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dedicatoria

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Cómo olvidar jugar a los cocos en finados y entretenerse con el trompo, provocando la<br />

rivalidad entre los jugadores de la Junín, con los de la Silva y Texeira; divertirse con los<br />

famosos coches de madera, que encebando la tabla con cáscara de plátano, se subía y se<br />

bajaba la cuesta; o jugar a la pelota de guante, aunque muy poco, a las carreras con<br />

zancos, a las carambolas, al boliche con cocos, a la perinola, y al palo encebado.<br />

Pero otros juegos como el billuso y zumbambico, tampoco se quedaban atrás. El billuso<br />

se jugaba con las cajetillas de tabaco, se los convertía en billetes y según la marca del<br />

tabaco, valía el billuso y se jugaba, se tiraban dos billetes contra la pared, si caían del<br />

mismo lado el primero ganaba el juego, caso contrario ganaba el compañero. En tanto,<br />

para el zumbambico se jugaba con tillos, se los aplanaba en las vías del tren cuando<br />

pasaba el tranvía, y se les hacía un orificio para atravesarlos por una piola.<br />

Los huevos de gato, otra inolvidable forma de esparcimiento, consistía en cavar<br />

pequeños hoyos en la tierra, del tamaño de una pelota de tenis con la que se jugaba, se<br />

asignaba un orificio y un número a cada jugador, el número que se nombraba tenía que<br />

seguir al resto y pegarles con la pelota, a aquel que le topaba se le anotaba un punto o<br />

una pepita en su respectivo hoyo, hasta llegar a diez; al final se comparaba quien había<br />

alcanzado más puntos para según el número pegarle con la pelota por la espalda.<br />

Los muchachos se entretenían con el juego del rin rin, y de los marros, éste último se<br />

jugaba de forma parecida al béisbol, pero con la mano y una pelota hasta acumular<br />

puntos; también se hacía excavaciones en la tierra, tingando las bolas de hueco en hueco.<br />

Los niños del catecismo jugaban en la casa de la Familia Silva o en las canchas de tenis<br />

del Sr. Benalcázar; las niñas se entretenían, unas, con el juego de la macateta, de las<br />

ollas encantadas, de la rayuela, y otras, preferían dedicarse a sus labores manuales,<br />

bordados o a sus estudios de piano, pero todos se reunían sin distinción de raza, color o<br />

posición económica. En cambio, los más jóvenes, después del juego, optaban por<br />

realizar las recordadas melcochas bailables, con el pretexto de bailar y conocer nuevas<br />

amistades. Y los adultos, se reunían para jugar cuarenta, o para afianzar sus lazos<br />

sociales.<br />

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