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La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

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XX<br />

Una noche, hacia la una <strong>de</strong> la madrugada, tendiéndose en el alféizar <strong>de</strong> su ventana, Fabricio sacó la<br />

cabeza por el ventanillo practicado en la mampara y contempló las estrellas y el inmenso horizonte que<br />

<strong>de</strong>leita <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> la torre Farnesio. Sus ojos, errando por el campo hacia el bajo Po y Ferrara,<br />

<strong>de</strong>scubrieron por azar una luz muy pequeña, pero bastante viva, que parecía provenir <strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> una<br />

torre. «Esa luz no <strong>de</strong>be <strong>de</strong> verse <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la llanura —se dijo Fabricio—, porque la propia torre impi<strong>de</strong><br />

verla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> abajo. Será alguna señal para un punto lejano.» De pronto observó que aquel resplandor<br />

aparecía y <strong>de</strong>saparecía a intervalos muy próximos. «Alguna muchacha que habla a su amante <strong>de</strong>l pueblo<br />

vecino.» Contó nueve apariciones sucesivas. «Es una I —se dijo—, la novena letra <strong>de</strong>l alfabeto.» En<br />

seguida, pasado un breve <strong>de</strong>scanso, se sucedieron catorce apariciones. «Esto es una N.» Luego, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> una parada, una sola aparición. «Es una A; la palabra Ina.»<br />

Cuál no sería su alegría y su sorpresa al comprobar que las apariciones sucesivas, con los<br />

correspondientes intervalos, vinieron a formar las palabras siguientes:<br />

Ina pena a te<br />

Sin duda alguna: Gina piensa en ti. Fabricio contestó inmediatamente con las apariciones sucesivas<br />

<strong>de</strong> su lámpara en el ventanillo que él había abierto:<br />

¡Fabricio te quiere!<br />

<strong>La</strong> comunicación duró hasta el amanecer. Aquella noche era la ciento setenta y tres <strong>de</strong> su cautiverio, y<br />

le hicieron saber que durante los últimos cuatro meses se habían hecho aquellas señales todas las noches.<br />

Pero cualquiera podía verlas y enten<strong>de</strong>rlas; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquella primera noche comenzaron a introducir<br />

abreviaturas: tres apariciones en rápida sucesión <strong>de</strong>signaban a la duquesa; cuatro, al príncipe; dos, al<br />

con<strong>de</strong> Mosca; dos apariciones rápidas seguidas <strong>de</strong> dos lentas significaban evasión. Quedó convenido<br />

seguir en lo sucesivo el antiguo alfabeto alla Monaca [1] , que, para que no fuera adivinado por los<br />

indiscretos, cambia el or<strong>de</strong>n corriente <strong>de</strong> las letras y les da otro arbitrario. <strong>La</strong> A, por ejemplo, lleva el<br />

número 10; la B, el número 3; es <strong>de</strong>cir, que tres eclipses sucesivos <strong>de</strong> la lámpara significan la B; diez, la<br />

A, etc. Un momento <strong>de</strong> oscuridad indica la separación <strong>de</strong> las palabras. Se dieron cita para el día<br />

siguiente a la una <strong>de</strong> la noche, y en efecto, al día siguiente la duquesa acudió a aquella torre situada a un<br />

cuarto <strong>de</strong> legua <strong>de</strong> la ciudad. Los ojos se le llenaron <strong>de</strong> lágrimas al ver las señales hechas por aquel<br />

Fabricio al que tantas veces había creído muerto. Gina le dijo mediante luces sucesivas <strong>de</strong> su lámpara:<br />

¡Te quiero, valor, salud, esperanza! Ejercita tus fuerzas en tu cuarto: vas a necesitar la fuerza <strong>de</strong> tus<br />

brazos. «No le he visto —se <strong>de</strong>cía la duquesa— <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el concierto <strong>de</strong> la Fausta, cuando apareció en la<br />

puerta <strong>de</strong> mi salón vestido <strong>de</strong> cazador. ¡Quién me había <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir entonces la suerte que nos esperaba!»<br />

<strong>La</strong> duquesa mandó hacer señales anunciando a Fabricio que pronto sería libertado, gracias a la<br />

bondad <strong>de</strong>l príncipe (estas señales podían ser entendidas); luego tornó a <strong>de</strong>cirle cosas tiernas; no podía<br />

arrancarse <strong>de</strong> aquella comunicación con él, y sólo las exhortaciones <strong>de</strong> Ludovico, que porque había sido

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