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El pueblo mapuche - Folklore Tradiciones

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«Antes, las mujeres, cuando traicionaban a sus maridos, se entregaban inmediatamente asus padres.Cuando el padre de la niña no tenía otra hija soltera, joven, debía devolver todos losintereses que había recibido por ella.Si no entregaba por bien, venía un malón.Devolviéndole otra hija a su yerno, no hay ninguna cuestión. La mujer que ha cometido lafalta se queda en casa de su padre; es dueña de casarse con otro».A pesar de la dilatación que había tomado el resarcimiento en el robo femenino, la libertadde matar al seductor y su cómplice no prescribió en el derecho consuetudinario. Aplicabanesta pena especialmente los caciques, en cuyos hogares alguna de sus mujeres solíadelinquir, por la acumulación de varones en una misma habitación y a veces comoconsecuencia del olvido del jefe en llenar las funciones sexuales conforme a las costumbresde la vida de poligamia. Algunas mujeres solían quebrantar la fidelidad con mocetonesgallardos o con los hijos de las otras del mismo tálamo.<strong>El</strong> ofendido se cercioraba en persona de la infidelidad o daba el hecho como real con el solodenuncio de la mujer mayor, la más antigua (onen domuche). Bastará recordar un incidentepara saber cómo se procedía en todos los casos análogos. José Calvun era un reputadocacique del distrito de Huequén, un poco al oriente de la actual ciudad de Angol. Poco antesde la fundación de este <strong>pueblo</strong>, se le fugó hacia la costa una de sus mujeres con un mocetónde la casa. Con unos cuantos hombres de lanza los persiguió en persona. Les dio alcance enlos cerros de Nahuelbuta, no muy lejos de sus dominios. Como el mocetón carecía debienes con qué pagar el robo recién cometido, ahí mismo hizo lancear a los dos.Cualquiera manifestación de amor a la mujer con dueño se reputaba como indicio decompromiso oculto, como alguna indicación hecha por medio del lenguaje de gestos, tanextendido entre los indios; palabras en voz baja, tocamientos disimulados de manos u otrosmiembros del cuerpo. Este celo exagerado del indio contribuía a marcar con mayorpronunciamiento la separación que existía en todos los actos de la vida cotidiana de losaborígenes: había dos ambientes domésticos, que nunca se confundían, uno para loshombres y otro para las mujeres. Hasta en las expansiones de las fiestas no se toleraba lacomunicación de los dos sexos.Abrazar y besar a mujer ajena constituía, sobre todo, una prueba evidente de inteligenciaamorosa y clandestina para los araucanos modernos. <strong>El</strong> beso fue costumbre importada porlos españoles. Hasta los siglos que siguieron a la conquista, la manifestación de amorgeneralizada consistía en que el hombre restregara una de sus mejillas o las dos con la de suamante. Tal exteriorización del sentimiento amoroso ha sido común, por lo demás, a casitodas las sociedades primitivas y aún a las en estado superior de barbarie. Este contacto

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