La venganza de los araucanos se apartaba mucho de la noción española a la fecha de laconquista. Los primeros la sentían como una necesidad colectiva o como una regla social,que podía atenuarse, convertirse en sistema de lucro, pero nunca perder este carácterdistintivo. Entre los segundos la venganza existía únicamente como noción jurídica, esdecir, como idea abstracta o metafísica consignada en los códigos de la nación. Sepracticaba individualmente, como en todos los países civilizados, pero su ejecuciónimportaba, por cierto, una responsabilidad como cualquier otro acto justiciable. No menordistancia existía entre el orgullo de las dos razas. En los españoles del siglo XVI habíatomado las proporciones de un delirio de grandeza nacional y no limitado a individuos o acastas. Tenía su manifestación principal en el afán nobiliario con su exuberancia deescudos, emblemas y blasones, aspiración obsesionante de todos; en el sentimiento delhonor exagerado y de los principios caballerescos, en la profesión esencial de las armas,valor indomable y en el culto a la mujer.<strong>El</strong> orgullo araucano se manifestaba más restringido a los caciques, a los hombres deautoridad y más exclusivos a las cosas externas, al traje, a los adornos, pinturas del rostro,fanfarronadas contra el enemigo, desafíos singulares, anhelos de hacer cautivos eimpresionar a los asistentes de una reunión por la abundancia de provisiones y detallesformalistas.La literatura de una raza da la medida exacta de su estado moral y de su carácter. Laliteratura oral de los araucanos expresa por medios muy simples, rudos y sin pulimentos lasimágenes y los sentimientos de que vive la sociedad; transparenta muy bien su mentalidad.En los cuentos aparecen los animales dotados de las mismas cualidades del araucano: laastucia desempeña un papel preponderante; el robo al desconocido, la vanidad ilimitada delindio, el amor instintivo, el desprecio por la mujer, aparecen también en tales relatos.Los espíritus superiores se hallan dominados por las mismas pasiones humanas y no sepreocupan absolutamente del valor moral de sus encargos. En los cuentos míticos resaltanel terror en que vive la colectividad y la atmósfera de lo misterioso, de lo mágico, quesaturan el ambiente social. Los mitos sanguinarios simbolizan la primitiva antropofagia.En las canciones o prosa rítmica se nota la simplicidad del sentimiento y su distancia de lasabstracciones que revisten un sello más elevado; en la forma son casi pueriles y llenas defrases repetidas.La rama de psicología que trata de los caracteres (la etología) explica fácilmente el quecorresponde a los individuos, aislados o en grupos, tomando como base, en lugar de lasfacultades intelectuales, los sentimientos, las emociones y las tendencias que predominanen ellos, o sea, todo lo que constituye la vida afectiva.Los sentimientos son, por consiguiente, el mejor guía para determinar los rasgos salientesdel carácter de las colectividades indígenas.
Algunos elementos afectivos pueden crecer en intensidad y tender otros a debilitarse ydesaparecer, pero la evolución del sentimiento está estrechamente ligada al progreso de lainteligencia.<strong>El</strong> araucano, como perteneciente al tipo motor, dirigía su actividad diaria al cultivo ydesarrollo del sentido muscular. Se manifestaba, por lo tanto, sumamente dedicado a lasoperaciones de agilidad, destreza y otras que abarcaban mucha variedad de movimientos.Llegó a ser por esto gran caballista, jugador de pelota y de chueca, bogador, hondero,lancero, andador, corredor y secundariamente danzante.A esta disposición muscular hay que atribuir la facilidad tan desarrollada del araucano paraimitar los movimientos de los demás, sea de los propios individuos de su raza, sea de losextraños, lo que ha dado mucha fijeza y uniformidad a los actos ceremoniales, a los juegosde fuerza y agilidad, a las ocupaciones domésticas y formulismo social.Relacionada con el tipo motor del araucano debe estar, acaso, otra marca relevante de sucarácter, la astucia antigua aplicada a la guerra y consistente en armas trampas, haceremboscadas, simular retiradas y huir de manera que se acortara el espacio y el enemigo nole diera alcance. Sin duda que el indio almacenaba en su memoria especial muchasimágenes de las costumbres de los animales y peripecias de la caza.Dada la organización mental del araucano, los sentimientos sugeridos de la intelectualidadse manifestaban deficientes, casi nulos. Impotente para contraer el hábito de lasabstracciones y las generalizaciones, su espíritu tomaba un giro a lo esencialmente objetivo.La distancia de las sociedades bárbaras de América a lo abstracto, constituía un estigmageneral.Era, pues, inepto el indio antiguo para concebir conceptos demasiado complejos; susrelaciones no salían del límite de los simple y de lo práctico. Falto de representacionesintelectuales, imagen o idea, el registro de los sentimientos que formaban su carácter, fuerade los que se originaban de su disposición motriz, aparecían escasos y de ordinarionegativos.Era impulsivo y por lo común no mediaba un espacio apreciable del tiempo entre laimpresión y la ejecución, porque el sujeto no tenía el hábito de deliberar sus actos; solíanquedar éstos sin concluirse por suspenderse su realización. Provenía de aquí la volubilidadcaracterística del indígena.La impresionabilidad rápida favorecía la perpetración de actos violentos, de impulsiónrefleja, de los que se llaman crímenes en los países civilizados.Pero esta volubilidad de espíritu no imprimía a su carácter un sello habitual de turbulencia,ligereza, expansión, de algo semejante a la alegría. Al contrario, lo sobresaliente, locaracterístico en él era la frialdad, el aspecto taciturno de su ser, la placidez, la indiferenciairreductibles.
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