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Las Armas y las letras.pdf - Federación Libertaria Argentina

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LA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006Reflexiones sobre la condición intelectualReflexiones sobre la condición intelectualLA BIBLIOTECAN° 4-5 | Verano 2006El escritor es también, y quizásobre todo, un crítico del lenguaje.Porque está sometido ala extraña paradoja de tener quemanejarse con la lengua corriente,con la lengua de la comunicación,para expresar aquello que élimagina, que él está produciendo,y para lo que no alcanza conla lengua de la comunicación.y no acaba por encontrar su verdaderositio, mientras nuevos y refinadossistemas se combinan para mantenerlaen una incómoda ambigüedad. <strong>Las</strong>“ilusiones literarias” retroceden díaa día ante la indiferencia crecientede quienes necesitan y recompensan<strong>las</strong> cosas concretas, palpables, eficaces,evaluables. Pero también avanzanbajo <strong>las</strong> catacumbas de los hospitalespsiquiátricos y de <strong>las</strong> antiguas yrenovadas prisiones, descubriendo quémagnos rencores concita, qué altaspotestades hiere.Lo cierto es que sólo poquísimasdemocracias actuales toleran (y el usocasi habitual de este verbo es de por síharto significativo) el ejercicio irrestrictode la libertad de escribir y depublicar. Pero, hasta en el<strong>las</strong>, sectoresmuy importantes del poder social (y,en oportunidades, del oficial) inhiben,perturban, atacan o impidenel conocimientoy la difusiónde determinadasobras o textos.Hay también unacensura (unasveces larvada,otras evidente,otras que, afortunadamente,quedancomo intentos)en distintoscanales de exposición o de comunicación,que evita o demora el conocimientode ciertas creaciones literarias,o que, desde el origen, es decir en laproducción, mediante la presión económico-financiera,paraliza o coarta lalibre expresión artística.Pese a todo, en dichos regímenes democráticosnos encontramos, evidentemente,lejos de fenómenos del tipo de la censuranazi o franquista, o de “casos” comolos de un Boris Pasternak, un HebertoPadilla, un Breyten Breytenbach o unSalman Rushdie.(Sería motivo de otras conjeturas elhecho, históricamente probado, deque el carácter bárbaro de ciertosregímenes haya comenzado a manifestarse,casi constantemente, por suvelocidad y dureza en la represión demanifestaciones estéticas, ratificandode tal modo interesantes hipótesissobre los componentes tan peculiaresde esta actividad humana.)(Y, aun, de otras conjeturas más, elhecho, en apariencia paradójico, deque los regímenes llamados socialistashayan alentado durante su vigenciaun arte obediente, compuesto y ordenado,temiendo toda prolongaciónde los desarreglos y utopías vanguardistasque, en sus orígenes, habíaninspirado y acompañado <strong>las</strong> luchasrevolucionarias.)Los dilemas están entre los tantos(no los más graves, probablemente;sin embargo, significativos) que laépoca de <strong>las</strong> computadoras, el controlde cuerpos y de cerebros, y launiformidad en cadena, plantean almínimo hombre. Pero así como éstesiente que su trabajo, en medio delintrincado mundo, parece no valernada (y constituye, no obstante, labase y el alimento de todo), otrostan comunes y tan problematizadosindividuos, dedicados en este caso auna práctica social específica, puedenllegar a sentir que si sus menguadosmovimientos ciertas veces alcanzan airritar de ese magnífico modo, quizásalberguen en su propia textura, en supropia conformación, tal vez en supropio ejercicio, insufribles datos deuna tarea de remoción del presente,huel<strong>las</strong> insoportables de un porvenir.¿Acaso porque la ficción dibuja unmundo donde <strong>las</strong> normas, <strong>las</strong> consignas,<strong>las</strong> leyes, importan por lo que noimporta, pueden por lo que no puede,hacen “contar” lo que no cuenta?¿Acaso porque, liberada de <strong>las</strong> compulsionesde “lo real”, la ficción poneen tela de juicio, desde el más alejadopolo, <strong>las</strong> condiciones de producción yde reproducción de todo “lo real”?El escritor es también, y quizá sobretodo, un crítico del lenguaje. Porqueestá sometido a la extraña paradojade tener que manejarse con la lenguacorriente, con la lengua de la comunicación,para expresar aquello que élimagina, que él está produciendo, ypara lo que no alcanza con la lenguade la comunicación.El escritor es el único artista que debevivir en medio de esta contradictoriaambigüedad: servirse de un lenguajeque, aparentemente, ya existía antes,independientemente de su arte (loque no sucede ni con la música ni conla pintura ni con la escultura ni conla arquitectura), el lenguaje que todossus congéneres usan para la comunicación,y escribir, supuestamente, enla lengua corriente entre sus conciudadanosy contemporáneos, cuandoen realidad está recreando esa lengua,distorsionándola, transformándola,inventando otra lengua en la que,como dice en uno de sus magníficosepigramas Ernesto Cardenal, quizápurifique en sus poemas el lenguajedel pueblo “en el que un día seescribirán los tratados de comercio,la Constitución, <strong>las</strong> cartas de amor, ylos decretos”.No hay probablemente nada que atentemás contra un orden establecido, ybien o mal defendido, que la utopía:su empecinado horizonte es el defundar nuevos mundos, nuevas reg<strong>las</strong>(o la falta de el<strong>las</strong>), nuevos órdenes (ola falta de ellos) que hagan más felizla vida del hombre sobre la tierra.Pero, de todas <strong>las</strong> utopías conocidas,la de fundar un nuevo lenguaje es lamayor y la más radical porque, siendola que da origen a <strong>las</strong> otras, está tambiénen su fin:sólo hablándosede otro modo,escuchándose yentendiéndose deotros modos, serealizará la fraternidad.Y puestoque no otra cosaes la literatura,un lenguajenuevo, una permanentecreaciónde lenguaje, unainvención quecada gran escritorrecrea personalmente¿cómono habría de sertransgresora?Los malos entendidosson numerosos,pero (sila simplificación me es permitida)podrían ser reducidos a uno: desdeópticas a menudo distintas se ha tratadosiempre de establecer una suertede acuerdo entre literatura y moral. Yla primera, como no podía ser de otraforma, se ha resistido a lo largo de lossiglos. Simplemente, porque <strong>las</strong> leyesque gobiernan la actividad estética yliteraria no son <strong>las</strong> mismas que rigenel comportamiento social. O, en todocaso, determinados comportamientosdel presente. Ésos que condenan aSade, a Flaubert, a Michelet, en funciónde principios consagrados, fundamentoscontra los cuales, es cierto,atenta la obra, que es, casi siempre,338 33905. Reflexiones sobre la condici338-339 338-339 16/11/06 22:46:54

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