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La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

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entusiasmo, y que me había prometido a mí mismo no elevar nunca a cargos importantes a locos <strong>de</strong> esta<br />

especie, con los cuales un príncipe no está seguro <strong>de</strong> nada. Entonces —continuó Su Alteza— tuve que<br />

soportar un phatos casi tan largo como el primero; el arzobispo me hizo el elogio <strong>de</strong>l entusiasmo <strong>de</strong> la<br />

casa <strong>de</strong> Dios. ‘Torpe —pensaba yo— te estás extraviando, comprometes el nombramiento que estaba<br />

casi concedido, habrías <strong>de</strong>bido abreviar y darme las gracias con efusión’: Nada <strong>de</strong> eso: continuó su<br />

homilía con una intrepi<strong>de</strong>z ridícula; yo buscaba una respuesta que no fuera <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong>sfavorable al<br />

pequeño Del Dongo; la encontré, y bastante acertada, como va usted a ver. ‘Monseñor —le dije—, Pío<br />

VII fue un gran papa y un gran santo: entre todos los soberanos, sólo él se atrevió a <strong>de</strong>cir no al tirano que<br />

veía a toda Europa a sus pies; pues bien era propenso al entusiasmo, y esto le llevó, cuando era obispo<br />

<strong>de</strong> Imola, a escribir su famosa pastoral <strong>de</strong>l ciudadano car<strong>de</strong>nal Chiaramonti en favor <strong>de</strong> la república<br />

Cisalpina’.<br />

»“Mi pobre arzobispo —continuó el príncipe— se quedó estupefacto, y para acabar <strong>de</strong> pasmarle, le<br />

dije en un tono muy serio: ‘Adiós, monseñor, me tomo veinticuatro horas para reflexionar en su<br />

proposición’. El pobre hombre añadió algunas súplicas bastante mal hilvanadas y bastante inoportunas<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la palabra adiós pronunciada por mí. Ahora, con<strong>de</strong> Mosca <strong>de</strong>lla Rovere, le encargo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir<br />

a la duquesa que no quiero aplazar veinticuatro horas una cosa que pue<strong>de</strong> serle agradable, siéntese ahí y<br />

escriba al arzobispo la nota <strong>de</strong> aprobación que zanja este asunto.” Yo escribí la nota, la firmó él y me<br />

dijo: “Llévesela inmediatamente a la duquesa”. Aquí tiene la nota, señora mía, y esto me ha dado un<br />

pretexto para tener la fortuna <strong>de</strong> volver a verla esta noche.<br />

<strong>La</strong> duquesa leyó la nota con entusiasmo. Durante el largo relato <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>, Fabricio había tenido<br />

tiempo <strong>de</strong> rehacerse; no se mostró muy sorprendido por este inci<strong>de</strong>nte, y tomó la cosa como un verda<strong>de</strong>ro<br />

gran señor que ha creído siempre con toda naturalidad que tenía <strong>de</strong>recho a esos triunfos extraordinarios, a<br />

esos dones <strong>de</strong> la fortuna que pondrían a un burgués fuera <strong>de</strong> sí; habló <strong>de</strong> su gratitud, pero en términos<br />

mo<strong>de</strong>rados, y acabó por <strong>de</strong>cir al con<strong>de</strong>:<br />

—Un buen cortesano <strong>de</strong>be cultivar la pasión dominante; ayer manifestaba usted temores <strong>de</strong> que sus<br />

excavadores <strong>de</strong> Sanguigna robasen los fragmentos <strong>de</strong> estatuas antiguas que pudieran hallar; yo soy muy<br />

aficionado a las excavaciones; si tiene a bien permitírmelo, iré a vigilar a sus hombres. Mañana por la<br />

noche, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ir a dar las oportunas gracias a palacio y al arzobispo, saldré para Sanguigna.<br />

—¿Pero adivina usted —dijo la duquesa al con<strong>de</strong>— a qué se <strong>de</strong>be esa súbita pasión <strong>de</strong>l bueno <strong>de</strong>l<br />

arzobispo por Fabricio?<br />

—No necesito adivinarla; el gran vicario, cuyo hermano es capitán, me <strong>de</strong>cía ayer: «El padre<br />

<strong>La</strong>ndriani parte <strong>de</strong>l principio cierto <strong>de</strong> que el titular es superior al coadjutor, y no siente alegría <strong>de</strong> tener<br />

a sus ór<strong>de</strong>nes a un Del Dongo, y que le esté obligado. Todo lo que <strong>de</strong>staque la alta estirpe <strong>de</strong> Fabricio es<br />

una razón más para su gozo íntimo: ¡tener a un hombre tal por ayudante <strong>de</strong> campo! En segundo lugar,<br />

monseñor Fabricio le ha gustado, no se siente intimidado ante él; en fin, profesa <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace diez años un<br />

odio muy justificado al obispo <strong>de</strong> Plasencia, que no recata su pretensión <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>rle en la se<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

<strong>Parma</strong>, y que a<strong>de</strong>más es hijo <strong>de</strong> un molinero. Precisamente con este propósito <strong>de</strong> futura sucesión ha<br />

establecido el obispo <strong>de</strong> Plasencia relaciones muy estrechas con la marquesa Raversi, y ahora estas<br />

relaciones hacen temblar al arzobispo por el éxito <strong>de</strong> su plan favorito: tener un <strong>de</strong>l Dongo en su estado<br />

mayor y darle ór<strong>de</strong>nes».<br />

A los dos días, muy temprano, Fabricio estaba dirigiendo los trabajos <strong>de</strong> las excavaciones <strong>de</strong>

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