LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006GroussaquianasGroussaquianasLA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006cual se articulaban proyectos modernizadoresdispares. Pero estos discursos noaludían necesariamente a la materialidadespecífica de París o de la cultura francesa;se trataba más bien de la invocación delo que Ernesto Laclau y Chantal Mouffellaman un significante vacío al que losintelectuales latinoamericanos le asignabanel contenido de “Lo Moderno”. Enotras palabras, la construcción de París yla cultura francesa, como corporizaciónde <strong>las</strong> premisas universales de la modernidad;París como concepto universalen relación con el que América Latinaproduciría su particularidad moderna.París, Francia, o mejor, la modernidad ala que se aspira, encarnada en un idealfrancés sobrevuela el debate entre Daríoy Groussac, porque sus deseos modernosde ninguna manera son vagos y abstractossino que tienen a la cultura francesa comoreferente. En función de esto, propongoleer este debate sobre la posibilidad deproducir una identidad cultural y estéticamoderna en América Latina alrededordel problema de cómo relacionarse con lahegemonía global de la cultura europea,en especial, la francesa 2 .Darío nunca dudó en admitir su “galicismomental” (“Los colores del estandarte”,162), y confiesa abiertamente elsacrosanto status que París tiene en laconfiguración de su subjetividad modernista:“Yo soñaba con París desde niño,a punto de que cuando hacía mis oracionesrogaba a Dios que no me dejasemorir sin conocer París. París era para mícomo un paraíso en donde se respirase laesencia de la felicidad sobre la tierra... Eiba yo a conocer París, a realizar la mayoransia de mi vida. Y cuando en la estaciónde Saint-Lazaire pisé tierra parisiense,creí hallar suelo sagrado” 3 . Por su parte,Groussac, que nació en Francia y emigróa <strong>Argentina</strong> a los 18 años, en 1866, sinacreditación intelectual alguna, llegó aconvertirse, veinte años más tarde, en elárbitro estético y la instancia legitimadorade la cultura argentina, en buena medidaen función del prestigio que le daba sucondición de francés. El campo culturalpercibía el origen francés de Groussacen términos de lo que Derrida llamóla metafísica de la presencia: el origencomo la cifra de la esencia que determinaun privilegio ontológico 4 . En los 25años que van desde su nombramiento alfrente de la Biblioteca Nacional hasta elCentenario, cuando la xenofobia era quizásel único elemento aglutinante de laelite argentina, Groussac rara vez fue relegadopor su condición de extranjero 5 ; porel contrario, sus conferencias sobre historiay literatura nacional fueron recibidascomo verdades reveladas, precisamente,en función de su origen europeo 6 . Unrepresentante de la modernidad europeaen un país en franco crecimiento, deseosode legitimación moderna, Groussac fue laencarnación de la mission civilisatrice quela elite argentina abrazó como la realizaciónde una promesa sarmientina 7 .Por último, y antes de ingresar al análisisconcreto del debate, una brevereflexión sobre la forma que adquiereel debate sobre el discurso de lamodernidad de Darío, y en especialsobre sus reflexiones sobre la políticacultural del modernismo. Mi hipótesises que <strong>las</strong> intervenciones deDarío apuntan a la construcción deuna identidad moderna para AméricaLatina; o para decirlo de otro modo,que en América Latina –y en términosmás generales en los márgenes delmundo–, el problema de la construcciónde un proyecto moderno propiose articula en términos identitarios.En el contexto del modernismo (pero también,en alguna medida, durante buenaparte del siglo XX), el deseo de una modernidadespecíficamente latinoamericanase articula a partir de dos movimientos: 1)el reconocimiento de una especificidad latinoamericanaen el teatro mundial de lamodernidad, que es conceptualizada en términosde marginalidad; y 2) la articulacióndel deseo moderno con la pregunta por laidentidad: si nuestra situación histórica esevidentemente diferente de la de Europa(y/o Estados Unidos), ¿cómo podemosser modernos, cómo podemos darnos unasubjetividad moderna si nuestra particularidadsocial está, en principio, excluida dela hegemonía global a partir de la que ellosconstruyen su identidad como encarnaciónde esa universalidad? Formulada desdelos márgenes del universal, la preguntapor la modernidad es una pregunta sobreel estatuto de nuestra diferencia.Para Darío, la inteligibilidad de su deseomoderno dependía del reconocimientode la relación asimétrica