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El pueblo mapuche - Folklore Tradiciones

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de las costumbres. Todos se consideraban como perjuicios materiales, más que comohechos atentatorios a la dignidad familiar, y reparables mediante un precio convencional.Una niña soltera y libre prodigaba sus favores de amor a quien quería con absoluta libertad.Pero la de menor edad, es decir, la hija de familia, significaba un valor, una propiedadfemenina que nadie podía arrebatar. Por eso la violación se reputaba un robo que se hacíapagar pecuniariamente o con la entrega de la niña al violador, si aumentaba el monto deldaño.<strong>El</strong> estupro merecía una fuerte indemnización y si no se cubría como dote de la violada, severificaba el malón de estilo.Casi nunca se oía hablar de estupros entre los indios, quienes reputaban una cobardíacualquiera violencia contra los niños o un estado próximo a la demencia en el que locometía.Bestialidad.- Tampoco se inmutaba la conciencia araucana con los casos de cumplimientodel acto sexual con animales. Muchas y acaso todas las aglomeraciones aborígenesamericanas se manifestaron propensas a esta perversión del instinto genital, particularmentelas de estirpe incásica. La tendencia a la zoofilia ha sido conocida por los padres misionerosy por los observadores compenetrados en las intimidades de los modos de vivir del indio.En los cuestionarios para confesar de aquellos catequizadores se encuentran a vecespreguntas referentes a esta copulación mórbida, y los que anotan costumbres han llegado acomprobar que es muy común el repulsivo vicio entre los cuidadores de ganados, los cualeslo realizan subidos en un tronco de árbol.Para ellos no tenía el ambiente local ninguna represión; los jóvenes y las mujeres losburlaban con alusiones picantes y los hombres maduros sonreían con indiferencia oreprochaban sin enojo.<strong>El</strong> incesto.- Merecía la reprobación de los habitantes de la parcialidad. Tan sólo algúncacique con fuerzas suficientes para hacer de su capricho una norma de conducta, quedabaexento de toda condenación. Se recordaba no hace muchos años al cacique Huenchecal deGuadaba, que vivió incestuosamente con una hija, sin otra consecuencia que lasmurmuraciones de la casa y de los alrededores. La unión de una madre sin marido con unhijo, quedaba igualmente sin otra reprobación que la crítica de fuera. Pero en las relacionesamorosas de dos hermanos intervenía el padre, el cual, de propia autoridad ordenaba elcastigo de azotes para los dos y de expulsión para el hombre cuando quería. Otro tantopasaba con los primeros, hijos de dos hermanos, hombre y mujer, el varón procedente delprimero y la niña, de la segunda. La regla del parentesco los consideraba como hermanos.Si una mujer casada vivía en incesto con un hijo del cónyuge, quedaba sometida a las penasimpuestas para el adulterio.La pederastia.- La sociedad araucana no estigmatizaba la pederastia, no tan extendida aquícomo en las colectividades incásicas. En Arauco la practicaban libremente los machi,curanderos del sexo masculino. Parece que la sodomía era parte integral del machismo,

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