LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006Labor bibliotecológicaQuevedo que se encuentran en dichacolección 17 , otro tanto destacan <strong>las</strong>investigadoras acerca de primeras edicionesrecuperadas, así como tambiénlos ejemplares de La Celestina queforman parte del catálogo electrónicoy sus correspondientes marcos deinvestigación. La nueva catalogaciónfacilita la información a los usuariosa través de la difusión electrónica yevita el uso innecesario de los documentoscon el consiguiente desgaste ypeligro de destrucción, sin merma delservicio al investigador.La colección fue presentada en un actopúblico en la Biblioteca Nacional enagosto de 1999, y puede accederse aella en www.bibnal.edu.arNOTAS1. Larbaud, Valery, “Notre Amérique”, Nouvelle Revue Francaise 1° de abril de 1935.2. Larreta, Enrique, Temps iluminés, Buenos Aires, 1941, p. 71.3. Cfr. Pelosi, Hebe Carmen, Argentinos en Francia, franceses en <strong>Argentina</strong>. Una biografía colectiva, Buenos Aires 1999, p. 54.4. Los datos biográficos están tomados de Epistolario de Rufino José Cuervo y Raymond Foulché-Delbosc. Edición,introducción y notas de Charles Leselbaum, Bogotá 1997, Diccionario Espasa Calpe y Alfonso Reyes, ObrasCompletas, México, 1956, 25 volúmenes.5. Merimée, E., “El Bulletin Hispanique”, Bulletin Hispanique, año I, N° 1, 1899, p. 4.6. Reyes, Alfonso, Obras Completas, México, T. XII, 1956.7. Reyes, Alfonso, O. C., T. VII, pp. 220 y 85.8. Reyes, Alfonso, O. C., T. XII, p. 233.9. Patout, Paulette, Alfonso Reyes et la France, Lille, 1981, p. 87.10. Reyes, Alfonso, O. C., T. IV, p. 233.11. Revue Hispanique, T. LXXXI, 1933.12. Libra, N° 1, 1929.13. Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, Francia, Sección Consular, Caja 1186, 1910, París, 15de enero de 1910; E. Bosch a Victorino de la Plaza, Buenos Aires, 25 de octubre de 1910; Rómulo S. Naóna Victorino de la Plaza, en que fija <strong>las</strong> condiciones del contrato para ejercer la cátedra, en el legajo figura unanota del Encargado de negocios argentino en Francia, Carlos Zavalía, que comunica la renuncia del hispanistafrancés, que no se encuentra en la documentación.14. “El catálogo, publicado en Mayenne, Imprimerie Foch, 1936, tenía como antececedente una publicaciónprevia: catalogue de la Bibliotéque Hispanique de M. R. Foulché-Delbosc, Abbeville, Imprimerie F. Paillart,1920, (...) Isabel Jones había anotado en su ejemplar del Catálogo de la subasta quienes eran los compradoresde los libros”, Francisco Marcos Marín, “La recuperación de la colección Foulché-Delbosc de la Biblioteca Nacionalde <strong>Argentina</strong> y una referencia a manuscritos de Quevedo”, Cf. Estudios de filología y retórica en homenajea Luis López Grigera, Bilbao, 2000, p. 312, N° 3.15. Max Rhode era un estudioso del Dante, vicepresidente de la Sociedad <strong>Argentina</strong> de Estudios Dantescos,miembro de la Academia <strong>Argentina</strong> de Letras, publicó libros de poesía desde cantos en 1918, obras de críticasy viajes como Carlos Obligado en el recuerdo, Lorenzo el Magnífico, Viaje al Japón, Diario de un testigo de guerraentre otros. Su contribución más importante al conocimiento y comprensión de la literatura argentina ha sido:Ideas estéticas en la literatura argentina, 4 volúmenes.16. Datos tomados de Georgina Olivetto y Verónica Zumárraga, “El fondo medieval de la colección Foulché-Delbosc”, ponencia presentada en <strong>las</strong> VI Jornadas.17. Marcos Marín, Francisco, “Libros de contenido lingüístico en la colección Raymond Foulché- Delbosc de laBiblioteca Nacional de la República <strong>Argentina</strong>”, en La Gramática. Modelos, enseñanza, historia, coord. H. Albano,L. Ferrari, M. Giammatteo, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Lingüística,pp. 71-95, 2001 y “Presente y futuro de la filología electrónica en la recuperación de la colección Foulché-Delboscde la Biblioteca Nacional <strong>Argentina</strong>”, Boletín de la Academia <strong>Argentina</strong> de Letras, LXIII, 1998, pp. 15-52.53008. Labor bibliotecológica.indd530-531 530-531 13/11/06 21:48:28