que determinabala marginalidad de América Latina;conceptualizada como marginalidad, ladiferencia de la región potencialmenteofrecía, para la mirada optimista del nicaragüense,la posibilidad de una modernidadoriginal, propia. Así, el utópicoproyecto modernista de Darío comienzacon el reconocimiento de que el deseolatinoamericano de ser modernos notiene por objeto a los enunciados emancipatoriosuniversales del discurso de lamodernidad francesa (cuyo sujeto es lahumanidad toda), sino una modernidadmarginal que tiene que dar cuenta de losproblemas derivados del desarrollo desigualde América Latina. Mi propuestaes leer el modernismo de Darío como elproyecto cultural y político de construiruna subjetividad a la vez universal y particular,capaz de participar de <strong>las</strong> mismasexperiencias temporales y espaciales queDarío consideraba naturales para los sujetoseuropeos modernos de fin de siglo,sin resignar la particularidad cultural yestética de su latinoamericanismo. Éstees el desafío que enfrenta el modernismo:producir una identidad que pudierainscribirse, desde la particularidad latinoamericana,en el mapa global organizadopor la universalidad hegemónicade la cultura europea, la realización dela trayectoria hegeliana que supone laactualización de lo universal en lo particulary la reconciliación de <strong>las</strong> exclusioneshistóricas que marcan la marginalidad deAmérica Latina en una totalidad dentrode la que la particularidad de la regióny la universalidad del espíritu modernofueran indistinguibles una de otra.A finales del siglo XIX, el contenido históricode estos términos era –tanto paraDarío como para Groussac– definitivamenteconcreto. La presunta universalidadde la estética moderna de la poesíaPaul Groussac354 35506. Groussaquianas.indd 354-355 13/11/06 21:44:01
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006GroussaquianasGroussaquianasLA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006Aunque el debate entre Daríoy Groussac es una puesta enescena de sensibilidades estéticasy perspectivas ideológicasradicalmente diferentes,éste es posible en función deuna convicción compartida:la realización de un proyectomoderno en América Latinano pasaba por la actualizaciónde un presunto espíritumoderno autóctono, sino(...) por la inscripción de <strong>las</strong>aspiraciones modernas de laregión en el mapa mundial dela modernidad, cuya configuraciónespacial estaba determinadaen buena medida por lahegemonía global de la culturade la burguesía europea.que Darío admiraba y pretendía emularresultaba de una operación hegemónica,que consistía en la universalización de laparticularidad burguesa del simbolismoy/o del decadentismo, y así, un poetacomo Verlaine escribía, a los ojos deDarío, con la confianza de saber que laespecificidad de su escritura era idénticaa la realización global del ideal estéticomoderno. Éste era el desafío que Darío seimpuso: ser moderno, a pesar de que laparticularidad cultural de su latinoamericanismono fuera inmediatamente idénticaa la universalidad hegemónica de lacultura moderna de Francia 8 .En el intercambio entre Darío y Groussac,el intento de articular lo universal ylo particular que está en el centro de <strong>las</strong>discusiones sobrela posibilidad deuna modernidadlatinoamericanaestá formulado entérminos de “originalidad”e “imitación”:¿podemosconstruir una identidadmodernaimitando a Francia?Si nuestra modernidadresultade una imitación,¿podemos considerarque esta modernidadmiméticacumple con nuestrasaspiracionesmodernas/emancipatorias?O, paraplantearlo en otrostérminos: si nuestra potencial identidadmoderna es el resultado de una imitaciónde la universalidad de la modernidad,¿esta identidad mimética nos vuelve sujetosuniversales o, por el contrario, acentúala marginalidad de nuestra particularidadlatinoamericana? Creo que éstos son losproblemas que están en juego en el debateentre Darío y Groussac.En febrero de 1916, como homenaje aDarío que acababa de morir, la revistaNosotros, que dirigía Roberto F. Giustien Buenos Aires, dedicó el númerocompleto al poeta modernista. En esaocasión, frente al pedido de un artículorecordatorio de su antiguo antagonista,Groussac envió una carta excusándose:En <strong>las</strong> circunstancias presentes, me seríaimposible escribir una página de artepuro. Por lo demás, en los años a queusted se refiere, expresé, sobre Darío ysu talento juvenil, en mi Biblioteca(números noviembre 96 y enero 97), loque sinceramente sentía, y por falta delecturas posteriores, no sabría