palos a las ruedas del mulá Omar. Por ejemplo,<br />

los atentados de agosto de 1998 contra las embajadas de Estados<br />

Unidos en Kenia y Tanzania son la peor noticia que Pakistán podía<br />

recibir. La razón es bien sencilla. Los Estados Unidos (y Arabia<br />

Saudita) van a redoblar la presión sobre el gobierno de Islamabad a fin<br />

de que contribuya a la detención de Osama Bin Laden. Lo que, a esas<br />

alturas de la relación entre éste y los talibán, era tanto como poner en<br />

entredicho, de la A a la Z, toda la estrategia pakistaní hacia Afganistán.<br />

Ni que decir tiene que la aparición de los subsiguientes Tomahawk no<br />

contribuyeron precisamente a calmar las cosas en Pakistán.<br />

El entonces primer ministro Omar Sharif parecía mostrarse<br />

flexible ante las reivindicaciones de Washington. A cambio de algunas<br />

promesas en la dirección pretendida por la Casa Blanca, incluso había<br />

conseguido que Washington rebajara las sanciones impuestas a<br />

Pakistán con motivo de sus pruebas nucleares de 1995. Pero la calle

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