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La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

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<strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as. Lo cómico es enemigo <strong>de</strong> la meditación y <strong>de</strong> la imagen. Hugo triunfó soberanamente en este<br />

combate. Pero las personas instruidas recuerdan la guerra que se hizo a Chateaubriand en los tiempos <strong>de</strong>l<br />

Imperio; una guerra que fue tan encarnizada y tan pronto apaciguada porque Chateaubriand estaba solo y<br />

sin el stipante caterva <strong>de</strong> Hugo, sin el antagonismo <strong>de</strong> los periódicos, sin la ayuda que aportaban a los<br />

románticos los brillantes genios <strong>de</strong> Inglaterra y <strong>de</strong> Alemania, más conocidos y mejor apreciados.<br />

En cuanto a la tercera escuela, que participa <strong>de</strong> las otras dos, no tiene las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las dos<br />

primeras para apasionar a las masas, poco amigas <strong>de</strong> los mezzo termine, <strong>de</strong> las cosas complejas, y que<br />

ven en el eclecticismo una avenencia contraria a sus pasiones en el sentido <strong>de</strong> que las calma. Francia ama<br />

la guerra en todo. En paz, sigue batiéndose. Sin embargo, Walter Scott, Madame <strong>de</strong> Staël, Cooper,<br />

George Sand me parecen bastante importantes. En cuanto a mí, me alisto bajo la ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l eclecticismo<br />

literario por la siguiente razón: no creo posible pintar la sociedad mo<strong>de</strong>rna con el procedimiento severo<br />

<strong>de</strong> la literatura <strong>de</strong>l siglo XVII y <strong>de</strong>l siglo XVIII. Me parece indispensable introducir en la literatura<br />

mo<strong>de</strong>rna el elemento dramático, la imagen, el cuadro, la <strong>de</strong>scripción, el diálogo.<br />

¿Lo confesamos francamente? Gil Blas es aburrido como forma: la acumulación <strong>de</strong> hechos y <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as<br />

tiene algo <strong>de</strong> estéril. <strong>La</strong> i<strong>de</strong>a hecha personaje es <strong>de</strong> comprensión más bella. Platón dialogaba su moral<br />

psicológica.<br />

A mi juicio, <strong>La</strong> Chartreuse <strong>de</strong> Parme es, en nuestra época y hasta ahora, la obra maestra <strong>de</strong> la<br />

literatura <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as, y Beyle ha hecho en ella concesiones a las otras dos escuelas, que son admisibles<br />

para las buenas inteligencias y satisfactorias para los dos campos.<br />

Si he tardado tanto en hablar <strong>de</strong> este libro a pesar <strong>de</strong> su importancia, créaseme que me era difícil<br />

lograr una especie <strong>de</strong> imparcialidad. Y todavía no estoy seguro <strong>de</strong> observarla: tan extraordinaria me<br />

parece esta obra en una tercera lectura lenta y reflexiva.<br />

Sé cuántas burlas suscitará mi admiración. Seguro que me acusarán <strong>de</strong> apasionamiento, cuando<br />

todavía estoy simplemente en el entusiasmo, al cabo <strong>de</strong>l tiempo en que habría <strong>de</strong>bido terminar. Dirán que<br />

las personas <strong>de</strong> imaginación tardan tan poco en concebir como en olvidar su amor por ciertas obras <strong>de</strong><br />

las que el vulgo preten<strong>de</strong> orgullosa e irónicamente no enten<strong>de</strong>r nada. Algunas personas sencillas, o hasta<br />

inteligentes, y que rozan con los ojos la superficie, dirán que me entretengo en paradojas, en dar valor a<br />

lo que no lo tiene, que tengo, como Sainte—Beuve, mis <strong>de</strong>sconocidos predilectos. Lo que pasa es que yo<br />

no sé tratar con ro<strong>de</strong>os la verdad.<br />

Monsieur Beyle ha escrito un libro en el que brota lo sublime <strong>de</strong> capítulo en capítulo. En un tiempo en<br />

que los hombres encuentran rara vez temas grandiosos, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber escrito una veintena <strong>de</strong><br />

volúmenes sumamente inteligentes, ha producido una obra que sólo las almas y las gentes verda<strong>de</strong>ramente<br />

superiores pue<strong>de</strong>n apreciar. Ha escrito, en fin, El príncipe mo<strong>de</strong>rno, la novela que escribiría Maquiavelo<br />

si viviera <strong>de</strong>sterrado <strong>de</strong> Italia en el siglo XIX.<br />

Por eso el mayor obstáculo para la merecida fama <strong>de</strong> monsieur Beyle está en que <strong>La</strong> Chartreuse <strong>de</strong><br />

Parme no pue<strong>de</strong> encontrar lectores capaces <strong>de</strong> gustarla más que entre los diplomáticos, los ministros, los<br />

observadores, las personas más eminentes <strong>de</strong>l gran mundo, los artistas más distinguidos, en fin, entre las<br />

mil doscientas o mil quinientas personas que están a la cabeza <strong>de</strong> Europa. No os extrañe, pues, que, al<br />

cabo <strong>de</strong> diez meses <strong>de</strong> haberse publicado esta obra sorpren<strong>de</strong>nte, no haya un solo periodista que la haya<br />

ni leído, ni entendido, ni estudiado, que la haya anunciado, analizado y celebrado, que ni siquiera haya<br />

aludido a ella. Yo, que creo enten<strong>de</strong>r un poco <strong>de</strong>l asunto, la he leído estos días por tercera vez, y la he<br />

encontrado todavía más bella, y he sentido en mi alma esa especie <strong>de</strong> felicidad que produce tener una

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