Cazaban la perdiz, vudú, describiendo entre varios, alrededor de ella círculos que se ibanestrechando poco a poco, o bien con perros, indígenas del país con el nombre de trehua,según autorizadas opiniones.Mataban tórtolas, maicoñu; torcazas, conu y loros, tricau, con flechas y hondas o entrampas llamadas huachi. Tan grandes eran las bandadas de estas aves, que un cronista diceque cubrían el sol.Perseguían el león, pangi (félis concolor); el huemul (cervus chilensis); el ciervo, pudú,(cervus pudú) y el huanaco, luan y muchos otros animales menores; a todos los cualescogían con flechas, hondas y principalmente con el arma llamada lacai. Comían, porúltimo, algunas especies de ratones.Los indios modernos sólo han comido estos animales en épocas de hambre, por guerras omalas cosechas.Con la ocupación española, particularmente en el último tercio del siglo XVI, la agriculturatomó entre los araucanos un impulso mayor y produjo, en consecuencia, una revolución enel orden económico y social, obrando sobre la constitución de la familia y multiplicando enconsecuencia las inteligencias y las energías en la comunidad patriarcal.Sin abandonar las semillas que ya sabían utilizar, aprendieron a cultivar los cerealesimportados por los conquistadores, dando preferencia al trigo, que por su origen de Castilladenominaron cachilla, y la cebada, cahuella. Seguían en importancia las habas y las arvejas.Nunca manifestaron inclinación por las lentejas, que encontraban parecidas a los granos dela viruela, ni por las hortalizas y los árboles frutales, fuera del manzano, cuya semillapropagaban las aves.Pero los primeros cultivos de los indios, anteriores y siguientes a la conquista española,fueron simplemente embrionarios. Los de la costa, dedicados a la pesca y extracción demoluscos y algas marinas, tenían escasa inclinación a la agricultura; sembraban limitadostrechos de terreno próximos a las habitaciones. Otro tanto sucedía con los pehuenches,atenidos al abundante recurso del piñón; sembraban limitadísima cantidad de trigo y decebada desde el siglo XVII.Los de las zonas centrales sobresalían un tanto más como sembradores. Sin embargo,apenas cosechaban lo indispensable para el alimento del invierno; los productos naturalessubvenían a sus necesidades en las otras estaciones.Cuando gozaban de la paz y de la independencia de su territorio, se incrementaban sussiembras. En estado de guerra se reducían; porque, temiendo la tala de los españoles,ocultaban sus sementeras en reducidos espacios inaccesibles, como en las alturas de lasmontañas o en las vegas cubiertas de totora y juncos.La labor agrícola del araucano de períodos posteriores tuvo que mantenerse, con rarasexcepciones, en sus límites primitivos, a causa por una parte del escaso terreno de que
dispone, arrebatado por el leguleyo o el rematante de tierras fiscales, y por otra a su naturaldesidia, que entrega sus sembrados a parceleros o medieros.No obstante, los datos históricos que podrían acumularse a este respecto y las tradicionesque hasta hace poco años corrían entre los indios, no han faltado autores que estampen ensus libros la afirmación de que existían grandes sembrados en el período pre-hispano. Lacita que sigue contiene uno de esos asertos.«Los <strong>mapuche</strong>s y los huilliches se dedicaban a la agricultura de una manera bastanteextensiva. En algunos de nuestros trabajos anteriores, habíamos insinuado que estoscultivos entre los <strong>mapuche</strong>s deben haber sido esporádicos y de poca importancia. Durantelos últimos años hemos tenido ocasión de hacer investigaciones más profundas sobre estepunto para un trabajo que tenemos en preparación y hemos tenido motivo para modificaresta opinión. Ahora podemos decir con seguridad que los <strong>mapuche</strong>s dependíanprincipalmente de la agricultura por sus medios de sustento, y si es verdad que estaindustria no había alcanzado el grado de adelanto encontrado entre los peruanos, sinembargo, era bastante desarrollada, como igualmente la crianza de chillihueques y lautilización de su lana para vestir».La importación española incrementó, es cierto, las siembras indígenas; pero no enproporción extraordinaria en espacio ni en cantidad.Las costumbres agrícolas se fijan en los <strong>pueblo</strong>s indígenas más que cualquiera otras. Si a lallegada de los españoles las siembras eran limitadas, lo necesario para el sustento de cadafamilia, no se comprende que antes hubieran tenido una extensión superior a lasnecesidades de los grupos que formaban una tribu. En conjunto pudo reunirse en una zonade varias tribus una cantidad apreciable de cereales, particularmente de maíz, pues elcultivo de otras plantas no pasaba de una cantidad mínima.La manera de expropiación de las cosechas de los indios, al detalle, que hacían losespañoles, era lo que los inducía a suponer una agricultura exuberante. Por otra parte, losconquistadores exageraban por lo común el número de combatientes y el adelanto agrícolapara dar relieve a la empresa de la conquista y a la importancia productora de las tierras.¿Para qué iban los indios a cultivar extensiones de suelo superior a las necesidades de loshabitantes de cada familia, que no eran numerosos? No existía el intercambio de cereales deregión a región puesto que todas cosechaban los mismos. Además, carecían de instrumentosque facilitaran el trabajo de elaborar sus tierras, por cuanto, hallándose en plena edad depiedra, sus artefactos eran escasos, pesados y del solo manejo de hombres. Otro factor quelimitaba la producción indígena consistía en la guerra perpetua de tribus, que distraía lasactividades del indio a la defensa de sus hogares, de sus cosechas y animales, arrebatadossiempre por el más fuerte.
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