En este modo de ser tan reconcentrado, influían, sin duda, ciertos sentimientos deprimentes,como el temor constante de una agresión, la obsesión de los maleficios y el terror a losespíritus perversos, el estado mórbido de las razas nostálgicas, que recuerdan una grandezapasada y se sienten amenazadas en sus tierras, en sus familias y prácticas tradicionales, entodo lo más caro de su existencia.Otro rasgo del carácter araucano fue su apatía o falta de actividad útil. Trabajaba poco, lonecesario para vivir solamente. La constitución de la familia favorecía esta predisposiciónde su naturaleza, pues existía la cooperación de unas a otras en una misma comunidad paralas faenas de su agricultura incipiente, las de construcción de viviendas, preparación dereuniones, etc. Sólo al presente ha desaparecido esta unidad cooperativa y los dueños desiembras y cosechas pagan a sus trabajadores, por lo común chilenos, cuando no alcanzanlos brazos de la casa.Tampoco se dedicaban al comercio ni menos a la industria. En los últimos años de laAraucanía independiente practicaron el trueque de animales y especies en los fuertes de lalínea de la frontera. Algunos mercaderes chilenos entraban también «a la tierra» ycambiaban géneros, baratijas y licor por animales y artículos de factura indígena, enespecial tejidos de lana.La industria no pasaba de ser doméstica, sometida siempre a la rutina. <strong>El</strong> espíritu deinnovación no cabía en los hábitos tradicionales, que los cristalizaba todo, ritos,instituciones y costumbres familiares. <strong>El</strong> comercio y la industria requieren, además,cualidades bien marcadas de actividad inteligente, orden y economía, que no poseían losindios de entonces.Hasta años recientes, los indios no salían de sus lugares natales para ir en busca de trabajo,y cuando lo hacían por excepción, regresaban en el transcurso de algunas semanas.La acción sostenida en las ocupaciones y la iniciativa de las razas adelantadas, no seconformaban con su estado psicológico.La estrechez de su energía voluntaria, favoreció la preponderancia de la raza dominadora.Eran desconfiados, y en cada individuo que no estaba ligado a ellos por los vínculos delparentesco o de la amistad, particularmente españoles, veían un enemigo o por lo menos unpeligro; podía ser alguien que deseaba perjudicar a la familia, apoderarse de algún secreto obien ejecutar actos de brujería. Con todo, la expresión de las emociones no salía a la cara;manifestaban un notable imperio sobre sí en presencia de los extranjeros y sus rasgosinmóviles parecían reflejar una indiferencia verdadera. Ninguna excitación animaba esafisonomía de cariátide; pero bajo esa calma aparente solían agitarse odios muy hondos,rencores amargos y deseos de venganzas.Esta desconfianza por los extraños se debía en parte al temor de la acción mágica de losdemás y, como consecuencia, se generaba de ella la astucia del indio para defenderse deunos y ejercer presión sobre otros, para la lucha de la existencia individual y colectiva.
Los araucanos fueron fatalistas en todas las etapas de su civilización. Las desgraciassucedían porque había voluntades ocultas y poderosas que las originaban; de algunaspodían precaverse y de otras, detener su curso mediante los ritos mágicos, que ponían encomunicación a los hombres con los espíritus benefactores. Soportaban, pues, con calmaimperturbable los golpes más crueles del destino, como la muerte de los deudos, lasinundaciones, epidemias, pérdidas de las cosechas, robos de los animales. Insensibles a suspropias desgracias, tenían que serlo igualmente ante las ajenas.Era que entraban también en la formación de su carácter los dos elementos queparticularizaban su mentalidad, su lógica especial y su propensión a lo portentoso. Faltos desentido crítico, la facultad de comparar y juzgar aparecía encerrada en un círculo estrecho,vacilante y fija al acaso; la noción de la relación invariable entre la causa y el efecto noestaba aún bien desenvuelta en ellos, y por lo tanto, carecían de la perspicacia necesariapara explicarse con exactitud los sucesos fatales que afligían su existencia.<strong>El</strong> indígena nuestro era un sensitivo y su psicología contenía una parte emocional más queintelectual; en este caso el sujeto no procedía por lógica sino por impulsión. De aquí sutendencia excesiva a creer y, por consiguiente, el mecanismo mágico, el impenetrablemisterio que envolvía su vida, el miedo, el terror a los poderes ultrahumanos, que pesabansobre su mentalidad como un traumatismo psíquico.Para trazar en sus líneas generales la génesis del carácter araucano de los antiguos, hay queagregar a los rasgos precedentes, los ya mencionados en el análisis de su mentalidad, talescomo su sensibilidad, su imprevisión, amor al juego y su crueldad.La inclinación del indio a la bebida de licores embriagantes, señala otro de los signos muymarcados del carácter araucano. Poseía una gran capacidad ingestiva de licor, y lasreuniones en que se bebía en abundancia, constituían su mayor felicidad, por cuanto leproporcionaban el placer tan agradable de la embriaguez. <strong>El</strong> indio juzgaba la liberalidad delinvitante a una fiesta por la cantidad de licor que había ofrecido.De las substancias azucaradas y de algunas que contenían almidón, sacaban sus bebidasfermentadas; unas producían la embriaguez y otras, solamente una perturbación agradablede los centros nerviosos.La bebida típica de los araucanos fue la que hacían del maíz, importada a Chile con estecereal por los incas. Todavía la usan con el nombre antiguo de mudai y cuando está fuerte,con el de muska.Cuando llegaron los españoles al territorio de Arauco, fabricaban chicha de las frutasazucaradas y de las féculas siguientes:Frutilla, Fragaria chilensis.Murtilla, Ugni Molinae.Queule, Gomortega nitida.
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