18.04.2018 Views

La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

príncipe se paseaba por su gabinete, a la puerta <strong>de</strong>l cual el general Fontana permanecía <strong>de</strong> pie y rígido<br />

como un soldado presentando armas. Viendo los ojos brillantes <strong>de</strong>l príncipe y recordando el vestido <strong>de</strong><br />

viaje <strong>de</strong> la duquesa, creyó en la disolución <strong>de</strong> la monarquía. Su pasmo no tuvo límites cuando oyó al<br />

príncipe <strong>de</strong>cir:<br />

—Ruegue a la señora duquesa que espere un cuarto <strong>de</strong> hora escaso.<br />

El general ayudante <strong>de</strong> campo dio media vuelta como un soldado pasando revista, el príncipe volvió<br />

a sonreír: «Fontana no está acostumbrado —se dijo— a ver esperar a esa altiva duquesa; el semblante<br />

atónito con que va a hablarle <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> hora <strong>de</strong> espera preparará el paso a las lágrimas<br />

conmovedoras que este gabinete va a ver <strong>de</strong>rramar». Aquel cuarto <strong>de</strong> hora fue <strong>de</strong>licioso para el príncipe;<br />

se paseaba con paso firme y acompasado: reinaba. «Aquí, <strong>de</strong> lo que se trata es <strong>de</strong> no <strong>de</strong>cir nada que no<br />

sea perfectamente a<strong>de</strong>cuado; cualesquiera que sean mis sentimientos hacia la duquesa, no hay que olvidar<br />

que es una <strong>de</strong> las más gran<strong>de</strong>s damas <strong>de</strong> la corte. ¿Cómo hablaba Luis XIV a sus hijas, las princesas,<br />

cuando tenía algún motivo <strong>de</strong> <strong>de</strong>scontento?», y sus ojos se posaban en el retrato <strong>de</strong>l gran rey.<br />

Lo curioso <strong>de</strong>l caso es que el príncipe no pensó en preguntarse si iba a conce<strong>de</strong>r gracia a Fabricio, y<br />

cuál sería esta gracia. Por fin, al cabo <strong>de</strong> veinte minutos, el fiel Fontana apareció <strong>de</strong> nuevo a la puerta,<br />

pero sin <strong>de</strong>cir nada.<br />

—<strong>La</strong> duquesa Sanseverina pue<strong>de</strong> entrar —exclamó el príncipe con empaque teatral.<br />

«Ahora van a comenzar las lágrimas», se dijo, y como para prepararse a tal espectáculo, sacó el<br />

pañuelo.<br />

Nunca había estado la duquesa tan <strong>de</strong>senvuelta y tan bonita; no aparentaba ni veinticinco años. Al<br />

verla rozar apenas la alfombra con su paso suave y rápido, el pobre ayudante <strong>de</strong> campo estuvo a punto <strong>de</strong><br />

per<strong>de</strong>r por completo la razón.<br />

—Tengo que pedir mil perdones a Vuestra Alteza Serenísima —comenzó la duquesa con su vocecilla<br />

ligera y alegre—: me he tomado la libertad <strong>de</strong> presentarme ante ella con un traje que no es muy<br />

conveniente que digamos, pero Vuestra Alteza me ha acostumbrado <strong>de</strong> tal modo a sus bonda<strong>de</strong>s, que he<br />

osado esperar <strong>de</strong> ellas esta nueva gracia.<br />

<strong>La</strong> duquesa hablaba con bastante lentitud, a fin <strong>de</strong> tomarse tiempo <strong>de</strong> gozar <strong>de</strong>l semblante <strong>de</strong>l<br />

príncipe; estaba <strong>de</strong>licioso por el asombro profundo y el resto <strong>de</strong> ínfulas majestuosas, más acusadas por la<br />

posición <strong>de</strong> la cabeza y <strong>de</strong> los brazos. El príncipe se quedó como herido por un rayo; con su vocecita<br />

agria y turbada, exclamaba <strong>de</strong> vez en cuando articulando apenas: «¡Cómo es eso, cómo es eso!». <strong>La</strong><br />

duquesa, una vez acabado su cumplido, le <strong>de</strong>jó, como por respeto, todo el tiempo necesario para<br />

contestar; luego añadió:<br />

—Me atrevo a esperar que Vuestra Alteza Serenísima se digne perdonarme lo ina<strong>de</strong>cuado <strong>de</strong> mi<br />

atuendo.<br />

Pero al hablar así, sus ojos burlones brillaban con tan vivo resplandor, que el príncipe no pudo<br />

soportarlo; miró al techo, lo que era en él señal <strong>de</strong>l mayor embarazo.<br />

—¡Cómo es eso, cómo es eso! —repitió; luego tuvo la suerte <strong>de</strong> encontrar una frase—. Pero siéntese,<br />

señora duquesa —él mismo a<strong>de</strong>lantó un sillón, y con bastante gracia. <strong>La</strong> señora duquesa no fue insensible<br />

a esta cortesía, y mo<strong>de</strong>ró la petulancia <strong>de</strong> su mirada.<br />

—¡Cómo es eso, cómo es eso! —repitió una vez más el príncipe agitándose en su sillón, sobre el cual<br />

se hubiera dicho que no hallaba postura cómoda.<br />

—Voy a aprovechar el fresco <strong>de</strong> la noche para correr la posta —prosiguió la duquesa—, y como mi

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!