La cartuja de Parma - Stendhal
HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.
HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
XXIII<br />
En medio <strong>de</strong> esta enemiga general, sólo el arzobispo <strong>La</strong>ndriani se mostraba fiel a la causa <strong>de</strong> su joven<br />
amigo; osaba repetir, hasta en la corte <strong>de</strong> la princesa, la máxima <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho según la cual, en todo<br />
proceso, hay que reservar un oído limpio <strong>de</strong> todo prejuicio para escuchar las justificaciones <strong>de</strong> un<br />
ausente.<br />
Ya al día siguiente <strong>de</strong> la evasión <strong>de</strong> Fabricio, varias personas recibieron un soneto bastante mediocre<br />
que celebraba aquella evasión como una <strong>de</strong> las bellas proezas <strong>de</strong>l siglo, y comparaba a Fabricio con un<br />
ángel llegando a la tierra con las alas extendidas. A los dos días, todo <strong>Parma</strong> repetía un soneto sublime.<br />
Era el monólogo <strong>de</strong> Fabricio juzgando los diversos inci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> su vida mientras se <strong>de</strong>slizaba por la<br />
cuerda. Este soneto le dio rango en la opinión por dos versos magníficos; todos los entendidos<br />
reconocieron el estilo <strong>de</strong> Ferrante Palla.<br />
Pero al llegar aquí necesitaría poseer yo el estilo épico: ¿dón<strong>de</strong> encontrar colores para pintar los<br />
torrentes <strong>de</strong> indignación que anegaron <strong>de</strong> pronto a todos los corazones sensatos cuando se supo la<br />
espantosa insolencia <strong>de</strong> la iluminación <strong>de</strong>l castillo <strong>de</strong> Sacca? Se produjo un clamor unánime contra la<br />
duquesa; hasta los verda<strong>de</strong>ros liberales juzgaron que aquello era comprometer muy gravemente a los<br />
infelices sospechosos <strong>de</strong>tenidos en diversas prisiones, y exasperar inútilmente al soberano. El con<strong>de</strong><br />
Mosca <strong>de</strong>claró que a los antiguos amigos <strong>de</strong> la duquesa sólo les quedaba un recurso: olvidarla. El<br />
concierto fue, pues, unánime en la execración: un extranjero que estuviera <strong>de</strong> paso en la ciudad se habría<br />
quedado sorprendido <strong>de</strong> la energía <strong>de</strong> la opinión pública. Pero en aquel país don<strong>de</strong> se sabe apreciar el<br />
placer <strong>de</strong> la venganza, la iluminación <strong>de</strong> Sacca y la fiesta magnífica ofrecida en el parque a más <strong>de</strong> seis<br />
mil campesinos tuvieron un inmenso éxito. Todo el mundo repetía en <strong>Parma</strong> que la duquesa había hecho<br />
repartir mil cequíes a sus colonos, explicándose así la acogida un tanto dura dispensada a unos treinta<br />
gendarmes que la policía tuvo la ingenuidad <strong>de</strong> enviar al pueblecillo treinta y seis horas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la<br />
sublime fiesta y <strong>de</strong> la embriaguez general que siguió a la misma. Los gendarmes, recibidos a pedradas,<br />
emprendieron veloz retirada, y a dos <strong>de</strong> ellos, que se cayeron <strong>de</strong> los caballos, los arrojaron al Po.<br />
En cuanto a la ruptura <strong>de</strong>l gran <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong> agua <strong>de</strong>l palacio Sanseverina, pasó casi inadvertida, sólo<br />
algunas calles quedaron inundadas durante la noche, y al día siguiente parecía simplemente como si<br />
hubiera llovido. Ludovico tuvo la precaución <strong>de</strong> romper los cristales <strong>de</strong> una ventana <strong>de</strong>l palacio, <strong>de</strong><br />
suerte que quedara explicada la entrada <strong>de</strong> los ladrones.<br />
Hasta se encontró una pequeña escalera <strong>de</strong> mano. El con<strong>de</strong> Mosca reconoció en todo esto el genio <strong>de</strong><br />
su amiga.<br />
Fabricio estaba completamente <strong>de</strong>cidido a volver a <strong>Parma</strong> tan pronto como le fuera posible. Mandó a<br />
Ludovico con una larga carta para el arzobispo, y el fiel servidor volvió a echar al correo en el primer<br />
pueblo <strong>de</strong>l Piamonte, Sannazaro, al oeste <strong>de</strong> Pavía, una epístola en latín que el digno prelado dirigía a su<br />
joven protegido. Añadiremos un <strong>de</strong>talle que, sin duda como otros varios, parecerá superfluo y largo en<br />
los países don<strong>de</strong> ya no hacen falta semejantes precauciones. El nombre <strong>de</strong> Fabricio <strong>de</strong>l Dongo no<br />
aparecía nunca en las cartas; todas las que le enviaban iban dirigidas a Ludovico San Micheli, en<br />
Locarno, Suiza, o en Belgirate, Piamonte. El sobre era <strong>de</strong> papel ordinario, la oblea mal aplicada, la<br />
dirección poco legible y ornada a veces <strong>de</strong> recomendaciones dignas <strong>de</strong> una cocinera; todas las cartas<br />
estaban fechadas en Nápoles seis días antes <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra fecha.