interpósita persona, su propósito de aumentar la cantidad arancelaria. Resultaban de estaparcialidad abusos y despojos judiciales, que no conmovían ni en lo mínimo la concienciadel jefe; su punto de mira estaba en afirmar su autoridad y en procurarse beneficiospecuniarios.Para ahorrarse el cacique el trabajo personal de atender la demanda y pronunciar resoluciónsobre ella o para que los fallos fueran más acertados, delegaba su facultad de juzgar en unárbitro entendido en las prácticas de los antepasados; pero sin desprenderse de la utilidad,de la cual hacía partícipe al perito interventor en una porción inferior a la que se reservaba.En algunas ocasiones estos prácticos en la tramitación de los litigios, no subrogaban alcacique sino que desempeñaban las funciones de asesores, para el estudio de la contienda ypara aconsejarle un dictamen conveniente.Las resoluciones de estos interventores tenían menos alcance de mandamiento judicial quelas del cacique: el agente del perjuicio quedaba en condición de eludir la responsabilidad, sino temía la acción vindicativa del demandante, o de entrar en componendas con ésteprescindiendo por completo de la opinión del árbitro. Hasta sucedía que la parteresponsable según el fallo arbitral, emprendía ante el cacique o el asesor un trabajo secretode cohecho o de revisión, con doble paga, que ocasionaba un nuevo dictamen en el mismodía.En varias reducciones vivían algunos de estos viejos peritos en los usos de sus mayores,que los litigantes buscaban para encomendarles su defensa o para designarlos comoárbitros, mediante la remuneración en animales y objetos de plata. La tradición recuerdaaún en muchos lugares donde actualmente quedan indígenas los nombres de los quesobresalieron en esta dedicación, reputada como muy honrosa y lucrativa. Entre estosnombres, todavía no se ha borrado el de Maripán Montero, caciquillo de la reducción deMaquehua, cerca de Temuco, célebre por su descendencia de un capitán patriota de laindependencia, por su conocimiento de los usos antiguos y por la energía con que hacíarespetar sus resoluciones. Fama tuvieron, asimismo, en los últimos años de la Araucanía eneste orden de aptitudes los caciques Calquipán, de Boroa, y Painemal, de Cholchol.Hasta algunas mujeres que se conquistaban nombradía por su discreción para juzgar y supericia en los usos de los antepasados, solían desempeñar el oficio de justicieras. Latradición recuerda a una que residía en la reducción del cacique López, de Lonquimay,acatada por todas las tribus inmediatas como una sibilina que nunca erraba en susdecisiones. Pero la que más fama tuvo en las agrupaciones de las dos faldas de la sierra dela costa fue una hermana del cacique de Purén Lorenzo Colipí, célebre pro su adhesión algobierno, por su poder de guerrero y sus luchas encarnizadas con jefes rebeldes no menospoderosos que él. Esta mujer, que comenzó por oír las contiendas litigiosas, se hizo al findiestra en la tramitación araucana y en los acuerdos que aplicaba a las cuestiones sometidasa su saber. <strong>El</strong> cacique, su hermano, abstraído en asuntos de guerra o de otra importancia, lehabía encomendado esta rama de su omnipotente administración y hacía respetar sus falloscon una severidad temida por todos, propios y extraños.No sólo a mujeres de su raza solían confiar los indios sus cuestiones judiciales sino tambiéna las de origen español, probablemente allegadas y protegidas de algún cacique de
notoriedad. Un jefe militar que exploró la cordillera por el lado de Valdivia y Villarrica en1870, anota la noticia que sigue, con referencia a esta original intervención femenina en lasdiferencias de intereses de los indígenas:«En La Centinela vive actualmente una mujer que ejerce autoridad judicial entre todas lastribus indígenas que se encuentran desde allí hasta cerca de Villa-Rica. No tiene otrapatente o nombramiento que el que le viene del consentimiento general de susadministrados. Cuando hay diferencia entre ellos la mandan llevar de cualquier distancia.Entonces monta varonilmente a caballo, llega, se informa de la cuestión, da su sentencia yla hace cumplir, sucediendo muchas veces que aplica su látigo contra los descontentos desu justicia. Se llama Marcelina Catalán, y tendrá 50 años de edad».<strong>El</strong> lonko (cabeza de la familia) desempeñaba las funciones de árbitro cerca de la puerta desu casa o bajo una enramada contigua a ella, sentado en un bando de madera, facturaaraucana, o en un cuero de oveja. La gente interesada en el litigio formaba un semicírculo asu alrededor; detrás del cacique se agrupaban algunos mocetones de la reducción,novedosos de fuera, personas de la familia y niños de cierta edad. Los padres se interesabansiempre en que los hijos varones se iniciaran en las particularidades más relevantes ydifíciles de las costumbres; en eso se basa principalmente la educación de la juventud quedespués debía actuar en las escenas de la vida indígena, en conformidad a los usosestablecidos por la tradición.La deliberación se desarrollaba rápida y sumariamente: el cacique o el asesor en quienhabía delegado sus atribuciones oía primero al que armaba pleito (huitramn dengu) yenseguida al demandado, los cuales podían ser representados por un defensor o pleitista,pleitufe en la lengua. Deponían a continuación los testigos, que eran pagados por el que lospresentaba y, por consiguiente, muy poco digna de crédito su declaración. Para éstos noexistía el juramento; ellos exclamaban a veces espontáneamente, para dar fuerza a suafirmación «por mi padre» (chao ñi vla), «por mi corazón» (piuque ñi vla), «por mi mujer»(cure ñi vla) y por otras personas de la familia y cosas temidas o reverenciadas por el indio.<strong>El</strong> fallo se pronunciaba en el acto, en conformidad a las reglas sancionadas por el uso. Nose reconocía el recurso de apelación. Sólo en señaladas ocasiones recurría al cacique el queresultaba condenado en la controversia arbitral y en las costas, por vía de queja contra elfallo del juez delegado; pero con el propósito de entrar en arreglos para conseguir unanueva resolución mediante una obtención fuera de tarifa. Otras veces, cuando en una zonade varias localidades y muchos pobladores había un cacique predominante y temido de losdemás de menos poder, llevaban los perjudicados por el fallo su queja ante él. Interveníaentonces el potentado para aconsejar, enviando sus emisarios al juez de primera instancia, opara ordenar lo que estimaba equitativo según su criterio, no siempre exento de parcialidad;solían marcar sus dictámenes una rectitud que no sombreaban sus inclinaciones personaleso su capricho. Mas, este recurso de queja no constituía un trámite acostumbrado; era unaexcepción.
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