LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006Nombres, linajes y recorridosNombres, linajes y recorridosLA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006como cierto distanciamiento “crítico”,como prevención contra el desbordesubjetivo, le confiere a lo que dice unanitidez mayor, que se valida no en elantojo sino que acude a la prueba dela experiencia (“como cualquier lector”),y por tanto a todo lo que entraen juego –inteligencia y afectos– enla lectura, como más de una vez loreafirma o lo observa al considerarotras escrituras.A partir de la imborrable marca deuna primera lectura de Faulkner enuna etapa temprana de la vida sedesliza hacia la obra del autor, ala recepción e influencia que tuvoen otros. Es ahí, donde, según suestilo de incluir en el desarrollo deun tema algún aspecto importanteo la reflexión sobre algún tipo deproblema atinente a la materia quetrata, se refiere, ya no a la influenciade Faulkner, retomada luego, sino al“problema bastante complicado” dela influencia a secas, para señalar loque advierte, en algunos casos, comomera afectación:... cuando tal o cual escritor pretendeque Flaubert, por ejemplo, es el autorque más admira, el lector de-salentadopreferiría que en la obra y el comportamientode ese escritor haya de tantoen tanto algún signo que demuestre esasupuesta admiración (Saer, 1999, 76).La cuestión parece apuntar a ciertoscomportamientos del campo literarioconsistentes en filiarse en un linajeprestigioso para validar una obra, omaniobras similares. Sin embargo, unpoco más adelante, la observaciónapunta a un solo individuo, y cabedecir que no es sólo aquí donde Saermuestra hacia García Márquez, algocercano a la aversión:Cuando cierto escritor caribeño pretendeque si su obra y la de Faulkner separecen es porque Colombia y el deepsouth son lugares muy parecidos, y porqueFaulkner es un escritor latinoamericanoavant la lettre, no nos queda másremedio que pensar que esa influenciaes superficial, y que por su carácter vergonzanteproyecta más resentimientoque admiración sobre el modelo.Ya en un texto de 1980, “Una literaturasin atributos”, Saer había manifestadosu oposición a una denominación talcomo “literatura latinoamericana”, nocomo designación sino en la ideologizacióndel término –fuerza, inocenciaestética, sano primitivismo, compromisopolítico– que condicionaría deantemano al escritor, y alimentaría unaproducción en serie, donde lo esencialde cada escritor, su peculiaridade irreductibilidad (que ve en autoreslatinoamericanos como Darío, Vallejo,Neruda, Felisberto Hernández, Borges,por ejemplo) quedaría opacado o soslayado.Es una vez más, la constantepostulación saeriana de que lo que verdaderamentevale en literatura es aquelloque según una figuración única, seconstituye en un objeto nuevo capaz de“transfigurar” la percepción del mundoy ofrecer “su aura viviente y generosa”(Saer, 1997, 275).Entre autores varios, va a aparecerotro de los núcleos recurrentes en lacrítica de Saer, y que tiene que vercon el tipo de textualidad a la que seabocó fundamentalmente, la narración.Su modo de distinguir eso quequedaría uniformado en la masa denarraciones –de narraciones valoradas,no de simples nominaciones mercantiles–donde indistintamente cabríantanto Rojo y negro como el Ulysses, esmediante el cuestionamiento, precisamentedel nombre que <strong>las</strong> engloba, deahí que considere a la novela –que esla categoría en cuestión– un episodiode un conjunto mayor, que sería el dela narración. Así como en la tradiciónliteraria mucho se trató el paso de laepopeya a la novela, Saer consideraque esta última tiene fechas bastanteprecisas, que corresponden a unperíodo histórico bien definido –nosin que recuerde en cierto sentido aLukács, mencionado por otra parte,con <strong>las</strong> previsibles discrepancias, perocon el respeto acordado a su capacidadintelectual–: la novela corresponderíaal momento de la narración de laépoca burguesa. Dos textos marcan elitinerario: desde el Quijote a Bouvardy Pecouchet que son por otra parte, ensu siempre valorado rescate de la tradiciónliteraria, constante referencia yobjeto también de análisis.Pero la ruptura con <strong>las</strong> convencionesde la novela, que observa en elsiglo XX, promueve la idea de quese trata de textos menos adscribiblesa tal nombre que al desarrollo deotros caminos de la narración. Esesta búsqueda la que otorga valor aquienes la emprendieron según suspropios caminos. Si se quisiera emparentaresto con ese