modificar.Puede usted reproducir de dichos artículos–sin gran valor– lo que convenga asus propósitos, si es que algo le conviene.Darío contestó a mi primer artículoen La Nación del 27 de noviembre de1896. Creo que nunca reprodujo dichoartículo en sus volúmenes de crítica, porhaberle pedido yo que no lo precedieradel mío, por su escasa importancia(Nosotros, febrero 1916, 150).El tono despectivo de la respuesta deGroussac muestra que, a pesar de quehabían pasado 20 años desde la polémicaque había sostenido con Darío,su opinión del modernismo no habíacambiado y seguía considerándolouna moda superficial y juvenil, carentede trascendencia estética e histórica.Nosotros decidió publicar el intercambioentre Darío y Groussac completo, y así,con esa primera yuxtaposición y compilaciónde los tres artículos, transformó loque hasta ese momento había sido percibidocomo un mero intercambio enuna polémica que (retrospectivamente)resulta fundamental para entender <strong>las</strong>políticas culturales del modernismo.Lo que Darío y Groussac discuten allí esla posibilidad o imposibilidad de articularel deseo de ser modernos como la culturaeuropea, participar de la universalidadde la que ella es parte, pero sin resignarla aspiración de ser originales: diferenteen su particularidad y así, particularmentelatinoamericanos. La posición deGroussac en el debate tiene momentoscontradictorios, lo que vuelve necesarioleer con atención <strong>las</strong> variaciones de losconceptos de “imitación” y “originalidad”.Por un lado, reconoce la relaciónasimétrica que el país en el que resideestablece con el país en el que nació y, enfunción de este orden cultural jerárquico,afirma que la imitación es el único caminoque tienen los márgenes para darseuna identidad cultural moderna:Me resigno sin esfuerzo a envejecer lejosdel foco de toda civilización, en estastierras nuevas, por ahora condenadas areflejarla con más o menos fidelidad. Es,pues, necesario partir del postulado que,así en el norte como en el sud, duranteun período todavía indefinido, cuantose intente en el dominio del arte es y seráimitación. Por lo demás, hay muy pocaoriginalidad en el mundo: el genio es unacristalización del espíritu tan misteriosa yrara como la del carbono puro... el genioes la fuerza en la originalidad, todahibridación es negativa del genio, puestoque importa una mezcla, o sea un desalojoparcial de <strong>las</strong> energías atávicas por laintrusión de elementos extraños, es decir,un debilitamiento; ahora bien, la presentecivilización americana, por inoculación einjerto de la europea, es una verdaderahibridación. Et voilá pourquoi votrefille est muette (Nosotros, 158). 9Así, para Groussac, si <strong>las</strong> culturas marginalescarecen de genio (la manifestaciónde una originalidad ontológica,esencial), si son incapaces de expresarsu particularidad cultural a través deformas culturales modernas, civilizadas,entonces la identidad moderna a la quepueden acceder es de segundo grado: unamodernidad mimética e impura. ParaGroussac, la marginalidad de AméricaLatina no supone la posibilidad de unamodernidad diferente, específicamentelatinoamericana, sino degradada y ajenaa la racionalidad civilizada de Francia.En el caso de Groussac, la deformidadde la identidad moderna que construiríael modernismo estaría reforzada porla –para él– desafortunada elección delos modelos a imitar, especialmente enel caso de los simbolistas, “innovadoresfranceses, fruits secs universitarios en sumayoría” (155), en desmedro de idealesestético-ontológicos más valiosos como“el prerrafaelismo o espiritualismo inglés...que se ha preocupado mucho menos delos detalles exteriores que de la esenciaartística” (153). Pero Groussac insiste enque el modelo simbolista y decadentistaelegido no empeora la situación, sino queviene a reforzar un problema intrínseco ala condición marginal de América Latina,la certeza de que a la modernidad sólopuede llegarse a través de la imitación delser social y cultural de un otro:Dado el resultado mediocre del decadentismofrancés, es permitido preguntarse:¿qué podría valer su brusca inoculacióna la literatura española, que no ha sufrido<strong>las</strong> diez evoluciones anteriores de lafrancesa y vive todavía poco menos quede imitaciones y reflejos, ya propios, yaextraños? (156).Ambos antagonistas coinciden en que laimitación, como principio constructivode <strong>las</strong> culturas marginales está directa-356 35706. Groussaquianas.indd 356-357 13/11/06 21:44:02
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