LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006La imaginación críticaLa imaginación críticaLA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006Si aceptamos como cierto el lugarcomún que identifica lectura, escrituray viaje (y el ejercicio de la críticacon <strong>las</strong> memorias y los diarios de unviajero), ¿no sería conveniente que, enlugar de someter<strong>las</strong> al juicio de unarazón demasiado preocupada por suapariencia, expusiese mis limitaciones,con inocente responsabilidad, ante esamirada que puede vislumbrar la aperturaa lo desconocido en un desplazamientosin demasiadas novedades nisorpresas? Al fin de cuentas, se puedenampliar indefinidamente los límites delo que conocemos, pero nadie puedeexperimentar más que lo desconocidode sí mismo, y esto vale tanto para elque se aventura al descubrimiento demundos lejanos y diferentes, comopara el que prefiere darle otra vuelta almundo de lo familiar.Cuando me enteré, gracias al entusiasmode dos amigos escritores, quese había publicado el Diario de ÁngelRama y que, más allá de su múltiplevalor testimonial, la calidad literariade este libro póstumo era sorprendente,de inmediato supe que se ibaa convertir en uno de los libros de mivida. Aunque una cierta resistencia ala sociología literaria (en estos casospienso que no se trata sólo de faltade interés) me había mantenido hastaentonces más o menos lejos de lamayor parte de la obra de Rama, esosfragmentos autobiográficos que medecían estaban tan bien escritos meinteresaban como nada desde antes deleerlos porque correspondían a episodiosde la vida de un crítico apasionadoe inteligente que transitó por elmundo académico, ese mundo por elque pasan <strong>las</strong> pasiones, alegres y tristes,que tienen que ver en mi vida con eltrabajo, la amistad, el compañerismo,e incluso con el amor (también, claro,con la rivalidad, la enemistad y otrasmiserias mayores). ¿En qué ficciónpodía encontrar un personaje que meresultase igual de atractivo? En ninguna,por lo mismo por lo que el diaristase convirtió casi inmediatamente enun personaje novelesco, en una figuraque manifestaba una ambigüedaddiscreta pero potente. La forma y eltono con los que Rama registró elproceso de su vida, en contacto conmi disposición a creer que la inteligenciaa veces se mueve por impulsosque prefiere desconocer, intensificaronel rapto identificatorio hasta convertirloen otra cosa. Cuando despuésescribí un ensayo para disponer de <strong>las</strong>impresiones que me dejó esa lecturapara organizar<strong>las</strong> bajo la forma deargumentos críticos, varias veces notéque la identificación había terminadodisolviéndose en una relación menoscierta, en un diálogo cuerpo a cuerpocon <strong>las</strong> fuerzas impersonales que seenmascaran de moralidad en los gestosdel crítico y que, sin que él lo sepa, sinque pueda nombrar<strong>las</strong> directamenteen <strong>las</strong> anotaciones diarias, lo sostienenen tensión hasta en los momentosmás dramáticos, cuando parece quevan a derrumbarlo. Una vez presentéeste ensayo en un congreso y despuésde la lectura se me acercó alguien quehabía sido colaborador de Rama enVenezuela para asegurarme, con laautoridad que confieren “lo visto y lovivido”, que el retrato espiritual quehabía esbozado a fuerza de conjeturasguardaba notables semejanzas con loque recordaba como el rostro verdaderodel original. Me alegré tanto comosentí frustrado. (Mi amiga, la quegusta ironizar, diría que esta ambigüedadprueba que ser crítico no siempresignifica haber renunciado al deseode escribir ficción.) Lo cierto es quehasta ese momento sólo estaba segurode que algunos de los gestos en los quehabía sorprendido a Rama, agitadoal mismo tiempo por una necesidadexorbitante de reconocimiento y unaexigencia de objetividad acorde consu rol de intelectual, habían terminadoremitiéndome a otros deseosy otras exigencias cruzados, los quesospechaba en el origen de algunos“malentendidos” profesionales en losque a veces quedaba entrampado. AlDiario de Rama le debo la revelaciónde que esa forma de escritura autobiográficapuede ser la más auténtica detodas, porque presenta la vida comoun proceso que está siempre in mediasres. Le debo también el descubrimientode que lo que me atrae con másfuerza en los gestos reflexivos con losque me identifico es la posibilidad deencontrar en ellos, sólo en ellos, laafirmación secreta de alguna otra cosaque conmueve mi intimidad. Ése esdesde que lo leí mi predicamento crítico,ahora que puedo formularlo.Este elogio solapado y tendencioso delo que tal vez habría que seguir considerandolimitaciones, puede complementarsecon otro que supongo másconvincente y