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Las Armas y las letras.pdf - Federación Libertaria Argentina

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Nombres, linajes y recorridosLA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 200696Enrique Pezzoni:sigilo y espectáculoPor Jorge Monteleone (*)El modo de evocación centrado en <strong>las</strong> anécdotascapaces de detectar los estilos personales, tiene lacapacidad de actualizar algo de lo existencial queuna determinada figura, y su experiencia vital,dejaron como marca. Así, Jorge Monteleone sepropone recordar, extrañando y recreando, lafigura de Enrique Pezzoni, su vocación profesoralpero, sobre todo, el modo en que la seducciónde un habla se situaba en los puntos de conflictoentre “la palabra y el mundo”. Traductor, perono como actividad reproductiva, sino como actode innovación que logra deslizar sentidos entrelos textos y sus transfiguraciones de contexto.Monteleone recorre el vaivén en el que oscilaPezzoni: entre la escenificación espectacular deun habla literaria, –agónica, merodeante y pormomentos crispada–, y el sigilo de quién no cesade traer sus preocupaciones pretéritas, siempreirresueltas y perseverantes. De allí la madurez delautor de El texto y sus voces: negarse a sí mismocomo modo de rejuvenecer en cada acto. Ahí, enese ir y venir, donde sus alumnos van a buscarlocuando van a buscarse.Es probable que para hablar sobreEnrique Pezzoni sea ineludible laanécdota o la confesión. Él habríasonreído al prever el artificio retóricode la intimidad, habría ironizadosobre el apurado matiz, que reduce aun hombre a dos o tres episodios queimpresionaron la memoria. Esto significa,además, que para hablar sobreEnrique Pezzoni no podamos dejar deimaginar qué habría dicho él acercade lo que decimos: es la prerrogativade los maestros. Ironía y enseñanza o,mejor dicho, ironía en la enseñanza.Una anécdota no puede reiterar unhecho, una confesión no es la intimidad,un maestro no señala la verdad.Pero en la retórica del relato, en <strong>las</strong>inflexiones subjetivas de la confesióny en <strong>las</strong> interpretaciones relativas dela verdad es posible que algo aparezca,que algo se actualice, que algo actúe.Tal vez, al pensar en su enseñanza y alevocar los gestos cotidianos, no podemosno recordar que algo aparecía,algo inadvertidamente se volvía cercanocuando Enrique Pezzoni actuaba.Había, por un lado, la seducción, larisa, la voz, la mirada, la vestimenta,la cortesía, la broma; por otro, el lenguaje,el comentario, la pregunta, laduda, la evidencia, el recelo de quienno afirma sino en el rodeo. Pero aquelloque comunicaba comprendía lareunión de ambos aspectos, la puestaen escena de un habla. Y lo comunicadoera, precisamente, aquello queescapa a <strong>las</strong> reg<strong>las</strong> de la comunicación.Acaso lo comunicado era que la materiaimposible de la literatura, aquelloque apenas podría traducir el gesto oel balbuceo, es lo incomunicable 1 .Si, para un nominalista lo real estásiempre más allá de la palabra, quéhiato insuperable no hallará entreuna palabra y otra. Por eso, un nominalistatraductor es un escándalo.Pero Enrique Pezzoni era alguienasí: una especie de nominalista, cuyadesconfianza en la palabra constituíauna fe, una fidelidad hacia lo irrealdel nombre. Por eso se situaba siempreen el intersticio,nos hablabadesde el lugarmismo del desajusteentre palabray mundo,entre sentido einterpretación,en el vertiginosodeslizamiento de<strong>las</strong> mediaciones.Todos recordamoscómo apelabaa vocablosextranjeros parahacerse entendermejor. No era unafectado personajede Henry James el que hablaba,sino alguien que súbitamente desesperabadel idioma. “En realidad,todos somos traductores –escribió–.Vivir en contacto con el mundo ycon el mundo del arte es actividadde traducción permanente.” La frasepertenece a su artículo “Malraux: elgran traductor.” 2 Porque la traducciónno era para Pezzoni una meratransposición lingüística, ni siquierauna sabia recreación. Cumplidos lapericia y el arte, la traducción erauna metáfora que daba cuenta deuna subjetividad transformándose ensucesivos cambios, por los cuales, a lavez, se posee a sí misma y se entregaen otra. La traducción concebidacomo orden existencial, como posibilidadde metamorfosis, como conjuradel suceder. “No sucesión –escribió–pero sí metamorfosis continua:Una anécdota no puede reiterarun hecho, una confesiónno es la intimidad, un maestrono señala la verdad. Pero enla retórica del relato, en <strong>las</strong>inflexiones subjetivas de la confesióny en <strong>las</strong> interpretacionesrelativas de la verdad es posibleque algo aparezca, que algo seactualice, que algo actúe. Talvez, al pensar en su enseñanza yal evocar los gestos cotidianos,no podemos no recordar quealgo aparecía, algo inadvertidamentese volvía cercano cuandoEnrique Pezzoni actuaba.9702. Nombres, linajes y recorrido96-97 96-97 13/11/06 21:31:12

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