LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006Nombres, linajes y recorridosNombres, linajes y recorridosLA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006Ricardo Pigliaproceder de Pezzoni, ya desde los años50, en el sentido de ir desprendiendoocultos titubeos de todo escrito y rozarlosapenas con tímidos, en aparienciareticentes añadidos personales.Al afianzar esediálogo, el críticoes y no es esetexto, y cuandocaptura sus voces<strong>las</strong> devuelve presto,pero dejándo<strong>las</strong>resonar ensu propio escrito.Este métodoincon-sútil nosólo era el menosapto para una historiacompleta dela literatura; tambiénla insinuabapor su reversocomo proyectosupremo tendidosobre el vacío,pues en la recuperaciónde una frase, una “voz”, hayinsinuaciones que nos dejan cerca deuna valoración total de la obra. Peroa través de una distracción, quizás undeliberado descuido, que deja huecoso vacíos de los que empieza luego unnuevo escrito, esfuerzo de fingida diferenciaciónque sin embargo abre unadistancia decisiva entre texto y texto,entre voces y voces. Esa distancia hacede cada texto no una continuidaden la historia de la cultura, sino unadiscordia que debe fundar despiadadamentesu propia singularidad, su vidaexcluyente y caprichosa.Había vinculado también Prieto aNicolás Rosa en <strong>las</strong> propias voces enlazadasde su texto. Este último críticológicamente no tiene en su disposicióndeclarada escribir una historia de la literaturaargentina, que –recuérdese– es eltema programático del cual, a la manerade reflexión por el absurdo, partimosen este artículo. Entonces, poner tanalto y espectacular propósito indivisocomo meta actual, no deja de ofrecerun gran contraste con la crítica verdaderaque se hace entre nosotros, queno suele procurar proyectos englobantes,aunque además del propósito deMartín Prieto, ya tendremos ocasión,con la brevedad del caso, de referirnosa los proyectos explícitos de historialiteraria de Viñas y de Jitrik.Nicolás Rosa ha escrito sobre Sarmiento–sobre el linaje de los Oro– tantocomo sobre Néstor Perlongher. Esearco que va de Facundo a Cadáverespodría reunir un propósito totalizador,al sabor de aquella invitaciónviñesca que propone de Sarmiento aCortázar, jugando con una secuenciaarmoniosa que luego se deshace comoilusión necesaria, pues simplementealudía al concepto de serie, que enViñas es esencial, y es evidente que nogoza del favor de Rosa.En efecto, Rosa labora con el reconocimientode materias pringosas deltexto, como si fuera un alquímico quesopesara en un balancín traductoral <strong>las</strong>espesuras de un escrito con sus expresionesequivalentes en sustancias de lanaturaleza. No hay cosa tal en Pezzoni,aunque de alguna manera Viñas reponela cuestión de <strong>las</strong> sustancias reales,pero a propósito de su idea de cuerpo.Nicolás Rosa, decimos, al emprenderla tarea de ver, por ejemplo, el materialperlongheriano, adopta un análisissobre el modo en que se comportan<strong>las</strong> superficies físicas, en cuanto a su“lisura”, sus “limaduras fractales”, <strong>las</strong>“materias algodonosas o vaporosas”,que le parecen al crítico que son detradición barroca. Estas equivalenciasentre ingredientes de la naturaleza ycorrientes estéticas son tratadas porRosa con una irradiación terminológicaen la que surgen expresiones como“farfulleo protoglótico” o “glotologíaobscena”, todas formas del conocimientoque acentúan en acto el modoen que los materiales se retuercen ensu letra, formando hule o baba.La materia se hace grasienta, untuosa,debe aceptar que al ser mencionadacomo letra, lo es también como fluido,como escatología o sexualidad,con lo que surge no sólo una “lenguasoez”, sino en lo que atinamos a interpretarde ese movimiento que Rosadenomina de “carie del significante”,sería un intento de hacer de la escrituraun acto simultáneamente creadorde repugnancia física. Llamar a esarepugnancia una forma poética suponetambién conjugar el verbo de la physisy del eros con la materia escatológicade la vida. El estudio de esas transfiguraciones,para Rosa, debe contarcon un lenguaje crítico mimético, queen su extremo <strong>las</strong> reproduzca comouna parodia de la parodia, o como un“fulgor del simulacro”, que para el caso,es título rosiano que reproduce en unaasombración barroca de la crítica 5 ,lo que para Pezzoni era lo que mássosegadamente podía decirse como el“texto y sus voces”.David Viñas, por su parte, ha hechodel movimiento corporal un fastuosoparalelismo con <strong>las</strong> voces del texto. Suléxico cuenta desde hace mucho tiempocon conceptos como respiración,codeo, ademán, y otros que hacen dela crítica un