fácil de exponer: unelogio de la teoría literaria como perspectivay lengua convenientes para elejercicio de una crítica afirmativa. Medieron ganas de escribirlo mientrasleía Con toda intención, al advertir quelo que en un principio había tomadocomo saludables ironías destinadasa desenmascarar <strong>las</strong> imposturas delorden académico se iban volviendo, afuerza de repetición, gestos obsesivos.Con una franqueza y un coraje pocohabituales entre quienes practican lacrítica literaria dentro de los suplementosy <strong>las</strong> revistas culturales, Feilingrepite a fines de los 80 la estrategia borgianade no dejar pasar ningún juiciointelectual o estético que circule comointerpretación dominante sin sometersus criterios de valoración a un rápidoe inflexible tratamientoimpugnador.Para definiruna posición delucha que pudieraser tomadacomo un foco deresistencia a lapretenciosa banalidadde algunoshábitos culturalesprestigiosos,juega con inteligenciay eleganciaal anglófiloexasperado por lafalta de sensatezy sentido comúnde la francofiliareinante. Comoel joven Borges,que a despechode su manifiesta ignorancia de la obrafreudiana gastaba ironías contra elpsicoanálisis, al que consideraba pocomás que una superstición, Feiling ejercela superioridad de su escepticismocontra los cultores vernáculos del“irracionalismo” que propaga, cualepidemia, la obra de Foucault. Elenemigo de todas sus escaramuzas esel “gusto medio intelectual”, o el “progresismoilustrado”, un punto de vistafraudulento que encarnan bien <strong>las</strong>figuras del profesor y el becario alienadospor la “industria de <strong>las</strong> tesis dedoctorado”, o la no menos embrutecedora“industria de <strong>las</strong> Introducciones ala Teoría Literaria”.<strong>Las</strong> limitaciones de la enseñanza de laliteratura y de la investigación y la críticaliteraria que se practican en nues-<strong>Las</strong> limitaciones de la enseñanzade la literatura y de la investigacióny la crítica literariaque se practican en nuestrasuniversidades son obvias y yafueron señaladas, en ocasionescon más perspicacia que la quese desprende de <strong>las</strong> ironías deFeiling, por ensayos escritos enlos límites del orden académico,ensayos que se propusieron,y a veces lograron, explorar <strong>las</strong>tensiones entre conocimientoy saber, entre método y escritura,hasta el límite de sus posibilidades.Por supuesto que notendríamos por qué pedirles a<strong>las</strong> reseñas y <strong>las</strong> notas de unescritor que se hiciesen cargode semejante empresa.66 6701. La imaginación crítica .in66-67 66-67 13/11/06 21:29:46
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006La imaginación críticaLa imaginación críticaLA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006¿Por qué herida sangra el críticocuando, para subrayar <strong>las</strong>upuesta excepcionalidad desu gusto por <strong>las</strong> nove<strong>las</strong> a lamanera decimonónica, metenada menos que a Barthes dentrode la bolsa de los teóricosque desprestigian el realismopor considerarlo un discursoideologizante que no promueveentre los lectores más quehábitos de consumo?tras universidades son obvias y ya fueronseñaladas, en ocasiones con másperspicacia que la que se desprendede <strong>las</strong> ironías de Feiling, por ensayosescritos en los límites del orden académico,ensayos que se propusieron,y a veces lograron, explorar <strong>las</strong> tensionesentre conocimientoy saber,entre método yescritura, hastael límite de susposibilidades.Por supuesto queno tendríamospor qué pedirlesa <strong>las</strong> reseñas y<strong>las</strong> notas de unescritor que sehiciesen cargode semejanteempresa. Agradezcámosles, en todocaso, con una elegancia que sirva nosólo para disimular el rencor, sinotambién para transmutarlo en otracosa, que al violentar nuestra autoestimanos impongan la necesidad devolver a pensar con cierta distancia <strong>las</strong>condiciones y los alcances de nuestrosactos. Se los agradezco, pero prefierodejar para otra ocasión ese necesarioautoexamen y avanzar en la exposiciónde <strong>las</strong> razones que me llevarona suponer que esta profesión de fepodía ser también un buen lugar parael elogio de la teoría literaria (no de ladisciplina, claro, de la que sé más bienpoco, sino de un modo de argumentarque se vale de conceptos y tiende a lageneralización, al que los otros, paraejercer su voluntad de identificación ode rechazo, llaman “teórico”).Feiling tiene algunas ocurrencias brillantes,como cuando sospecha quesi alguien dice que prefiere leer aSarmiento que a Mansilla o “estárepitiendo la lección o desea progresaren el mundo