La cartuja de Parma - Stendhal
HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.
HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.
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Monsieur Beyle, más conocido por el seudónimo <strong>de</strong> <strong>Stendhal</strong>, es, a mi juicio, uno <strong>de</strong> los maestros<br />
más distinguidos <strong>de</strong> la Literatura <strong>de</strong> I<strong>de</strong>as, a la que pertenecen Alfred <strong>de</strong> Musset, Mérimée, Leon<br />
Gozlan, Béranger, Delavigne, G. Planche, Madame <strong>de</strong> Girardin, Alphonse Karr y Charles Nodier [1] .<br />
Henri Monnier está ligado a ella por lo verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> sus proverbios, a menudo <strong>de</strong>sprovistos <strong>de</strong> una i<strong>de</strong>a<br />
madre, pero no por ello menos plenos <strong>de</strong> esa naturalidad y <strong>de</strong> esa estricta observación que es una <strong>de</strong> las<br />
características <strong>de</strong> la escuela.<br />
Esta escuela, a la que <strong>de</strong>bemos ya bellas obras, se recomienda por la abundancia <strong>de</strong> los hechos, por<br />
su sobriedad <strong>de</strong> imágenes, por la concisión, por la claridad, por la pequeña frase <strong>de</strong> Voltaire, por una<br />
manera <strong>de</strong> contar que ha tenido el siglo XVIII, sobre todo por el sentido <strong>de</strong> lo cómico. Beyle y Mérimée,<br />
a pesar <strong>de</strong> su profunda seriedad, tienen un no sé qué <strong>de</strong> irónico y <strong>de</strong> burlón en la manera <strong>de</strong> presentar los<br />
hechos. En ellos lo cómico está contenido. Es el fuego en la piedra.<br />
Victor Hugo es <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego el talento más eminente <strong>de</strong> la literatura <strong>de</strong> imágenes. <strong>La</strong>martine pertenece<br />
a esta escuela que Chateaubriand tuvo en la pila bautismal y cuya filosofia fue creada por Ballanche. De<br />
ella es Obermann. A. Barbier, Théophile Gautier, Sainte-Beuve son <strong>de</strong> ella, así como muchos imitadores<br />
impotentes. En algunos <strong>de</strong> los autores que acabo <strong>de</strong> citar, el sentimiento se impone a veces a la imagen,<br />
como ocurre en Senancourt y en Sainte-Beuve. Alfred <strong>de</strong> Vigny, por su poesía más que por su prosa,<br />
correspon<strong>de</strong> a esta escuela. Todos estos poetas tienen escasamente el sentido <strong>de</strong> lo cómico e ignoran el<br />
diálogo, con excepción <strong>de</strong> Gautier, que tiene <strong>de</strong> él un vivo sentido. El diálogo <strong>de</strong> Hugo es <strong>de</strong>masiado su<br />
propia palabra, no se transforma bastante, se mete en su personaje en lugar <strong>de</strong> convertirse en el<br />
personaje. Pero esta escuela, como la otra, ha producido obras bellas. Es notable por la amplitud poética<br />
<strong>de</strong> su frase, por la riqueza <strong>de</strong> sus imágenes, por su poético lenguaje, por su íntima unión con la<br />
Naturaleza; la otra escuela es Humana, y ésta es Divina, en el sentido <strong>de</strong> que tien<strong>de</strong> a elevarse por el<br />
sentimiento hacia el alma misma <strong>de</strong> la Creación. Prefiere la Naturaleza al Hombre. <strong>La</strong> lengua francesa le<br />
<strong>de</strong>be el haber recibido una fuerte dosis <strong>de</strong> poesía que le era necesaria, pues ha <strong>de</strong>sarrollado el<br />
sentimiento poético al que durante mucho tiempo resistió el positivismo —perdonadme esta palabra <strong>de</strong><br />
nuestra lengua—, y la sequedad que le imprimieron los escritores <strong>de</strong>l siglo XVIII. J. J. Rousseau,<br />
Bernardin <strong>de</strong> Saint-Pierre fueron los promotores <strong>de</strong> esta revolución que yo consi<strong>de</strong>ro afortunada.<br />
El secreto <strong>de</strong> la lucha entre clásicos y románticos está por entero en esta división bastante natural <strong>de</strong><br />
las inteligencias. Durante dos siglos ha reinado exclusivamente la literatura <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as, los here<strong>de</strong>ros <strong>de</strong>l<br />
siglo XVIII tuvieron que tomar el único sistema literario que conocieron para toda la literatura. ¡No<br />
censuremos a esos <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong> lo clásico! <strong>La</strong> literatura <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as, llena <strong>de</strong> hechos, concisa, está en el<br />
genio <strong>de</strong> Francia. <strong>La</strong> Profession <strong>de</strong> foi du vicaire savoyard, Candi<strong>de</strong>, Dialogue <strong>de</strong> Sylla et d'Eucrate,<br />
<strong>La</strong> gran<strong>de</strong>ur et la déca<strong>de</strong>nce <strong>de</strong>s Romains, Les Provinciales, Manon Lescaut, Gil Blas, están más<br />
<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l espíritu francés que las obras <strong>de</strong> la Literatura <strong>de</strong> Imágenes. Pero <strong>de</strong>bemos a ésta la poesía<br />
que los dos siglos prece<strong>de</strong>ntes ni siquiera sospecharon, con excepción <strong>de</strong> <strong>La</strong> Fontaine, André <strong>de</strong> Chénier<br />
y Racine. <strong>La</strong> Literatura <strong>de</strong> Imágenes está en la cuna y cuenta ya con varios hombres cuyo genio es<br />
indiscutible. Pero al ver la importancia <strong>de</strong> la otra escuela, creo más en la gran<strong>de</strong>za que en la <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia<br />
en el imperio <strong>de</strong> nuestra hermosa lengua. Terminada la lucha, pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que los románticos no han<br />
inventado nuevos medios, y que en el teatro, por ejemplo, los que se quejaban <strong>de</strong> una falta <strong>de</strong> acción se<br />
han servido ampliamente <strong>de</strong> la tirada y <strong>de</strong>l monólogo, y que todavía no hemos oído ni el diálogo vivo y<br />
rápido <strong>de</strong> Beaumarchais ni hemos vuelto a ver lo cómico <strong>de</strong> Molière que proce<strong>de</strong>rá siempre <strong>de</strong> la razón y