conocido gesto derechazo a todo lo que se denominórealismo, Saer adopta aquí, una vezmás, una actitud diferente. En unode los varios ensayos donde se ocupadel Nouveau Roman, que retoma a lolargo de su ensayística en modos diferentes,desde discutir algunas de susteorías hasta analizar magníficamentealgunas de sus obras, Saer discute, en1973, con una formulación posteriormentebanalizada y despojada de laconsistencia teórica que pudo teneral comienzo, según la cual el realismosería algo así como un <strong>las</strong>tre del quehabría que deshacerse. Los parámetrosque preestablecen definiciones talestendrían, entre sus varias consecuenciasnegativas, el de establecer algo asícomo regulaciones que influyen sobrequienes escriben y sobre quienes leen.Es decir, se trata de la enunciación,por sofisticada que quiera aparecer, deprejuicios, cuyos orígenes pueden serdiversos, pero en todo caso apuntana un establecimiento de lugares deautoridad que coartan justamente laexperiencia estética como la entiendeSaer, en tanto ejercicio de libertad. Deahí que le sirva la frase de Musil, “sinatributos”, para aplicarla al escritor,hombre sin atributos que no se sometea los múltiples modos que asumen <strong>las</strong>coerciones institucionales.La ortodoxia estética, que es productode una intoxicación crítica, implica porotra parte, un voluntarismo: <strong>las</strong> vanguardiasse manejan con manifiestos,con programas. Desgraciadamente, eltiempo parece ensañarse muy especialmentecon los manifiestos y los programas(Saer, 1997, 221).Hablar de realismo, desde luegoimplica, y Saer lo hace, ir al meollode la cuestión, y hablar acerca delconcepto de representación para señalarsu no inmutabilidad, y no por elcontrario, su variabilidad histórica.Como cita inapelable menciona –noes la única vez– el espléndido texto deErich Auerbach, Mímesis: la realidaden la literatura. Pero además, agregaráluego, lo que se olvida frecuentementeen los ataques inconsistentes es que“la representación es inherente al lenguaje”.En definitiva, lo que deshacees la pareja convertida en inseparableentre representación (cierto tipode representación) y realismo (como130 13102. Nombres, linajes y recorrido130-131 130-131 13/11/06 21:31:36
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006Nombres, linajes y recorridosNombres, linajes y recorridosLA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006escuela literaria decimonónica). Y paramostrar la transformación operada,desde, por ejemplo, Rastignac a MollyBloom, acude a la categoría de personaje.Esta consideración no es pocosignificativa, ya que el personaje comouno de los constituyentes narrativoses primordial, y la reaparición de unmismo personaje en distintas nove<strong>las</strong>que, según Saer, Michel Butor señalacomo rasgo fundamental en Balzac,llevaría a asociarlo con su poéticarealista. Entre <strong>las</strong> muchas diferenciasque va a observar entre la novela decimonónicay la del siglo XX, un rasgocomún sería, según Saer, la inclusiónde lo que la convención consideraría“no novelable” (Saer, 1997, 130).Aunque Saer señale al pasar que tomala categoría de personaje porque leresulta más cómodo, sin embargo, sepuede inferir algo más, y que es lapersistencia y reaparición del personajeno sólo en un autor como Faulkner,sino también en la propia novelísticade Saer, que, como bien se sabe, hagirado siempre sobre un conjuntoreconocible y bien definido. Se tratamás bien de inscribir ese componenteen otra estructura narrativa, obviamenteno preexistente sino concebidasegún cada escritor, siempre según laidea de que <strong>las</strong> nove<strong>las</strong> no serían “unreceptáculo de forma más o menosinvariable, llenas de un contenidointeligible conocido de antemano”.En el tenaz antagonismo contra loprefabricado, que iría en contra detoda posible modificación que dieracuenta de la variedad, complejidad yopacidad de cuanto lo circunda en eltiempo y el espacio, en la existencia, laoposición de Saer a los géneros comoinvariantes es, digamos, habitual. “Latiranía del género, la rutina repetitivade los géneros” (Saer, 1999, 26, 27) lolleva a considerar algunas subespeciesnarrativas –además de la novela deaventuras y la psicológica cuando examina<strong>las</strong> posiciones de Borges al respecto–tal vez por la difusión de talesgéneros. Ya en El concepto de ficción(225) habló de los límites de lo fantásticoy su ejemplo fue Lovecraft, a quienmenos como valor literario considerócomo muestra