académico”. <strong>Las</strong> supersticionesde la historia literaria que seenseña en <strong>las</strong> universidades modelan<strong>las</strong> preferencias de los lectores queignoran su propia convicción y su propiaemoción (otra lección borgiana).Pero a veces su obsesión por lo queconsidera el “autoritarismo” propiode la teoría literaria lo somete a unaretórica manifiestamente falaz, quesirve para que el rechazo se disfracede afectación de sensatez (en todarepetición obsesiva se puede adivinarla huella de algún resentimiento). ¿Porqué herida sangra el crítico cuando,para subrayar la supuesta excepcionalidadde su gusto por <strong>las</strong> nove<strong>las</strong> ala manera decimonónica, mete nadamenos que a Barthes dentro de labolsa de los teóricos que desprestigianel realismo por considerarlo un discursoideologizante que no promueveentre los lectores más que hábitosde consumo? 4 Supongo que Feilinghabrá escuchado más de una vez, ensus años de estudiante o en los quededicó a la enseñanza de la literatura,a algún profesor y algunos estudiantesseducidos por su vanguardismo repetiresa cantinela seudoteórica. Lo raro esque, a despecho de su inteligencia,haya preferido tomar por enunciadosde Barthes esa forma reductora, y ciertamenteautoritaria, de usarlo.Barthes es mi valor. Barthes, <strong>las</strong> tensionese incluso <strong>las</strong> contradicciones querecorren su escritura ensayística, representala figura del crítico que querríaser. Aunque es probable que pocos lohayan leído, el librito que le dediquéhace más de diez años me exime de lanecesidad de exponer aquí <strong>las</strong> razonesde esta apuesta excesiva que desbordala simple identificación. Los prejuiciosde Feiling, en los que reconozco elantiacademicismo muchas veces banalde otros críticos y escritores, despertaronen mí un impulso encomiásticoque puede prescindir muy bien, deahora en más, de <strong>las</strong> gesticulacionespolémicas. (Después de haber escritovarias veces sobre <strong>las</strong> virtudes éticas delarte de polemizar, acuerdo finalmentecon el muy razonable y sensato puntode vista foucaultiano, según el cualnunca “sea ha visto surgir una ideanueva de la polémica” 5 .) Si definimosla teoría literaria como una de <strong>las</strong> lenguasde saber que usan los “especialistas”para conversar entre colegas sobreliteratura, el interés y la eficacia de losensayos que discurren entre conceptosy argumentos teóricos dependen delos usos que el crítico sepa o puedadarles a esos artefactos retóricos. Hayquien los usa para autorizar la reproducciónde un pensamiento y hayquien los usa para tratar de pensar.Digamos que el autoritarismo tieneque ver con uno de estos usos posibles,tal vez más extendido entre profesoresy becarios de lo que querría reconocer,pero poco, según mi experiencia, conlo que transmite el estilo barthesiano:la exigencia y el deseo de que los conceptos,que son lugares comunes perotambién gestos enunciativos, nos ayudena imaginar por qué una realidadcultural específica, un hecho verbalque por su construcción y sus fuerzaspragmáticas vale lo mismo que otros,puede imponerse a nuestra sensibilidadcomo un acontecimiento únicosin imponernos nada. Como cualquierlengua, porque todas se definen comouna trama de estereotipos, la teoríaliteraria sirve para que algunos realicensu voluntad de imponerse a la deotros, dominarla o inhibirla. Puedeservir también para que esos mismosque padecen y reproducen los poderesde la intimidación teórica imaginenposibilidades de distanciarse ligeramentede sí mismos para ver qué pasa,qué se puede saber y escribir a travésde ese intervalo.Una colega a la que me unen lazosmás fuertes que los que los quepromueve la solidaridad teórica mepuso en contacto hace algunos añoscon un libro extraordinario de JoséLuis Pardo llamado La intimidad. Escurioso que nuestro muy informadomedio intelectual, que tanto interésviene prestando a <strong>las</strong> prácticas y losgéneros identificados con la “esfera”de lo íntimo, no registre su existencia.Esto se debe seguramente a queel sentido del concepto de intimidadque propone Pardo no se deja pensardesde un punto de vista sociológico ya que presupone modos de existenciaque tienen que ver con lo impersonal,lo imperceptible y lo imposiblede decir directamente. Lo íntimo nosería tanto “una sutil gradación de loprivado” 6 , como una dimensión irrepresentablede la subjetividad, unareserva de indeterminación que escapaa la dialéctica simple en la que loprivado y lo público se oponen parapoder complementarse. Tiene que vercon la manifestación de una distanciaindecible que impide tanto identificarse,apropiarse sin restos de unomismo, como ser identificado; unadistancia que fuerza la enunciación,hace hablar o escribir, y transformasecretamente cualquier performanceautobiográfica en una experiencia dela propia ajenidad. Esta otra versiónde la intimidad, que habla de lo íntimamentedesconocido que “apareceen el lenguaje como lo que el lenguajeno puede (sino que quiere) decir”,está siempre ligada según Pardo alarte de contar la vida, a la posibilidad68 6901. La imaginación crítica .in68-69 68-69 13/11/06 21:29:47
