11.07.2015 Views

Las Armas y las letras.pdf - Federación Libertaria Argentina

Las Armas y las letras.pdf - Federación Libertaria Argentina

Las Armas y las letras.pdf - Federación Libertaria Argentina

SHOW MORE
SHOW LESS
  • No tags were found...

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Trazos malditosLA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006216Ecos lejanos, voces tenues: apuntespara la crítica de H. A. MurenaPor Diego PoggieseA menudo la crítica literaria evidencia cierta perezacuando evita formularse sus preguntas fundamentales:por qué leer a algún autor, y por quéhacerlo en el momento en el que el crítico lo reclama.Diego Poggiese nos recuerda la importanciade estas preguntas cuando él mismo se preguntapor el sentido de retomar una obra ambigua ypolémica, tanto por sus lecturas explícitas comopor sus omisiones recurrentes. Se trata de HéctorMurena, cuyas provocadoras voluntades incitaronimpugnaciones sesentistas, reprobatorias desu manifiesto gusto por el “anacronismo”, queeludía pronunciarse sobre el tratamiento de losproblemas que la época reclamaba con urgencia.Murena también despertó silencios en los setenta,quizá por su intolerable pesimismo capaz desospechar del socialismo, al que equiparaba conel capitalismo tardío, como un designio fatalistade la razón instrumental de occidente. La indiferenciade los ochenta tampoco pudo encontrarallí un estímulo inspirador en un pensamientoque procede por sus propias contradicciones,torsionándose sobre sí mismo y obsesivo por losefectos polémicos de los que emergerían verdadesen un improbable, aunque empecinado, caminohacia la búsqueda de absolutos.El arte devuelve la angustiaa la boca de los hombres,toda obra (incluso maestra)desalienta al autor,humilla a quien la prueba,pues estanca el río del tiempomediante la implacable formaque es del tiempomiedo.H. A. Murena “Toda obra, toda vida”F. G. Un bárbaro entre la bellezaA veces, la crítica literaria tieneen el tiempo un aliado que corroecomo un ácido: su decurso pone aldescubierto una mayor cantidad deelementos de juicio, de apreciación,para interpelar una obra; y al mismotiempo modera <strong>las</strong> voces que se convocanen esa lectura. El paso de losaños amplifica los ecos, vuelve mássutiles los efectos, modera <strong>las</strong> pasionesy los disgustos, puede explicarmejor. Hasta cuenta con algunasmuertes, otras vejeces e incluso,en contados casos, mejores y másconfortables condiciones de vida yde trabajo que asordinan los chirridosque suponen la tensión entre <strong>las</strong>ubjetividad de un lector crispado yuna obra polémica, o bien explicanel enmudecimiento y la torpeza deun lector fascinado frente a la obraque lo desborda. El tiempo le da allenguaje crítico el espacio necesariopara que la voz se torne audible; leda a la obra la distancia para que seilumine desde una perspectiva reveladorao, al menos, justa; le da a losescritores involucrados un desfasajeque los libera de urgencias y contingencias.Algunas veces el ejerciciode la crítica encuentra en estas condiciones<strong>las</strong> posibilidades de rescatepara un autor maldito, injustamenteolvidado o silenciado. Otras, se permitela canonización de una obrapostergada. Otras más, la domesticaciónde una obra revulsiva en la consagraciónde un museo escolarizado.En los vaivenes del paso del tiempo,podríamos leer <strong>las</strong> preguntas queatraviesan la historia de <strong>las</strong> lecturascríticas de la literatura argentina:“¿Y ahora, por qué leo esto?”Nos permitimos una reflexión impertinente,que supone extender a la crítica<strong>las</strong> inquietudesque nos interpelansólo a veces,en el encuentrocon algunasmanifestacionespuntuales de laliteratura. Tales el caso de laobra de HéctorÁlvarez Murena.Escritor argentino que transitó consuerte dispar <strong>las</strong> décadas que vandesde mediados de los cuarenta hastamediados de los setenta en que murió,y cuya tenue pervivencia se dio en unsentido más o menos similar. La pregunta“quién es Murena” aún es máso menos pertinente, aunque duranteun tiempo fue casi indispensable en elinicio de cualquier lectura, ya que suslibros no se reeditaron durante másde dos décadas 1 , y <strong>las</strong> referencias alescritor aparecían ensombrecidas porel recelo o el misterio. Hugo Savino 2da cuenta de este silencio, con unenunciado provocador:Murena murió en 1975 –en mayo–.No sé si hartó de ver. (...) Nadie lo cita.A los diez años de su muerte sólo leí unbreve y bello artículo de Juan Liscano.No lo citan pero tampoco lo olvidan.(Savino, pág. 158)El tiempo le da al lenguaje críticoel espacio necesario para quela voz se torne audible; le da ala obra la distancia para que seilumine desde una perspectivareveladora o, al menos, justa; leda a los escritores involucradosun desfasaje que los libera deurgencias y contingencias.21703. Trazos malditos.indd 216-217 13/11/06 21:39:20

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!