Los ladrones de animales ponían un empeño minucioso para despistar a los que seguían lashuellas: daban grandes rodeos, caminaban en línea recta, retrocedían, seguían por el lechode riachuelos hasta que llegaban al fondo de una quebrada o a un recodo oculto del bosque,llamado ngion, rincón, escondrijo.Los perseguidores, sea por actividad propia, sea con el auxilio de los especialistas enrastrear, llegaban hasta el sitio en que estaban ocultos los animales. Los recuperaban y sifaltaba alguno, hacían responsable a la familia del lugar en que se encontraban. Como elrobo beneficiaba a una porción de parientes, varias personas cooperaban comoencubridores, para anunciar la proximidad de los dueños, para negarse a darles noticias obien para suministrárselas con entera falsedad. La imputabilidad personal se dificultaba conesta intervención colectiva.Si la familia del ladrón se negaba a restituir los animales que faltaban o su totalidad, elperjudicado recurría a su cacique, el cual requería de pago a los autores del robo porintermedio del lonco o cabeza de la sección familiar a que pertenecían. Cuando la respuestaenvolvía una negativa o propósitos de diferir para más tarde la solución de la demanda, elgrupo robado preparaba un malón. Pero a veces entraban en arreglos de compensación y seavaluaba lo robado en caballos, vacas o adornos de plata, según las tarifas usuales. Por cadaanimal robado, se restituían tres o cuatro de la misma clase, en relación con los haberes dela parentela responsable.Cuando el robo se hacía entre personas del mismo conjunto emparentado, pero de distritosdiversos y por lo común separados a cierta distancia, los trámites de la devolución sesimplificaban mucho. <strong>El</strong> robado recurría al cacique principal y le exponía que habíaseguido la huella y que dos de sus vacas o caballos estaban en poder de tal familia.Anticipaba algún gaje para ser debidamente atendido. <strong>El</strong> acusado comparecía ante el jefe,su pariente próximo o lejano, confesaba de ordinario la ocultación y pedía rebaja en estostérminos:-Que se disminuya algo porque es mucho lo que me cobra el amigo.<strong>El</strong> cacique apoyaba esta petición diciendo:-Es verdad que es mucho; conviene rebajarle algo.Si se aceptaba la rebaja, todo concluía amigablemente; pero si el acusado se obstinaba en sunegativa, el jefe árbitro exclamaba en conclusión:-Ya que éste no me obedece, opóngase y ármense con palos, como puedan y reúnanse.Solía seguir un choque o pequeño malón sin consecuencias de mucha gravedad. Mas, locorriente era llegar a un convenio equitativo.Raras eran las raterías entre los individuos de la misma familia, pero de distintas casas. <strong>El</strong>cacique intervenía como padre y hacía devolver el objeto hurtado, una manta, espuelas,
frenos, etc. Si el hurto no aparecía, se verificaba el meñutu, curioso procedimiento derestitución.Un individuo imponía al robado, por amistad o por paga, donde estaba el objeto sustraído yquien era el que lo había tomado. <strong>El</strong> que recibía la noticia acordaba celebrar este acto,cuyos pormenores se consignan en esta relación de un misionero capuchino.<strong>El</strong> verbo es meñutun, y significa, hacer un meñutu, celebrarlo, lo cual exige cierta astuciade parte del dueño del objeto robado, como luego se verá:«A nuestro informante le faltó cierto día su sombrero, y sospechando quien fuera el ladrón,convocó a una reunión a la gente de diferentes casas vecinas, entre las cuales estabacomprendida también la del ladrón presuntivo. Luego manifestó a los convocados que lefaltaba su sombrero, el cual sin duda le había sido robado; que sabía muy bien quien era elladrón, pero que prefería arreglar la cuestión a buenas, por lo cual quería celebrar unmeñutu. Aceptada la propuesta, acto continuo, se acordó el sitio donde había de efectuarse,designándose para este fin un cerrito retirado de las habitaciones a donde pasaroninmediatamente a plantar una rama como señal.En la noche siguiente se acercaron todas las personas que tomaron parte en el meñutu, unapor una, al sitio señalado, sin saber los unos de los otros, depositando allí los unos unramillete de flores, los otros un atado de ramitas o de trapitos viejos, que llevaban debajo desus ropas. <strong>El</strong> ladrón llevó el sombrero y lo dejó allí. <strong>El</strong> resultado fue, pues, feliz, y el dueñodel sombrero tuvo al amanecer el gozo de encontrarse otra vez con su buen amigo quevolvió a abrigarle la cabeza».Vivo quedaba el resentimiento entre los miembros de familias que se habían dado malones.Frecuentemente se acometían y se despojaban. Un informante de las costumbres acerca deeste rencor nos anotó el siguiente dato:«Cuando un <strong>mapuche</strong> sale o pasa por otra reducción, luego le preguntan de dónde viene y adónde va; luego éste dice de dónde viene.Entonces los otros dicen:-¡Ah!» de allá eres; bueno, a hacerle un malón a éste y quitarle todo lo que lleva.Esto sucede cuando las reducciones han tenido los malones».
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