- Page 2 and 3: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006
- Page 4 and 5: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 6: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 11 and 12: La imaginación críticaLA BIBLIOTE
- Page 13: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 16 and 17: La imaginación críticaLA BIBLIOTE
- Page 18 and 19: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 20 and 21: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 22 and 23: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 24 and 25: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 26 and 27: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 28 and 29: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 30 and 31: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 32 and 33: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 34 and 35: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 38 and 39: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 40 and 41: La imaginación críticaLA BIBLIOTE
- Page 42 and 43: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 44 and 45: Un crítico se mide frente asu moti
- Page 46 and 47: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 48 and 49: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 50 and 51: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 52 and 53: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 54 and 55: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 56 and 57: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 58 and 59: Nombres, linajes y recorridosLA BIB
- Page 60 and 61: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 62 and 63: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 64 and 65: Nombres, linajes y recorridosLA BIB
- Page 66 and 67: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 68 and 69: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 70 and 71: Nombres, linajes y recorridosLA BIB
- Page 72 and 73: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 74 and 75: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 76 and 77: Nombres, linajes y recorridosLA BIB
- Page 78 and 79: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 80 and 81: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 82 and 83: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 84 and 85: LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 86 and 87:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 88 and 89:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 90 and 91:
Nombres, linajes y recorridosLA BIB
- Page 92 and 93:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 94 and 95:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 96 and 97:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 98 and 99:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 100 and 101:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006N
- Page 102 and 103:
Trazos malditosComo cualquier otra
- Page 104 and 105:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 106 and 107:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 108 and 109:
Trazos malditosLA BIBLIOTECAN° 4-5
- Page 110 and 111:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 112 and 113:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 114 and 115:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 116 and 117:
Trazos malditosLA BIBLIOTECAN° 4-5
- Page 119 and 120:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 121 and 122:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 123 and 124:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 125 and 126:
Ficciones críticasLA BIBLIOTECAN°
- Page 127 and 128:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006F
- Page 129 and 130:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006F
- Page 131 and 132:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006F
- Page 133 and 134:
Ficciones críticasLA BIBLIOTECAN°
- Page 135 and 136:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006F
- Page 137 and 138:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006F
- Page 139 and 140:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006F
