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El pueblo mapuche - Folklore Tradiciones

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<strong>El</strong> cronista Núñez de Pineda y Bascuñán, va dejando constancia de esta memoria de loslugares y del prodigioso sentido de la orientación entre los araucanos en la primera parte desu libro, al narrar las peripecias de su viaje de cautivo al interior de la tierra en días detempestad deshecha. A esas páginas pertenece la siguiente cita:«Ya con la resolución última el compañero (Maulican) había subido en su caballo, y comoiba guiando por delante, dio de hocicos con caballo y todo en un zanjón, quebrada o fosohondo, que no sabré decir lo que fue, pues no nos pudimos ver el uno al otro con la grandeoscuridad de tan perversa noche. Al ruido de la porrada del caballo y tropezón extraño, medetuve, y él me dijo, caído en el suelo: teneos allá, capitán, no paséis acá hasta quereconozca si hay otro paso más arriba o más abajo. Dio una vuelta por una y otra parte, ycomo los relámpagos, truenos y rayos eran continuos, con el resplandor de ellos divisócerca de sí una veredilla, que palpándola con las manos, la pudo bien reconocer yregistrar».Agrega el prisionero español:«Con que seguimos la vereda que la fortuna nos había deparado, y para no perderla noquiso volver a montar en su caballo y me mandó se le arrease, porque quería con pies ymanos irla palpando por no dar lugar a que se le fuese de las manos. La seguimos poco máso menos de una legua».En esta misma parte de las memorias del capitán cautivo, se anotan algunos detalles acercade la precisión admirable con que los indios vadeaban los ríos en horas de avenida.Esta seguridad del indio para conocer por el aspecto de las aguas el fondo alto o bajo de losríos, ha sido cualidad visual de todos los tiempos. En un día del mes de agosto de 1908 (elautor vio en Temuco este hecho). Dos días antes había llovido con fuerza; el terceroamaneció despejado y con sol. <strong>El</strong> río Cautín, que bordea la ciudad de Temuco, veníainvadeable. Como a las 12 m. varios grupos de indios a caballo, de numerosas reduccionesdel sur, se juntaban en la orilla de esa dirección. Uno de ellos examina el curso de las aguasen un trecho como de 200 metros y recorre una y otra vez las curvas, las correntadas y losremansos. Se echa de repente al agua donde era tal vez menos impetuosa la corriente ydonde no había peligro de ser arrastrado a un espacio acanalado. <strong>El</strong> caballo nada un poco enlo más hondo y sale al lado opuesto diestramente dirigido por su dueño. Por esta mismaparte cruzan el Cautín los otros que esperaban y todos se dirigen a la ciudad, sinpreocuparse en lo menor del riesgo que habían corrido y sin mirar atrás los que pasabanadelante para ver que suerte corrían sus compañeros.

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