recuento de <strong>las</strong> posibilidadesdel cuerpo, de lo que un cuerpopuede. Quizá no se sepa hasta quépunto llega la corporeidad encarnandoun pensamiento, pero en Viñas hayuna búsqueda de “materiales” y “actosfísicos” que sustentarían la verdaderacrítica de la literatura en cuanto a quesus fundamentos últimos serían <strong>las</strong>sensaciones, la percepción encarnadaen los sentidos que adhieren a lossujetos al acto vital. La literatura no esinocente, dice Viñas, y en esa capacidadde decir lo que al mismo tiempopercibe que dice, está su compromisocon <strong>las</strong> luchas históricas, lo que quizáquedaría mejor garantizado cuando<strong>las</strong> metáforas corporales se funden enel volumen de la escritura, aludiendoa un sensorialismo que puede ser burgués,como en Sarmiento o Mansilla,pero endosa un acceso a la verdad.Viñas es un materialista del estilo, esdecir, un estilista de la expresión sensual.Su fisicalismo sensorial admiteen evocación lejana una encrucijadaestilística en la que cruzan sus vocesJauretche y Roland Barthes, el yrigoyenismoy Sartre, Mansilla y RosaLuxemburgo. No hay acercamiento alo verdadero si nohay una mediaciónde estilo,un complejo sistemade signosque destilan <strong>las</strong>formas de vida y<strong>las</strong> paralizan ensu momento demayor fulgor.Una semiologíaiconoc<strong>las</strong>ta ymontaraz, que ensu último extremolleva a contraponer<strong>las</strong> “fachadas” que quieren serinterpretadas y la vida en su capacidadde recuperar sus ademanes más verídicos,es decir, aquello que conduce alhonor. El hombre de honor, en Viñas,es el crítico que toma a su cargo todocontenido cultural o social como unLa literatura no es inocente,dice Viñas, y en esa capacidadde decir lo que al mismo tiempopercibe que dice, está sucompromiso con <strong>las</strong> luchas históricas,lo que quizá quedaríamejor garantizado cuando <strong>las</strong>metáforas corporales se fundenen el volumen de la escritura,aludiendo a un sensorialismoque puede ser burgués, comoen Sarmiento o Mansilla, peroendosa un acceso a la verdad.166 16702. 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LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006Nombres, linajes y recorridosNombres, linajes y recorridosLA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006trazo de estilo. El honor sería el almainversa del sudor, pero no cuando unsudor prorrumpe egregio del cuerpo.Ahí complementa.Se piensa y actúa dentro de <strong>las</strong> compulsionesde una c<strong>las</strong>e social, pero selo hace a través del estilo, modo singular,biográfico, modo del fingimientosintomático que torna imposible queninguna vida se disuelva sin más enla totalidad social. Al contrario, éstaactúa estilísticamente en los sujetosliterarios, y ese estilo será la verdad biográficacon la que cada vida se situaráen la urdimbre de lo histórico-social.La crítica de Viñas, a partir de la ideade “que toda estética implica unamoral”, adquiere el poderoso aparejodel develamiento: develar, en el estilo,<strong>las</strong> morales ambientes, historizadas.En el proyecto de Viñas de historiade la literatura argentina, que tomael siglo XX y que recoge trabajos dediversos autores 6 , ya su título suponeun compromiso con la concienciahistórica: Yrigoyen entre Borges y Arlt.Y comienza allí donde Rojas concluye.Pero no hay aquí ningún desplieguede la conciencia colectiva sosteniendocada obra, sino que flota muy evidentementeel tipo de examen de rupturismose historias en discontinuidadque los climas de los años 80 aconsejaban,y quizá reclamaban.Ya desde el escrito inicial de Yrigoyenentre Borges y Arlt, David Viñas describede esta manera el periplo de LeopoldoLugones: “Se trata, mirando de máscerca, de una serie insidiosa que, en lafranja de la producción lugoniana, vaenhebrando el Rubén Darío de 1916como homenaje al cierre más concretodel modernismo finisecular; y que sise prolonga en La torre de Casandra,explicitación de su desaliento ante losinfortunios del presidente Wilson enVersalles, empieza a exasperarse enAcción (1924), a través del impactode Mussolini, se demora en el fracasonovelístico de El ángel de la sombra(1926), hasta tensarse definitivamenteen La patria fuerte y La grande argentina,ya en <strong>las</strong> cercanías de 1930”. Sepercibe en este párrafo la organizaciónfísica y temporal que adquiere la miradacrítica. Precisamente, Viñas alude aun imaginario instrumento de observaciónóptico que se acerca o aleja delobjeto como una cámara de cine o unaparato radiográfico (a veces, el lapsode fraseo es cifrado con los movimientosde otro instrumento: “apretandoel