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La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

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«¡Heme aquí, pues —se <strong>de</strong>cía—, dialogando con el envenenador <strong>de</strong> mi padre, que hasta emplea<br />

frases corteses para hablarme! ¡Y es el amor el que me ha llevado a todos estos…!»<br />

El remordimiento le <strong>de</strong>jaba apenas fuerza necesaria para hablar; por fin pudo <strong>de</strong>cir a Ludovico:<br />

—Voy a encerrarle con llave en este salón, e iré corriendo a <strong>de</strong>cir al médico que sólo se trata <strong>de</strong><br />

láudano… Pero, ¡Dios mío!, ¿cómo le diré que lo he sabido? En seguida volveré a libertarle. Pero —<br />

preguntó Clelia, tornando precipitadamente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la puerta—, ¿sabía Fabricio algo <strong>de</strong>l láudano?<br />

—Por Dios, no, señorita, jamás habría consentido en ello. Y, a<strong>de</strong>más, ¿para qué hacer una<br />

confi<strong>de</strong>ncia inútil? Obramos con la más estricta pru<strong>de</strong>ncia. Se trata <strong>de</strong> salvar la vida a monseñor, que<br />

será envenenado antes <strong>de</strong> tres semanas: la or<strong>de</strong>n ha sido dada por alguien que no suele hallar obstáculo a<br />

sus <strong>de</strong>seos. En fin, para <strong>de</strong>círselo a la señorita, se afirma que es el terrible fiscal general Rassi el que ha<br />

recibido tal encargo.<br />

Clelia escapó aterrada: estaba tan segura <strong>de</strong> la perfecta probidad <strong>de</strong> don César que, con cierta<br />

precaución, se atrevió a <strong>de</strong>cirle que al general le habían administrado láudano y no otra cosa. Sin<br />

respon<strong>de</strong>r, sin preguntar, don César corrió a advertir al médico.<br />

Clelia tornó al salón, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>jara encerrado a Ludovico, con intención <strong>de</strong> estrecharle a preguntas<br />

sobre el láudano. No le encontró: había logrado escapar. Vio encima <strong>de</strong> una mesa una bolsa llena <strong>de</strong><br />

cequíes y una caja con diversas clases <strong>de</strong> venenos. <strong>La</strong> vista <strong>de</strong> estos venenos la hizo estremecerse.<br />

«¿Quién me asegura —pensó— que a mi padre le han dado sólo láudano, y que la duquesa no ha querido<br />

vengarse <strong>de</strong> la tentativa <strong>de</strong> Barbone?»<br />

«¡Dios mío! —exclamó—. ¡Heme aquí en relación con los envenenadores <strong>de</strong> mi padre! ¡Y les <strong>de</strong>jo<br />

escapar! ¡Y quizá este hombre, si se le hubiera interrogado, confesara otra cosa más que láudano!»<br />

Clelia cayó <strong>de</strong> rodillas, <strong>de</strong>shecha en lágrimas, y rezó a la Madona con fervor.<br />

Durante aquel tiempo, el médico <strong>de</strong> la ciuda<strong>de</strong>la, muy extrañado <strong>de</strong>l aviso que recibía <strong>de</strong> don César,<br />

según el cual sólo se trataba <strong>de</strong> láudano, administró al paciente remedios convenientes que no tardaron en<br />

hacer <strong>de</strong>saparecer los síntomas más alarmantes. El general comenzó a volver en sí cuando el día<br />

comenzaba a apuntar. <strong>La</strong> primera señal <strong>de</strong> conocimiento que dio fue abrumar <strong>de</strong> <strong>de</strong>nuestos al coronel que<br />

mandaba como segundo suyo la ciuda<strong>de</strong>la y que había dado algunas ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> lo más simple mientras el<br />

gobernador no estaba en su sentido.<br />

Luego montó en cólera contra una pincha <strong>de</strong> cocina porque, al traerle una taza <strong>de</strong> caldo, tuvo la<br />

malhadada ocurrencia <strong>de</strong> pronunciar la palabra apoplejía.<br />

—¿Acaso tengo yo edad <strong>de</strong> apoplejías? —vociferó—. Sólo mis enemigos más encarnizados pue<strong>de</strong>n<br />

complacerse en difundir semejantes rumores. Y a<strong>de</strong>más, ¿es que me han sangrado siquiera, para que ni la<br />

misma calumnia se atreva a hablar <strong>de</strong> apoplejía?<br />

Fabricio, muy ocupado en los preparativos <strong>de</strong> su evasión, no pudo explicarse los extraños ruidos que<br />

llenaban la ciuda<strong>de</strong>la cuando trajeron al general medio muerto. Primero se le ocurrió que su sentencia<br />

había sido modificada y que venían a llevarle al cadalso. Luego, viendo que nadie entraba en su<br />

habitación, pensó que Clelia había sido traicionada, que a su entrada en la fortaleza le habían quitado las<br />

cuerdas que probablemente traería y, en fin, que sus proyectos <strong>de</strong> huida eran ya imposibles. Al día<br />

siguiente, al apuntar el alba, vio entrar en su celda a un hombre <strong>de</strong>sconocido para él, que sin <strong>de</strong>cir<br />

palabra <strong>de</strong>jó un cesto <strong>de</strong> fruta. Debajo <strong>de</strong> la fruta estaba escondida la carta siguiente:

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