Edição Nº 19 - Uneb
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Pablo Heredia<br />
Para Rodrigues, el “negro” carecía de voluntad.<br />
Aún maduro fisicamente era como un niño:<br />
“...num meio de civilização adiantada (...) êle<br />
destoa...”, porque “...conservou vivaz os instintos<br />
brutais do africano...” y en consecuencia<br />
“é rixoso, violento nas impulsões sexuais, muito<br />
dado à embriaguez...” (<strong>19</strong>57, p.117). Como un<br />
evolucionista coherente, el médico brasileño<br />
aceptaba que la institución de la esclavitud había<br />
desaparecido (su periodo estaba concluido), pero<br />
como el “negro” no desaparecería, como el caso<br />
del indio, la clave consistía en pensar el mestizaje<br />
como una posibilidad de homogeneización social.<br />
El mestizaje podría sobrevivir en un Orden si se<br />
determinaban primero y se respetaban después,<br />
las leyes de la “Civilización”, condicionadas por<br />
la “responsabilidad penal”, diferente según las<br />
razas, ya que cada una de éstas estaba en una<br />
fase diferente de la evolución humana. Pero no<br />
es terminante, la Otredad, en cualquiera de sus<br />
formas, era un Monstruo que podía sosprender<br />
a través de su atavismo (las “patadas de<br />
ultratumba”, decía el argentino Bunge). Y de<br />
hecho, la mestización en Brasil se estaba dando,<br />
decía Rodrigues, en malas condiciones: la<br />
criminalidad del “negro” es hereditaria, y por lo<br />
tanto, un mestizaje implicaría tener al monstruo<br />
en la “mismidad”.<br />
Al indio le faltaba “a consciência plena do<br />
direito de propriedade” y “...a impulsividade<br />
[...domina] a livre determinação voluntária e destrói<br />
pela base tôda e qualquer responsabilidade<br />
que se funde na liberdade do querer.” (RODRI-<br />
GUES, <strong>19</strong>57, p.140-141). Para Rodrigues, el<br />
mestizo, una fatalidad exasperante para el “científico”,<br />
era un “degenerado” por causa de<br />
males hereditarios, tales com el alcoholismo, su<br />
carácter licencioso y “as emanações miasmáticas”<br />
(<strong>19</strong>57, p.144). Asimismo, aclaraba sobre la<br />
clásica mulata, para alertar a los líricos románticos<br />
y literatos en general, que la atracción por<br />
ella no era más que una excitación genésica, ya<br />
que es un tipo anormal que, obviamente, despertaba<br />
perversiones sexuales mórbidas (<strong>19</strong>57,<br />
p.145). Con esta observación, Rodrigues estaba<br />
agregando un elemento ya mencionado en el<br />
cientificismo positivista: el sexo y las mujeres.<br />
Construcciones científicas, por definición metodológica,<br />
ateas (o al menos agnósticas), estos<br />
Monstruos se configuraron en el imaginario<br />
biologicista desde un pecado original que, aparentemente,<br />
no podía redimirse. Pero como el<br />
Monstruo – “negro”, y por ende – más adelanteel<br />
Monstruo-Mestizo, por sus capacidades físicas,<br />
podía adaptarse al medio físico mejor que el<br />
Blanco-europeo, era posible una alianza: materia-<br />
“negro” más inteligencia-“blanco”.<br />
Sobre el “indio” parco, triste y<br />
vengativo: Alcides Arguedas<br />
La cita del comienzo, extraída de Pueblo<br />
enfermo (<strong>19</strong>09), tiene su exégesis. El “indio” fue<br />
la Otredad revulsiva para Arguedas, no tanto por<br />
su “maldad violenta” (no le había hecho males al<br />
blanco, sino más bien todo lo contrario, estaba<br />
en las peores condiciones debido al maltrato del<br />
español colonizador) sino por su identidad<br />
impasible, su vacío ontológico. El “indio” “vegeta”<br />
en el Altiplano: la pampa bárbara se proyecta<br />
en el “indio” bárbaro en una sola entidad. Su<br />
“espíritu” era bárbaro porque estaba modelado<br />
por la barbarie de la tierra. “Dureza de carácter”,<br />
“aridez de sentimientos” y “ausencia de afecciones<br />
estéticas”, provocaban a su vez, “ánimo sin<br />
fuerza”, “dolor” y “pesimismo”. Lo que podía<br />
llegar a nacer de esos caracteres era todo “pura<br />
ficción”, como una condición natural del “indio”,<br />
quien moldeaba una ética y una religión manifiestas<br />
en una “ausencia de aspiraciones”, y en<br />
una “limitación hórrida de su campo espiritual”.<br />
No había en el “indio” exaltación pasional como<br />
en los Monstruos de Rodrigues, ni deseos, todo<br />
en él era parco, pobre, frío, desamor; duro por<br />
un lado, y rencoroso, egoísta, cruel, vengativo,<br />
desconfiado cuando odia y sumiso cuando ama,<br />
por el otro. Sin embargo, gustaba de las fiestas<br />
(y de sus ropas y del alcohol): allí estaba su única<br />
dicha. Pero el “indio” asustaba también porque<br />
su apariencia física contrastaba estéticamente<br />
con el gusto del intelectual boliviano: color<br />
cobrizo pronunciado, greña áspera y larga, ojos<br />
de mirar esquivo y huraño, labios gruesos, conformaban<br />
el “conjunto de su rostro poco atrayente<br />
(...) que no acusa ni inteligencia, ni bondad”, todo<br />
en relación, también, “al conjunto de líneas áspe-<br />
Revista da FAEEBA – Educação e Contemporaneidade, Salvador, v. 12, n. <strong>19</strong>, p. 53-60, jan./jun., 2003<br />
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