- Page 141 and 142:
Ficciones críticasLA BIBLIOTECAN°
- Page 143 and 144:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006F
- Page 145 and 146:
Ficciones críticasLA BIBLIOTECAN°
- Page 147 and 148:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006F
- Page 149 and 150:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006F
- Page 151 and 152:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006F
- Page 153 and 154:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006F
- Page 155 and 156:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006F
- Page 157 and 158:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006F
- Page 159 and 160:
Ficciones críticasLA BIBLIOTECAN°
- Page 161 and 162:
Reflexiones sobre lacondición inte
- Page 163 and 164:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006R
- Page 165 and 166:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006R
- Page 167 and 168:
Reflexiones sobre la condición int
- Page 169 and 170:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006R
- Page 171 and 172:
Reflexiones sobre la condición int
- Page 173 and 174:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006R
- Page 175 and 176:
Reflexiones sobre la condición int
- Page 177 and 178:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006R
- Page 179 and 180:
GroussaquianasLA BIBLIOTECAN° 4-5
- Page 181 and 182:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006G
- Page 183 and 184:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006G
- Page 185 and 186:
GroussaquianasLA BIBLIOTECAN° 4-5
- Page 187 and 188:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006G
- Page 189 and 190:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006G
- Page 191 and 192:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006G
- Page 193 and 194:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006G
- Page 195 and 196:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006G
- Page 197 and 198:
Cada voz que emergió de lacrítica
- Page 199 and 200:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 201 and 202:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 203 and 204:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 205 and 206:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 207 and 208:
Tribunas literarias, memoria editor
- Page 209 and 210:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 211 and 212:
Tribunas literarias, memoria editor
- Page 213 and 214:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 215 and 216:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 217 and 218:
Tribunas literarias, memoria editor
- Page 219 and 220:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 221 and 222:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 223 and 224:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 225 and 226:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 227 and 228:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 229 and 230:
Tribunas literarias, memoria editor
- Page 231 and 232:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 233 and 234:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 235 and 236:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 237 and 238:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 239 and 240:
Tribunas literarias, memoria editor
- Page 241 and 242:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 243 and 244:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 245 and 246:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 247 and 248:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 249 and 250:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 251 and 252:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006T
- Page 253 and 254:
LaborbibliotecológicaDesde sus or
- Page 255 and 256:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 257 and 258:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 259 and 260:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 261 and 262:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 263 and 264:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 265 and 266:
Labor bibliotecológicaLA BIBLIOTEC
- Page 267 and 268:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 269 and 270:
Labor bibliotecológicaLA BIBLIOTEC
- Page 271 and 272:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 273 and 274:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 275 and 276:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 277 and 278:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006L
- Page 279:
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006S