LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006Nombres, linajes y recorridosNOTAS1. Cfr., por ejemplo, El cántico espiritual (Agencia general de librería y publicaciones. Bs. As, 1923), quepuede ser leído en contrapunto con La literatura y el conocimiento: A propósito de Marcel Proust (El espíritu dearistocracia y otros ensayos. Buenos Aires, Agencia general de librería y publicaciones, 1924).2. Cuentos de la oficina. Claridad, Bs. As. 1925, que hace juego con Introducción a Marcel Proust. Nosotros a. 21,vol. 56, N° 215, pp. 16-23, abril 1927.3. Los cuentos de Europa (Bs. As. Palacio del Libro, 1930) y la novela Gente (La Plata, 1936), fueron precedidospor el ensayo Por el camino de Proust (Nosotros a. 21, vol. 56, N° 215, pp. 24-42, abril 1927).4. Abocado desde 1931 a “difundir a Proust en la c<strong>las</strong>e obrera” Anderson Imbert ofreció su primer abordajecrítico en “Retrospectiva de la creación literaria” (La Vanguardia. Bs. As., 14 de marzo de 1937).5. Su conferencia Una lectura de Proust. (Verbum. Bs. As., septiembre de 1926. Anales del Instituto Popular deConferencias. T. 12. Bs. As., 1926) y su ensayo Marcel Proust (La Prensa. Bs. As., 1° de mayo de 1926), acompasanla escritura de La vuelta de <strong>las</strong> horas (Bs. As., Viau y Zona. 1933).6. Mas ello no se dio sin vacilaciones, sin tentativas iniciales frustradas. Restos desvaídos de un primer intento de construcciónepigonal son dos fragmentos titulados Siete años, editados en noviembre de 1935 por la revista Sur (n° 14 y n°15), presentados como el inicio de una narración autobiográfica, la cual fue malograda por carecer, a mi entender, dela distancia y la experiencia necesarias para llevarla a cabo. Un mimetismo vital involuntario con el propio Proust, entodo caso, es lo que ha efectuado Bianco, quien sólo tres décadas más tarde, con La pérdida del reino, podrá llevar a buentérmino esta intención primitiva, impedida incluso en los años cincuenta tras un fallido recomienzo en su narraciónTrelles. Pero para que ello fuese posible habría de construir primero un espacio de enunciación análogo al del Narradorproustiano a fin de dotar de autonomía al yo narrativo y conferirle mayor verosimilitud y presteza al discurso. Es decir,recorrer la distancia que en Proust va del Jean Santeuil a la Recherche, pasando incluso por el Contre Sainte-Beuve.7. “Proust y su madre”. La Nación. Bs. As., 3 de junio de 1956. Ficción y realidad, y Homenaje a Marcel Proust.8. “Marcel Proust: su revelación psicológica”. Sur. N° 24. Bs. As., septiembre de 1936; N° 25, octubre de 1936;N° 26. noviembre de 1936; N° 27, diciembre de 1936.9. En relación a la entonces reciente edición del Jean Santeuil, Bianco se mostrará remiso: considera “censurableque manos extrañas se hayan permitido reconstruir originales que Proust desechó por no considerarlosdignos de su talento, máxime tratándose de un escritor que nos ha dejado una obra tan laboriosamente concertada”.Proust lamentaba obras imperfectas –recuerda– como <strong>las</strong> del “pobre Peguy, que busca su camino a lavista del lector...”, e imagina a Proust cayendo en una de sus terribles crisis si le fuera dado conocer su destinopóstumo, escarbadas sus intimidades por “piadosos y minuciosos admiradores”. Posición ésta de literato, deescritor, sin duda, que desdeña los menesteres de la filología y la crítica.10. Amigo, traductor y editor de Roger Caillois, Bianco será responsable de la aparición de El erotismo, elprimer texto de George Bataille en castellano en la editorial Sur.11. Hugo Beccacece, persistente cronista proustiano, ha dicho de Bianco que su aproximación a Proust nace de “esaespecie de eticidad de la expresión que ambos aprecian, del hecho de que una frase bien dicha, un pensamiento bienexpresado, un aspecto bien analizado de la naturaleza humana, por más siniestros que resulten, son precisamente unbien. Todo