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138 ¿QUO VADIS AFGANISTÁN?<br />
proclamó Amir-ul Momineen. Algo así como el líder de los creyentes.<br />
Emir y director de la yihad. Jefe supremo, en definitiva, del país<br />
islámico que estaba construyendo. Pero esto tiene varios significados.<br />
El religioso lo acabo de comentar. Tiene que ver con la dirección<br />
espiritual de un país confesional. E incluso integra cierta visión<br />
panislamista, más allá de las fronteras afganas. Pero la cosa no se<br />
queda ahí. Porque sabemos que se trata del manto o capa que el emir<br />
de Bukhara le regaló al primer rey de Afganistán, que es también el<br />
fundador del Estado afgano, o al menos de ese proyecto de Estado<br />
afgano que nos ocupa. Efectivamente, es la capa que Ahmad Shah<br />
Durrani se trajo de las lejanas tierras del norte como símbolo de sus<br />
victorias militares. Victorias que lo fueron de un rey pastún sobre las<br />
demás etnias que habitaban esas tierras. Así que con este gesto tan<br />
audaz, el mulá Omar también se postulaba como el líder político capaz<br />
de reconstruir un gran Afganistán de base pastún y de hacerlo viable.<br />
Dicho con otras palabras, el gesto tuvo tanto de nacionalista (o<br />
más) que de teológico. Esto refleja bien la naturaleza ambivalente del<br />
movimiento talibán (Shahid Afsar, Samples y Wood, 2008: 64). No<br />
por casualidad, con el paso de los años, se ha llegado a discutir la<br />
primera interpretación del mismo, que enfatizaba la idea de que los<br />
talibán eran, esencialmente, un grupo de yihadistas formado<br />
mayoritariamente por pastún. En lugar de eso, algunos análisis<br />
apuntan que se trataría más bien de un grupo de etno-nacionalistas<br />
pastún mayoritariamente formado por islamistas radicales (Holmes,<br />
2008: 53). Incluso podría hacerse una tercera lectura, tampoco<br />
improvisada por parte del mulá Omar. Y perfectamente compatible<br />
con las otras dos. Complementaria, diría yo. Tiene que ver con las<br />
expectativas de creación de un gobierno estable en Kabul. Un<br />
gobierno, como decimos, de base eminentemente pastún. Y tiene que<br />
ver, asimismo, con la candidatura del ex rey en el exilio romano, Zahir<br />
Shah. Porque hasta abril de 1996 los talibán no se habían manifestado<br />
ni a favor ni en contra de un hipotético regreso del monarca. Tanto es<br />
así que en sus primeros tiempos se llegó a pensar que esa podía su<br />
opción. Pero todo parece indicar que el gesto del mulá Omar también<br />
estaba destinado a corroborar las sospechas de los escépticos: él y no<br />
Zahir Shah sería el encargado de llevar las riendas de Afganistán en el<br />
futuro (Griffin, 2001: 107). Esto es, exactamente, lo que con sus<br />
palabras iba a ratificar en el mes de octubre de ese mismo año el mulá<br />
Wakil Ahmed…