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La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

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Ferrante y por la suerte <strong>de</strong> sus hijos, para los que rechazaba obstinadamente todo regalo <strong>de</strong> algún valor,<br />

que le permitió hacer uso <strong>de</strong> aquel escondite durante bastante tiempo. Volvió a verle un mes más tar<strong>de</strong>,<br />

siempre en los bosques <strong>de</strong> Sacca, y como aquel día estaba un poco más sosegado, le recitó uno <strong>de</strong> sus<br />

sonetos, que la pareció igual o superior a lo más bello que se haya hecho en Italia en los dos últimos<br />

siglos. Ferrante obtuvo varias entrevistas; mas su amor se exaltó, se hizo importuno, y la duquesa observó<br />

que esta pasión seguía las leyes <strong>de</strong> todos los amores cuando se les ofrece la posibilidad <strong>de</strong> concebir<br />

alguna esperanza. Le mandó <strong>de</strong> nuevo a sus bosques y le prohibió dirigirle la palabra; él obe<strong>de</strong>ció al<br />

instante y con una perfecta dulzura. Tres días <strong>de</strong>spués, a la caída <strong>de</strong> la noche, se presentó a la puerta <strong>de</strong>l<br />

castillo Sanseverina un capuchino. Tenía, según dijo, un secreto importante que comunicar a la señora <strong>de</strong><br />

la casa. Tan <strong>de</strong>sgraciada se sentía que mandó que pasara. Era Ferrante.<br />

—Ocurre aquí una nueva iniquidad <strong>de</strong> la que el tribuno <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong>be enterarse —le dijo aquel<br />

hombre loco <strong>de</strong> amor—. Por otra parte —añadió—, obrando como simple particular, sólo mi vida puedo<br />

ofrecer a la señora duquesa Sanseverina y a ofrecérsela vengo.<br />

Esta abnegación tan sincera por parte <strong>de</strong> un ladrón y <strong>de</strong> un loco conmovió vivamente a la duquesa.<br />

Habló durante largo rato a aquel hombre que pasaba por el más gran<strong>de</strong> poeta <strong>de</strong> Italia, y lloró mucho.<br />

«Éste es un hombre que compren<strong>de</strong> mi corazón», se <strong>de</strong>cía. Al día siguiente apareció <strong>de</strong> nuevo, siempre al<br />

Ave María, disfrazado <strong>de</strong> doméstico y con librea.<br />

—No he salido <strong>de</strong> <strong>Parma</strong>; he oído <strong>de</strong>cir un horror que no repetirá mi boca; pero aquí me tiene.<br />

¡Piense, señora, en lo que rechaza! <strong>La</strong> persona que aquí ve no es una muñeca cortesana, es un hombre.<br />

Estas palabras las pronunciaba <strong>de</strong> rodillas y con un gesto capaz <strong>de</strong> darles todo su valor.<br />

«Ayer —añadió— me dije: Ha llorado en mi presencia, luego es un poco menos <strong>de</strong>sdichada.»<br />

—Pero, ¡piense en los peligros que le acechan! ¡Van a <strong>de</strong>ternerle en esta ciudad!<br />

—El tribuno le dirá: Señora, ¿qué es la vida cuando habla el <strong>de</strong>ber? El hombre <strong>de</strong>sdichado y que<br />

tiene el dolor <strong>de</strong> no sentir la pasión <strong>de</strong> la virtud <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que le abrasa el amor añadirá: Señora duquesa,<br />

Fabricio, un hombre <strong>de</strong> temple, va a perecer acaso; ¡no rechace a otro hombre <strong>de</strong> temple que se ofrece a<br />

usted! ¡He aquí un cuerpo <strong>de</strong> hierro y un alma que no siente en el mundo otro temor que el <strong>de</strong> caer en su<br />

<strong>de</strong>sagrado!<br />

—Si continúa hablándome <strong>de</strong> sus sentimientos le cerraré mi puerta para siempre.<br />

<strong>La</strong> duquesa estuvo aquella noche muy tentada a anunciar a Ferrante que señalaría una pequeña pensión<br />

a sus hijos, mas tuvo miedo <strong>de</strong> que tomara apoyo en esto para matarse.<br />

Apenas salió Ferrante, la duquesa, llena <strong>de</strong> presentimientos funestos, se dijo: «Yo también puedo<br />

morir, y pluguiera a Dios que así fuese, y pronto, si hallara un hombre digno <strong>de</strong> tal nombre a quien<br />

recomendar a Fabricio».<br />

Se le ocurrió una i<strong>de</strong>a: cogió una hoja <strong>de</strong> papel y, mezclando en el escrito los pocos términos <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>recho que sabía, reconoció haber recibido <strong>de</strong>l señor Ferrante Palla la cantidad <strong>de</strong> veinticinco mil<br />

francos bajo la expresa condición <strong>de</strong> pagar anualmente a la señora Sarasine y a sus cinco hijos una renta<br />

vitalicia <strong>de</strong> mil quinientos francos. <strong>La</strong> duquesa añadió:<br />

«Lego a<strong>de</strong>más una renta vitalicia <strong>de</strong> trescientos francos a cada uno <strong>de</strong> los hijos, con la condición <strong>de</strong><br />

que Ferrante Palla aten<strong>de</strong>rá como médico a mi sobrino Fabricio <strong>de</strong>l Dongo y será para él un hermano.<br />

Ruégoselo así». Firmó, puso la fecha <strong>de</strong> un año antes y cerró el pliego.<br />

Dos días <strong>de</strong>spués reapareció Ferrante. Era en el momento en que la ciudad estaba conmovida por el<br />

rumor <strong>de</strong> la próxima ejecución <strong>de</strong> Fabricio. Esta triste ceremonia, ¿tendría lugar en la ciuda<strong>de</strong>la o bajo

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