Tribunas literarias, memoria editorialLA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006482La editorial Jorge Álvarez,cenáculo de los sesentaPor Ana Mosqueda (*)Si bien la década del 60, período de rebeldíasinquietantes, marcó a la editorial Jorge Álvarez,recíprocamente el mundo cultural de esos añoslleva su sello impuesto con un sesgo que sueleimpregnarse de nostalgia cuando esta editorial esrememorada en nuestros tiempos.Álvarez fue un activo constructor de un perfil delector y de una específica relación autor-editorlectorque redefinió los temas de lectura al calorde la publicación de autores argentinos –frecuentementedespreciados por <strong>las</strong> elites tradicionales–y de la expansión de la narrativa latinoamericana.Fue un curioso explorador de textosa los que rescató de la invisibilidad. Impusoun estilo de editor infrecuente y conformó –talcomo indica Ana Mosqueda– un catálogo eclécticoy ambicioso aun cuando esas obras tuvieranla prohibición como un destino insospechado.Jorge Álvarez editaba cuando esa pulsión comprometíalos azares de la individualidad bajo lamirada atenta de despachos oficiales que anunciabanun momento de peligro.IntroducciónIntentar construir la historia de laedición de un país significa adentrarseen un itinerario cultural, socialy político que se abre en múltiplesbifurcaciones, pues la edición reflejatal vez como ninguna otra industriacultural <strong>las</strong> circunstancias de su tiempo.Pero la tarea puede ser encarada dediversas formas, desde el análisis de ladimensión económica de la actividad,a partir de datos de producción, hastael estudio de <strong>las</strong> políticas públicas quefavorecieron o perjudicaron en cadamomento la publicación de libros.Una modesta contribución puedehacerse, emulando en ínfima medidaa Carlo Ginzburg 1 , si se focaliza lamirada en la historia de una editorialque p<strong>las</strong>me la relación lector-editorautoren un determinado momento ylugar. Tal es la forma elegida para esteartículo y la editorial es Jorge Álvarez.Me baso para ello en la memoria y eltestimonio de aquellos que trabajaronen la empresa editorial y conocieron asu fundador, Jorge Álvarez 2 .Los sesentaCuando alguien rememora la década delsesenta, dispara en aquellos que de algunamanera la transitaron o que conocensu significación histórica, una serie deimágenes relacionadas con el pop, latransgresión y la rebeldía, pero al mismotiempo evoca un período de pasión desbordantepor los libros. Una pujante einquieta c<strong>las</strong>e media “ilustrada”, cada vezmás numerosa, construía, en la medidade sus posibilidades, una biblioteca enla que no podían faltar ciertos librosclave para estar a tono con los tiempos.Los nuevos lectores, muchos de ellosde sólida formación y gran capacidadintelectual, se interesaban por la historiay la política argentinas (también latinoamericanas)y se volcaban con fruición ala lectura de los autores nacionales, hastaentonces frecuentemente menospreciadospor <strong>las</strong> elites culturales.Por su parte, editores y medios decomunicación (principalmente laprensa gráfica) contribuían a la expansióndel mercado,al utilizar novedosasestrategiasde captación depúblico, como losreportajes a escritores,en los queeran interrogadosacerca de cuestionespolíticas ysociales, ademásde literarias, y laorganización de presentaciones y lanzamientosde libros, coloquios, firmade ejemplares, mini-ferias, etcétera.<strong>Las</strong> editoriales que se orientaban alpolo cultural (como Jorge Álvarez–en adelante, JA–, Losada, Emecé,Sudamericana, EUDEBA, CompañíaGeneral Fabril Editora, De la Flor,Galerna) daban cuenta en sus catálogosde <strong>las</strong> nuevas tendencias y aprovechabanlos canales de difusión ypromoción cultural que les ofrecíanlos medios gráficos, entre ellos especialmente<strong>las</strong> revistas culturales y lossemanarios. El nuevo público, siempreen la búsqueda de <strong>las</strong> novedades,descubría que la “actualidad” incluíatambién a los libros 3 y encontrabauna guía cultural en semanarios comoPrimera Plana y Confirmado.En un proceso que abarca aproximadamentede 1962 a 1968 y que algunosdenominaron el boom del libro argentino(que por otra parte acompañó a otroCuando alguien rememora ladécada del sesenta, dispara enaquellos que de alguna manerala transitaron o que conocensu significación histórica, unaserie de imágenes relacionadascon el pop, la transgresión y larebeldía, pero al mismo tiempoevoca un período de pasióndesbordante por los libros.48307. Tribunas literarias.indd 482-483 13/11/06 21:46:31
LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006Tribunas literarias, memoria editorialTribunas literarias, memoria editorialLA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006Álvarez daba a cada uno de suscolaboradores completa autonomíaen su área, pero al mismotiempo decidía acerca de todo“con absoluta arbitrariedad”,como dice Julia Constela.discutido boom, el de la novela latinoamericana),la industria del libro “se reponede su caída entre 1954 y 1958 y crecenotablemente” 4 . Es en esos años que “seda el segundo y último período favorablepara la edición, sustentado en la difusiónde la literatura hispanoamericana” 5 . <strong>Las</strong>editoriales ya establecidas en el mercado(Emecé, Losada, Sudamericana)prosperaron y al margen de el<strong>las</strong> surgieronotras, de menor envergadura,“que dieron cabidaa escritoresque representabantemáticas más afinesa la problemáticanacional” 6 .De este modo seincorporaron alespacio socio-cultural nuevos autores,a la vez que cobraron renovada fuerzaotros ya