Labor bibliotecológicaLA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006532El período incunable entreBernard von Mallinckrot yPhilippe Labbé (*)Por Mario Tesler (**)Con la aparición de la imprenta comienza arevertirse el uso privativo del texto reservadopara la consulta de los estamentos dominantesdel medioevo. Incluso sus movimientos críticosiniciales no reformularon su relación con lacirculación restrictiva en función de la promesaque traía la apertura del saber. La perdurabilidadde los textos era garantizada por el sistema decopia manuscrita que configuraba coleccionesartesanales hechas sobre la base de caligrafíasornamentales. La innovación de Gutemberg quetrajo consigo los tipos móviles posibilitaba lareproducción a escala ampliada de los textos. Sinembargo, esa disponibilidad técnica no cambió <strong>las</strong>ituación. La restricción de <strong>las</strong> tiradas en pequeñascolecciones seriadas, reproducían la situaciónde exclusividad del período anterior. Huboque esperar hasta el año 1500 para que la ediciónmasiva democratizara el acceso a la lectura. Todolibro comprendido hasta la fecha mencionadarecibe la denominación de incunable, en alusiónal estado (en la cuna) de la profesión tipográfica.Mario Tesler, riguroso seguidor de los temas dela archivística y la bibliotecología, reconstruye lahistoria de la edición impresa bajo el particulardominio de esta palabra, recusada por algunos alconsiderarla eurocéntrica: el incunable.En Europa, al igual que los antiguos ylos medievales, también los exponentesdel Humanismo pensaban que todoaquello merecedor de perdurabilidaddebía ser escrito en griego o en latínclásico, el llamado sermo urbanus sobrelo cual recuerdo haber leído algo en unaobra de Ramón Menéndez Pidal y delcual nos habla Guillermo Díaz Plajaen su Historia del español, a través de laimagen y el ejemplo. Es decir que la irrupciónde este movimiento en el Medioevosolamente buscó un re-florecimiento delsaber con sentido esotérico; todos loscaminos del conocimiento continuaronlimitados a una reducida proporción endonde los más no ingresaron.Tal concepción fue invariablementerespetada mientras persistieron <strong>las</strong>multiplicaciones de copias caligráficas,brillantemente enriquecidas con ornamentos,y condenadas casi al sueñoeterno en palacios y monasterios; estadoque era alterado a veces, pero tansólo cuando se trasladaban <strong>las</strong> copiaspara engrosar otras colecciones. No eraésta la razón de su existir pensada porlos autores, pero sí la consecuencia impuestapor la realidad de la época.La aparición del libro impreso con elempleo de tipos móviles, al suplantarel viejo sistema de copias manuscritas,inicialmente no alteró tal situación.Por el contrario, se procuró mantenerla.Los impresores al constatarque los grandes señores se oponían aingresar en sus bibliotecas el productode este nuevo arte, al que llamaronarte bastardo, restringieron el númerode ejemplares de cada edición, latirada rara vez excedía la cantidad detres centenares.De estas ediciones, calcularon estimativamenteLucien Febvre y Henri-JeanMartin, el 77% estaba en latín, un 7% en italiano, entre un 5 y 6% en alemán,de 4 a 5% oscilaban los impresosen francés, y tan sólo 1% en flamenco.Cabe agregar que, en proporciónmenos significativa, también <strong>las</strong> huboen idioma catalán e inglés y con caracteresen hebreo y cirílico.Luego, mediante una presentacióncapaz de confundir el impreso con unacopia manuscrita, trataban de mantenerel posible mercado adquisidor.Para lograr este propósito, a los ejemplaresque primeramente se imprimieronse les fueron agregando notasmarginales manuscritas con <strong>letras</strong> dela época, grandes iniciales miniaturadasy abreviaturas en el texto. Encuanto a la omisión del colofón, eltítulo del libro escrito en los cantos,la ausencia del índice, de capítulos ypárrafos y otras imperfecciones, aunquedecisivas para el camuflaje en lacomercialización, fueron también elresultado del período de prueba por elque transitaron todos los talleres tipográficoseuropeos. De aquellos libros,los ejemplares que llegaron a nuestrosdías evidencian que <strong>las</strong> distintas funcionesen esos talleres tipográficoseran desempeñadas por todos. Fue elperíodo de los practicantes.Esta tendencia necesariamente engañosaen los impresores se mantuvohasta tanto <strong>las</strong> cliente<strong>las</strong>, entonces integradaspor los señores de la nobleza yde <strong>las</strong> jerarquías eclesiásticas, advirtieronel engaño. Después, el consecuentefracaso comercial que sobrevinodeterminó la búsqueda de un mercadonuevo, para lo cual ya no fue necesariosino el permanente esfuerzo en el perfeccionamientodel arte tipográfico,salir de la cuna, de la etapa de inicio.Por aquel entonces el Viejo Mundocomenzaba a convulsionarse por unmovimiento de carácter religioso, conel acompañamiento de un sustancio-53308. Labor bibliotecológica.indd532-533 532-533 13/11/06 21:48:29
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