lo humano debe ser dicho, porque nadie debe avergonzarse de la propia condición, sino de la mentira, delocultamiento”. Eugenio Montejo: Recuerdos de José Bianco. Vuelta Sudamericana. A. I, N° 5. Bs. As., diciembre 1986.12. Son múltiples los guiños encapsulados en el texto que Bianco le envía al lector proustiano: un personaje lateral llevapor nombre Marcel; el narrador/protagonista va decidiendo su vocación tardíamente tras un peregrinar estéril por lossalones en los que descree de <strong>las</strong> pretensiones de los escritores y demás figuras sociales que juzga fatuas; finalmente, enun impasse de la trama, mientras da una c<strong>las</strong>e sobre literatura francesa, el narrador despliega una larga explicación sobrela memoria: “Entonces, con motivo de ese presente que es al mismo tiempo pasado y porvenir, sensación y movimiento,habló de <strong>las</strong> dos formas de memoria que discierne Bergson. La primera, conquistada por el esfuerzo, dependiente denuestra voluntad, y la segunda, espontánea, caprichosa, que le muestra a la primera <strong>las</strong> imágenes que han precedidoo son consecuencia de situaciones análogas y que permiten la asociación de ideas. De allí, insensiblemente, pasó a lamemoria afectiva de Proust. Para que lo entendieran mejor, les contó el episodio de la magdalena. Los alumnos escuchabancon interés, algunos tomaban nota”. Sin embargo, a Bianco esa notoria relación con el universo proustiano loincomodaba en la medida que lo ponía bajo el estigma de la angustia de <strong>las</strong> influencias. En un reportaje concedido aBeccacece en 1982, expresaba: “No sé por qué [a La pérdida del reino] la asocian con Proust. Hasta han llegado a decirque es un relato muy proustiano. Hablando de eso con Victoria [Ocampo], ella me dijo: los que dicen eso no han leído aProust. El libro de Proust se propone la recuperación del tiempo perdido, como señala su título; el mío tiene más que vercon la búsqueda de una identidad”. Denegación deliciosa que no hace más que confirmar cuánto la sombra del maestroles pesaba a los dos referentes centrales del grupo Sur, y, por extensión, a buena parte de la literatura argentina.13. Para Giordano, verosímilmente, el paradójico gesto de omitir un apellido por discreción y reconocer esaomisión indica un voluntario énfasis a develar: se trataría no sólo de una iniciación literaria sino amorosa larevivida medio siglo después por el autor de La pérdida del reino.15802. Nombres, linajes y recorrido158-159 158-159 13/11/06 21:32:04
Nombres, linajes y recorridosLA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006160Un problema crítico: la historiade la literatura argentinaPor Horacio GonzálezLa historia de la crítica literaria argentina puedeencontrar sus orígenes en un intento –vano y persistenteal mismo tiempo– que mereció la reprobaciónde sus contemporáneos. Se trata de la Historia dela literatura argentina, cuya pretensión fundacionalconsidera a la nación como un cuerpo material definidopor su literatura, en la que el gaucho es el sujetode una historia que se despliega albergando, en sussecretos y tradiciones, la emancipación de la concienciaestética nacional. La ironía borgeana respecto a laconfusión de Rojas entre una habla real gauchesca, decarácter esencial, y una literatura gauchesca (“génerocomo cualquier otro”) forjada en <strong>las</strong> plumas urbanasque hablaban en su nombre, sitúa un segundo peldañoen la historia crítica literaria, una crítica de la crítica.Pero –analiza Horacio González– el propio Borgesno estaba a salvo en sus aspiraciones universalistas. Élmismo escucha <strong>las</strong> voces de un pasado legendario encuya tradición se inscribe.El dilema entre <strong>las</strong> pretensiones totalizadoras de laliteratura y <strong>las</strong> invenciones singulares, parece recorrerla historia de la crítica en sus distintas estaciones. Así,González