reconocidos, cuyas primerasobras fueron reeditadas. Entre estaspequeñas empresas se encuentra JA,que nació tan sólo un año después de laaparición del semanario Primera Plana(1962), fecha que Silvia Sigal establececomo un mojón de “la instalación de losnuevos tiempos” 7 .El editor en su laberinto[...] Me alegro de que Álvarez publiqueReunión; ya es tiempo de que Diosempiece a reconocer a los suyos. (JulioCortázar, “Carta a Francisco Porrúa”,30 de noviembre de 1964).Una planta baja angosta y larga con unentrepiso no muy grande, un ampliosubsuelo destinado a la administracióny el depósito constituyen el sugestivoespacio en el que se movía lo mejorde la intelectualidad argentina de ladécada, la flor y nata de <strong>las</strong> artes y <strong>las</strong><strong>letras</strong>. Allí, en Talcahuano 485, fundóJorge Álvarez en 1963 su librería-editorial.Luego de haber trabajado comoempleado en la librería jurídica DePalma, Álvarez se relacionó con abogadosy editores de revistas de derechoa los que convocó para su proyectoeditorial, entre ellos Alberto Ciria yJorge López. Pronto se sumó un grupode gente de enorme talento que loasesoró en <strong>las</strong> distintas áreas: Susana“Pirí” Lugones y Rodolfo Walsh (hoydesaparecidos, asesores literarios), JuliaConstela (directora de la famosa colección“Crónicas”), Rogelio García Lupo(asesor, junto con Ciria, en el área depolítica), Guillermo Harrison, DanielDivinsky, Jacobo Capelluto –contador–,Juan José Lecuona (el libreromás educado de Buenos Aires, según elpropio dueño de la editorial). RogelioGarcía Lupo, por ejemplo, fue asesordurante toda la existencia de la editorial.En 1962 había escrito y editadopor su cuenta La rebelión de losgenerales, un libro acerca de la crisisdel gobierno de Arturo Frondizi y elgolpe militar. A dos semanas de suaparición, el libro fue prohibido por elMinisterio del Interior del gobierno deJosé María Guido mediante un decretodel Poder Ejecutivo. En una época detanto interés por los acontecimientoscontemporáneos, la prohibición diolugar a que se vendiera toda la ediciónque “como era lógico” 8 se comercializabapor debajo del mostrador. Y uno delos que más lo vendió fue Jorge Álvarezen la librería De Palma. Así fue comose conocieron. Más tarde, García Lupollevó a la editorial a Rodolfo Puiggrós ya Ricardo Rojo, este último autor de ungran éxito, Mi amigo el Che, del que sevendieron 30.000 ejemplares. El librofue publicado en 1968, poco tiempodespués de la muerte del Che.Álvarez daba a cada uno de sus colaboradorescompleta autonomía en suárea, pero al mismo tiempo decidíaacerca de todo “con absoluta arbitrariedad”,como dice Julia Constela.En un principio editó a GermánRozenmacher y a Dalmiro Sáenz, y “alaño de sus primeros títulos, la mejorliteratura del momento ya tenía algunaque otra representación en el catálogo”9 . Escritores consagrados juntocon desconocidos que “morían” porser publicados y cuya valía el tiempoterminó confirmando, tanto como laagudeza del editor.¿Qué distingue a Jorge Álvarez de otroseditores argentinos de la época? SergioPujol caracteriza a estos editores comointelectuales más o menos progresistas,que pasaron de tener un puñado de títulosen prensa a convertirse en productorescasi masivos de libros 10 . Aunquecertera, esta definición no es suficientecuando se aplica a Álvarez y se puededecir que le resta mérito. Una mezclade creatividad, perspicacia y savoir faireenvuelve a este “personaje surgido de uncuento de Scott Fitzgerald” 11 . El agenteliterario Guillermo Schavelzon, quecomenzó a trabajar en JA a los 19 años,asegura que fue Álvarez quien modernizóla edición en los sesenta y se anticipóal “editor” como figura casi pública(en el sentido del publisher). Inventabalibros (por ejemplo, cuando se le ocurrióreunir <strong>las</strong> tiras semanales de Quinoen un libro), hacía encargos a algunosautores (lo que no estaba permitido porciertos códigos éticos) o les pagaba aotros una cuota mensual por escribir.Intuición para crear un catálogo eclécticoque atrajera al nuevo público nole faltaba, pero además, Álvarez tuvola capacidad de interpretar el espíritude la época, de convertirse en uneditor-faro seguido por sus lectoresy requerido por los escritores. Unpríncipe del Renacimiento, lo llamaJulia Constela, quien además de asesorafue directora, entre 1963 y 1964,de la más afamada colección de laeditorial, <strong>las</strong> “Crónicas”, que revelanla impronta moderna que Álvarez ledio a sus publicaciones. En este puntoes preciso recordar que el cuento orelato breve tuvoun papel relevantedentro del“boom” latinoamericano12 , demanera que laeditorial acompañabauna modalidadque otraseditoriales másgrandes, comoEUDEBA, tambiénadoptaron.Sin embargo, enel caso de JA, laclásica antologíafue reemplazadapor una selecciónde distintos autorescon unidad temática: eran crónicasdel pasado, del amor, de la burguesía,de Buenos Aires, del sexo, etcétera.Constela escribía los prólogos y <strong>las</strong>biografías de los autores, que resultaban“muy insolentes –según su autora–porque los tomaban un poco enbroma”. Por otro lado, la directora dela colección tenía libertad para escogerlos autores, y lo hacía de manera quehubiera en cada una de <strong>las</strong> Crónicasun autor de mucha fama y reconocimiento,otros menos conocidos yalguno nuevo; en la primera, porejemplo, <strong>las</strong> Crónicas del pasado, el ejede atracción fue Ernesto Sabato, quienpor otra parte publicó aquí su únicocuento. En ese volumen también se484 48507. Tribunas literarias.indd 484-485 13/11/06 21:46:33
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