perfecta de los alcancesde la literatura fantástica, género consideradoen otro lugar, estrictamenteacotado, para mostrar que lo fantásticoopera en par indiscernible con larealidad: “que sin la contraparte de loreal el mundo de la literatura fantásticase borra, no sólo como literatura,sino también como creación imaginaria”.Pero fue el género policial elque ocupó más su atención, y no sóloporque el fantástico goce actualmentede mucha menos presencia que elotro, sino porque intenta ver qué particularinflexión se produce respectode la cuestión en autores que valora,como Dashiell Hammet o RicardoPiglia, hasta el punto de que encaróen su propia narrativa –La pesquisa– elgénero (como problema, desde luego,no como premoldeado). Por más queconsidere que “la novela negra estádefinitivamente muerta” (Saer, 1999,159), ve la posibilidad, y en esto nodiverge de otras modalidades narrativas–así la utilización por parte deFaulkner de procedimientos tomadosdel Quijote– de que esa suerte deestructura se incorpore, es decir, seaasimilada y por tanto transformada enun “sistema narrativo personal”. Delmismo modo que respecto de los otrossubgéneros acomete contra la novelahistórica –y esto particularmente apropósito de tal atribución a Zamade Antonio Di Benedetto– es contrala idea de una reconstrucción de unaépoca, con la pretensión de fidelidad,que Saer se pronuncia, y habría quedecir que, de algún modo, esta ideano deja de entrar en sintonía, o por lomenos de rozarse en algún punto, conla del “anacronismo necesario” de quehablaba, precisamente, el inventor detal categoría, el propio Lukács.En el último libro, Trabajos, hay unensayo donde retoma el tema del cantode <strong>las</strong> sirenas, ya no para mencionar aKafka y el silencio, sino para contraponerdos posibles finales junto con <strong>las</strong>varias interpretaciones que ha tenidoel texto homérico. Lo que interesa aquíson esos finales: Ulises logró llegar aÍtaca, la versión optimista, o la contraria:Ulises pereció sin poder llegar a suhogar, perdido por querer escuchar elcanto prohibido. Saer considera queuna y otra versión son correctas, yaque lo que es permanente, verdadero,es que hubo un instante en que oyóel canto, instante que se hace evidenteen el relato, <strong>las</strong> consecuencias son “unpersistente enigma” (Saer, 2005, 100).De algún modo, esto nos devuelve ala frase inicial del primer ensayo de Elconcepto de ficción, “Nunca sabremoscómo fue James Joyce” (Saer, 1997, 9),el instante de evidencia, la verdad deltexto, no se adscribe a un género, seaeste la biografía, la autobiografía o lanon fiction, en tanto:todo lo que es verificable en este tipo derelatos [lo que sería la verdad objetiva] esen general anecdótico y secundario, peroBIBLIOGRAFÍASaer, Juan José:• El río sin oril<strong>las</strong>, Buenos Aires, Alianza Editorial, 1991.• El concepto de ficción, Buenos Aires, Ariel, 1997.• La narración-objeto, Buenos Aires, Seix Barral, 1999.• Trabajos, Buenos Aires, Seix Barral, 2005.la credibilidad del relato y su razón de serpeligran si el autor abandona el plano delo verificable (Saer, 1997, 11).La combinación entre lo empírico ylo imaginario iría a favor de un gradomayor de verdad en la ampliación dehorizontes que postula.Saer habla de “modelar” lo que sepresenta en el conflicto entre verdad yfalsedad, y aunque dicha al pasar, esapalabra, nos remite a una etimologíaque ya había visto Auerbach cuando enFigura, dice que deriva del verbo latinofingere, precisamente modelar, p<strong>las</strong>mar.La defensa de la ficción de Saer no dejade mantener en vilo la oposición, esdecir, no resuelve la cuestión diciendosencillamente que todo es ficción, yaque no es en ese tipo de teorizaciónen que se encuentra, sino en unaconsideración más inmediata de losfenómenos y <strong>las</strong> teorías aledañas. Poreso va a pronunciarse también contra laotra pretensión: y aquí es Eco el blancode su crítica, en tanto defensor de “lofalso” como puro artificio que eliminaese grado de ambigüedad sin el cual laobra literaria pierde su núcleo de producciónde sentido, capaz de persistiren el tiempo.Con igual precisión que cada una desus narraciones, los ensayos de Saeraportan no respuestas –término queseguramente rechazaría– sino más bienindicios como un desafío, para encararcon igual lucidez, varias cuestiones quediariamente nos desvelan.132 13302. Nombres, linajes y recorrido132-133 132-133 13/11/06 21:31:37
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