repasa estilos de escritura que conformaroneste laborioso terreno: Enrique Pezzoni; Nicolás Rosa;<strong>las</strong> series viñescas; Beatriz Sarlo; Josefina Ludmer;Ricardo Piglia; Noé Jitrik y Martín Prieto son pensadosminuciosamente. Sus señas, la cadencia de suslenguajes, los trazos y ademanes personales van configurandola materia literaria sobre la que se talla laperseverante trama de la crítica.En la Historia de la literatura argentinade Ricardo Rojas hay un apartadodonde se estudia la oratoria, únicogénero literario en el cual el autor esvehículo de su obra. No es la únicaoriginalidad de esta extensa historia,denostada ligeramente por quienesno se han tomado el trabajo, sino deleerla, por lo menos de comprenderqué significaría para la fundación dela crítica literaria en la <strong>Argentina</strong>.Por ejemplo, uno de los héroes político-literariosde Rojas, Avellaneda, esdefinido en tanto orador a través deun elegante escorzo:la adocenada compostura de los predicadoresvirreynales y la desmelenadaespontaneidad de los tribunos demagógicos,quedaron extrañas a sus gustos.Imaginar la oratoria como uno de loscarriles de la literatura, destacar conrefinado gesto un caso actual en contraposiciónal fastidioso pasado, habladel propósito totalista que abrigabaRojas, que muy de inmediato fue criticadopor sus contemporáneos.De algunos cenáculos satíricos surgióla expresión de que los volúmenesde Rojas componían una escena máslarga que la de la propia literaturaargentina. Aún hoy se suele citar estachanza injusta y perezosa. ¿Es obligatorioentonces ser minimalista, comose dice, o bien huir de los grandes frisosy panoramas en nombre de algunainvestigación específica?Lo cierto es que el intento de tomar elcuerpo nacional como definido por laliteratura y a la vez ésta recibiendo elencargo de ampliar <strong>las</strong> fronteras mentalesde la nación, son los fundamentosque esgrime Rojas a partir de suvisión de la historia cultural, la cienciaalemana que había aprendido en suviaje europeo y que tantas críticas lehabían atraído de quienes vieron en éla un restaurador nacionalista, a pesarde que Jean Jaurés y Enrico Ferri aseguraran,luego de apreciar los textosde Rojas, que también para el socialismoeuropeo era más que justificable lacuestión de la nacionalidad.Con la gauchesca, a la que se lededica uno de losvolúmenes, Rojasarriesga que losgauchos son losprotagonistas de“nuestra historiainterna”, tramaíntima colectivaque para élequivale a unahistoria literaria.Y siguiendo esterumbo imanentistade la literaturacomo figura inherente a la propianacionalidad, declara a la gauchescacomo “forma de la vida mental argentina”y lleva la cuestión un poco másallá al proclamar que ella, si es estudiadacon un canon o reg<strong>las</strong> propias,puede ser útil en lo futuro como emancipaciónde nuestra conciencia estética.De todos modos, con cierta convicciónevolucionista, escribe que los gauchescosson “nuestros primitivos”, lo quelo pone cerca de una elaboración de laconciencia colectiva en la que se desglosaríanuna serie de eslabones queen lírica culta irían a perfeccionar laprimera figuración tosca pero esencialde la mentalidad nacional. La idea deuna kultur getschichte opera aquí contoda su fuerza, y motiva <strong>las</strong> respuestasdesconfiadas que hasta hoy se escucharían,comenzando por la muy notoriade Borges, que la escribirá en El escritorargentino y la tradición.De algunos cenáculos satíricossurgió la expresión de que losvolúmenes de Rojas componíanuna escena más larga quela de la propia literatura argentina.Aún hoy se suele citar estachanza injusta y perezosa. ¿Esobligatorio entonces ser minimalista,como se dice, o bienhuir de los grandes frisos ypanoramas en nombre de algunainvestigación específica?16102. Nombres, linajes y recorrido160-161 160-161 13/11/06 21:32:05
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