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Las Armas y las letras.pdf - Federación Libertaria Argentina

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Trazos malditosLA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006210Lectores argentinos deManuel PuigPor Ariel SchettiniToda obra literaria es también un conjunto delecturas y discusiones que se suscitan alrededorde ella. De este modo, Ariel Schettini valora laescritura de Manuel Puig recuperando la historiade sus lecturas, a partir de <strong>las</strong> más importantestesis que en nuestro país se elaboraron sobreel escritor. Aquel<strong>las</strong> que reconstruyeron suobjeto levantando <strong>las</strong> armas de la crítica culturaldel marxismo, y aquel<strong>las</strong> otras que vieron enel autor de El beso... una construcción de objetosnarrativos exteriores a la propia cultura literaria;a menudo fetichizada y autorreferencial.Escritor que liga determinadas prácticas sexualescon valores sociales específicos; adscripto aluniverso del cine, el musical y <strong>las</strong> demás artesvisuales; o como erudito de la cultura pop,siempre hay un Puig que, a través de <strong>las</strong> másdiversas máquinas hermenéuticas, se fragmentay se disuelve precisamente para ser reconstruido.Héctor Schmucler, Ricardo Piglia, JoséAmícola, Alberto Giordano, Jorge Panesi, AlanPauls, Graciela Speranza, César Aira y DanielLink son los nombres que Schettini nominaa la hora de recortar un conjunto de lectorescríticos. Lectores que rehacen la propia obra alagregar capas interpretativas luego de <strong>las</strong> cualesninguna escritura vuelve a ser la misma.La primera escena de la historia de <strong>las</strong>lecturas de la obra de Manuel Puig esun relato que se transformó en unaleyenda y es, al mismo tiempo, el lugarcomún del joven escritor postergadopor el establishment. En 1968, eljurado del concurso de novela de larevista Primera Plana se divide entreSevero Sarduy (que defiende Boquitaspintadas como la ganadora) y MarioVargas Llosa y Juan Carlos Onetti quela desestiman. Finalmente, se dice queOnetti dio el veredicto final: la voz delescritor estaba tan fundida con la desus personajes que se corría el riesgode que el escritor mismo tuviera elregistro verbal de sus personajes.Cuando la presenté a un concurso denovela en Buenos Aires, Juan CarlosOnetti no quiso darme el premio porquedijo que yo copiaba a tal punto la culturapopular que no se podía saber cómoera mi verdadera escritura. 1La historia o el mito quieren que esejuicio del máximo escritor rioplatensedel momento selle el destino de laobra de Puig. En ese juicio oral, queestá a mitad de camino entre la valoraciónestética y el comentario insidioso,Onetti se convierte en un personaje dePuig para mostrar el desprecio sobreuna obra en ciernes del mismo modoen que previsiblemente, un personajede Puig tendría dificultades en entenderLa traición de Rita Hayworth comoliteratura y, mucho menos, como lagran literatura argentina del siglo XX.La novela es recompensada con la primeramención…Pero aun cuando el mismo Puig noperdió oportunidad para lamentarsepor el tibio reconocimiento que teníasu obra en <strong>Argentina</strong>, lo cierto es quela crítica no cesó (no cesa) de ubicarloen un punto de inflexión de la literaturadespués del cual no hay retorno.Casi inmediatamente después de eseepisodio (en 1969, 1971 y 1972)aparecen tres lecturas que sellan porlargo tiempo el destino de la lecturade Manuel Puig.Héctor Schmucler, Josefina Ludmer yRicardo Piglia, respectivamente, construyenno solamentelos marcosdentro de loscuales se leerá lanovela de Puigsino que le dan lalegitimidad de unobjeto inteligiblepor la academia.En el caso deSchmucler 2 se trata de leer en Boquitaspintadas una estrategia del leguaje queimplica a los sujetos en un lenguajealienado (la c<strong>las</strong>e y <strong>las</strong> construccionessimbólicas de la c<strong>las</strong>e) que impidehablar a los sujetos y hace que siempre“sean hablados”. Piglia 3 lee en Latraición de Rita Hayworth y en Boquitaspintadas un destino de la burguesíanacional que niega, rechaza y ocultatodos los gestos que impliquen al cuerpoy sus estrategias de placer. La novelade Puig se trata, entonces, de un debateen el interior de la cultura en la cualel libro mismo, en tanto memoria delpasado y reconstrucción de los hechos,no es sino la traición imaginaria a unaley irrecusable. En ambos casos se tratade usar los instrumentos de la críticacultural del marxismo para ponerlos enuna escena nacional.Ya David Viñas en 1969 4 había adelantadoen un artículo sobre la nuevanarrativa argentina el lugar de Puigcomo uno de los epígonos de Cortázar,cuyo valor residía en un tipo de uso ysustracción del cuerpo mediante laHéctor Schmucler, JosefinaLudmer y Ricardo Piglia, respectivamente,construyen nosolamente los marcos dentrode los cuales se leerá la novelade Puig sino que le dan lalegitimidad de un objeto inteligiblepor la academia.21103. Trazos malditos.indd 210-211 13/11/06 21:39:15

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