bandoneón”). <strong>Las</strong> estaciones del víacrucis lugoniano se espacializan (esuna franja, otras veces dirá zona) y semueven a través de metáforas de articulaciónde pasaje o convulsión (enhebrar,exasperación), para concluir en <strong>las</strong> tragediaspersonales del sujeto involucrado(Lugones fracasa, se tensa, etc).En Viñas hay, pues, una serie. Unintento de serializar en el espacio y enel tiempo un derrotero existencial. Enel párrafo citado dice una “serie insidiosa”,que de algún modo recuerdala “malvada serie” borgeana. En el privilegiode la sensorialidad en la críticaviñesca, esto significa una visión de laverdad surgida de una lucha de duelistas(individuos que tienen la verdadporque sobreviven, no al revés). Y significatambién una literatura de acciónque debe preguntarse si el burguésconquistador (Mansilla, Sarmiento)derivará hacia un escritor recio, dehombría y regusto épico garantizado,capaz de actuar entre los herederos dela revolución del siglo XX. Pide Viñasvehemencia (es su palabra para asociarfrenesí y praxis) en el intento de trasladarel esgrimista-dandy al proletario dela Semana Trágica. La crítica que de allísurge será el emblema de un reconocimientode <strong>las</strong> fuerzas (la c<strong>las</strong>e social y elestilo, que a la larga serían lo mismo),que atrapan o encarcelan al escritor.Escribir, género no inocente, suponeasí la búsqueda libertaria de unasalida de esas prisiones. El burguésvehemente también lo intenta –la críticade Viñas lo reconoce, en primerlugar en Sarmiento, quién escribirápalabras “como quien pega obleas enun vidrio”– y queda así pendiente lautópica construcción del legado de unescritor con ética de izquierda, perocon hipótesis de conocimiento basadasen el honor y en el héroe sacrificado.Se trata del programa de la críticaviñesca que tanto se parece al intentode romper ese mismo dilema por partedel Lukács de los años 20, aunque lamittel-Europa de los años soviéticos nocompone la misma figura de la largaagonía de la <strong>Argentina</strong> yrigoyenista,que en Viñas debe pensarse muchomás allá de los episódicos nombresposteriores que la reemplazan en lainsidiosa serie –a veces el peronismo,a veces el tragicismo de izquierda,que son sinónimos de un Yrigoyen“entre Borges y Arlt”, es decir, uncaudillo comediante y mártir, escritopor otros mientras él escribe en ellos.Llegamos entonces a cruzar el fin desiglo con Tartabul, novela con <strong>las</strong>voces superpuestas de todos los planosheridos y monologales del crítico. Enla novela Tartabul se hace manifiestotodo lo escuchado –en una lenguarota– mientras el país se cuarteaba.Máximo de criticismo, máximode novela, máximo de hermetismoen clave doliente. Vía crucis viñesco,retórica cifrada de una hermandad dealmas en desvarío.En el mismo volumen de Yrigoyenentre Borges y Arlt, Graciela Montaldoconsidera el problema de la relaciónBorges/Rojas en cuanto señala la virtualidadde un debate sobre la mismafundación de la literatura nacional,en principio ordenado bajo la contraposiciónfragmentarismo/monumentalidad.Desde luego, Borges intentaescribir otra versión de la historia dela literatura argentina, y como crítico–Borges es un crítico 7 –, a partir de sureelaboración de la gauchesca, dondefulgura su diferendo con Rojas, elreaprovechamiento mítico de los detritusde una historia nacional “montonera”y la traducción alegorizada dela literatura universal a un lenguajecriollista severamente enrarecidopor una lengua artificial evocativa, encuyo destino debía escucharse tantoel grito del asesinado Laprida comoel punto final del Martín Fierro que aHernández no le era dado escribir.El trabajo de Montaldo pertenece aun estado del uso del lenguaje de lacrítica, que madura –con éste y otrostrabajos– hacia el final de los años 80.Por ese mismo tiempo, se publica unode los más importantes libros de críticade Beatriz Sarlo, Una modernidadperiférica: Buenos Aires 1920 y 1930.Pero este libro pertenece en verdad auno de los momentos altos de la sociologíacultural practicada en el mundouniversitario argentino 8 . El períodoanalizado por Sarlo es el mismo queinterrogan Viñas y sus colaboradoresen Yrigoyen entre Borges y Arlt, y partede utilizar un acervo terminológicoen el orbe de la crítica, que roza pormomentos el mismo vocabulario delárea viñesca. En la terminología, hay“zonas”, desde luego, pero en Sarlose extreman estas dicciones con <strong>las</strong>sombras proyectadas del lenguaje, másque de otros, de un Bourdieu, comoen el caso de <strong>las</strong> “fracciones del campo168 16902. Nombres, linajes y recorrido168-169 168-169 13/11/06 21:32:15
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