18.04.2018 Views

La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

casa, se proveyó <strong>de</strong> buenas armas y volvió a pasar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l palacio. <strong>La</strong> Fausta, escondida <strong>de</strong>trás <strong>de</strong><br />

las persianas, esperaba aquel regreso y supo estimárselo. M***, que sentía celos <strong>de</strong>l mundo entero, los<br />

sintió muy especiales <strong>de</strong>l señor José Bossi, y se indignó en términos ridículos; nuestro héroe<br />

correspondió a sus expresiones haciéndole llegar cada día una carta con estas solas palabras:<br />

Don José Bossi <strong>de</strong>struye los insectos incómodos, y habita en «Peregrino, vía <strong>La</strong>rga»,<br />

número 79.<br />

El con<strong>de</strong> M***, acostumbrado a los respetos que le aseguraban en todas partes su enorme fortuna, su<br />

sangre azul y la bravura <strong>de</strong> sus treinta criados, no quiso oír el lenguaje <strong>de</strong> esta esquelita.<br />

Fabricio escribía otras a la Fausta; M***, puso espías a su rival, que acaso no <strong>de</strong>sagradaba; primero<br />

averiguó su verda<strong>de</strong>ro nombre y, luego, que, por el momento, no podía <strong>de</strong>jarse ver en <strong>Parma</strong>. A los pocos<br />

días, el con<strong>de</strong> M***, sus buli, sus magníficos caballos y la Fausta salieron para <strong>Parma</strong>.<br />

Fabricio, picado en el juego, los siguió al día siguiente. En vano el buen Ludovico le dirigió<br />

exhortaciones patéticas: Fabricio le mandó a paseo y Ludovico, muy valiente él también, le admiró; por<br />

otra parte, este viaje le permitía acercarse a su guapa manceba <strong>de</strong> Casal–Maggiore. Gracias a las<br />

diligencias <strong>de</strong> Ludovico, entraron como domésticos al servicio <strong>de</strong>l caballero José Bossi ocho o diez<br />

soldados <strong>de</strong> los regimientos <strong>de</strong> Napoleón.<br />

«Con tal —se dijo Fabricio al cometer la locura <strong>de</strong> seguir a Fausta— <strong>de</strong> no comunicarme ni con el<br />

ministro <strong>de</strong> policía, con<strong>de</strong> Mosca, ni con la duquesa, no expongo a nadie más que a mí. Más tar<strong>de</strong> diré a<br />

mi tía que iba en busca <strong>de</strong>l amor, esa cosa tan bella que no he encontrado nunca. <strong>La</strong> verdad es que pienso<br />

en Fausta, pero cuando no la veo… Mas, ¿es el recuerdo <strong>de</strong> su voz lo que amo, o es su persona?» Como<br />

ya no pensaba en la carrera eclesiástica, Fabricio se había <strong>de</strong>jado crecer unos mostachos y unas patillas<br />

casi tan terribles como los <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> M***, y esto le disfrazaba un poco. Estableció su cuartel general no<br />

en <strong>Parma</strong>, pues esto hubiera sido <strong>de</strong>masiado impru<strong>de</strong>nte, sino en un pueblo <strong>de</strong> las cercanías, en medio <strong>de</strong><br />

los bosques, junto a la carretera <strong>de</strong> Sacca, don<strong>de</strong> estaba el palacio <strong>de</strong> su tía. Siguiendo el consejo <strong>de</strong><br />

Ludovico, se presentó en aquel pueblo como mayordomo <strong>de</strong> un gran señor inglés muy original, que<br />

gastaba cien mil francos anuales en el placer <strong>de</strong> la caza y que no tardaría en llegar <strong>de</strong>l lago <strong>de</strong> Como,<br />

don<strong>de</strong> a la sazón le retenía la pesca <strong>de</strong> la trucha. Por fortuna, el bello palacete que el con<strong>de</strong> M*** había<br />

alquilado para la hermosa Fausta estaba situado en el extremo meridional <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> <strong>Parma</strong>,<br />

precisamente junto a la carretera <strong>de</strong> Sacca, y las ventanas <strong>de</strong> Fausta daban a las magníficas avenidas <strong>de</strong><br />

gran<strong>de</strong>s árboles que se extien<strong>de</strong>n bajo la torre altísima <strong>de</strong> la ciuda<strong>de</strong>la. Fabricio no era conocido en<br />

aquel barrio <strong>de</strong>sierto; hizo seguir al con<strong>de</strong> M***, y un día, cuando éste acababa <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> la<br />

admirable cantante, nuestro héroe tuvo la audacia <strong>de</strong> exhibirse en la calle en pleno día; a <strong>de</strong>cir verdad,<br />

iba montado en un excelente caballo, y bien armado. Unos músicos <strong>de</strong> esos que recorren las calles <strong>de</strong><br />

Italia, y que a veces son excelentes, vinieron a instalar sus violones bajo las ventanas <strong>de</strong> Fausta; <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> un preludio, entonaron bastante bien una cantata en su honor. <strong>La</strong> Fausta corrió a la ventana y distinguió<br />

en seguida a un mancebo muy cortés que, parado a caballo en mitad <strong>de</strong> la calle, la saludó primero y se<br />

puso en seguida a dirigirle unas miradas nada equívocas. A pesar <strong>de</strong>l exagerado atuendo inglés adoptado<br />

por Fabricio, la Fausta no tardó en reconocer al autor <strong>de</strong> las apasionadas cartas que <strong>de</strong>terminaron su<br />

salida <strong>de</strong> Bolonia. «Éste es un tipo singular—se dijo—; me parece que voy a amarle. Tengo cien luises

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!