La cartuja de Parma - Stendhal
HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.
HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
voz. <strong>La</strong> marquesa le hizo repetir dos veces la pregunta:<br />
—¿Qué dice <strong>de</strong>l predicador <strong>de</strong> moda? —que no había oído la primera vez.<br />
—Yo le tenía por intrigantuelo, muy digno sobrino <strong>de</strong> la ilustre con<strong>de</strong>sa Mosca; mas la última vez que<br />
ha predicado, precisamente en la iglesita <strong>de</strong> la Visitación, frente a su casa, estuvo tan sublime, que,<br />
extinguido todo odio, le tengo por el hombre más elocuente que he oído en mi vida.<br />
—¿Luego ha asistido a sus sermones? —dijo Clelia trémula <strong>de</strong> alegría.<br />
—¡Pero cómo no! —repuso la marquesa sonriendo—, ¿es que no me escuchaba? No me los per<strong>de</strong>ría<br />
por nada <strong>de</strong>l mundo. ¡Dicen que está enfermo <strong>de</strong>l pecho y que muy pronto no podrá predicar!<br />
Apenas se marchó la marquesa, Clelia llamó a Gonzo a la galería.<br />
—Estoy <strong>de</strong>cidida a oír a ese predicador tan alabado. ¿Cuándo predicará?<br />
—El lunes próximo, o sea <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> tres días; y se diría que ha adivinado su proyecto, porque viene a<br />
predicar a la iglesia <strong>de</strong> la Visitación.<br />
No todo estaba explicado, pero Clelia no tenía ya voz para seguir hablando; dio cinco o seis vueltas<br />
por la galería sin añadir palabra. Gonzo se <strong>de</strong>cía: «Está agitada por la pasión <strong>de</strong> la venganza. ¡Se<br />
necesita ser insolente para evadirse <strong>de</strong> una prisión, sobre todo cuando se tiene el honor <strong>de</strong> ser custodiado<br />
por un héroe como el general Fabio Conti!».<br />
—A<strong>de</strong>más, hay que darse prisa —añadió con fina ironía—: está enfermo <strong>de</strong>l pecho. He oído <strong>de</strong>cir al<br />
doctor Rambo que no tiene un año <strong>de</strong> vida; Dios le castiga por haber infringido su con<strong>de</strong>na evadiéndose<br />
<strong>de</strong> la ciuda<strong>de</strong>la a traición.<br />
<strong>La</strong> marquesa se sentó en el diván <strong>de</strong> la galería e hizo seña a Gonzo <strong>de</strong> que la imitara. Al poco tiempo,<br />
le entregó una bolsita con unos cequíes.<br />
—Hágame reservar cuatro asientos.<br />
—¿Le será permitido al pobre Gonzo <strong>de</strong>slizarse <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> Su Excelencia?<br />
—Des<strong>de</strong> luego: haga reservar cinco asientos… No tengo el menor interés —añadió— en estar cerca<br />
<strong>de</strong>l púlpito; pero me gustaría ver a la signorina Marini, que dicen que es tan bonita.<br />
<strong>La</strong> marquesa no vivió durante los tres días que la separaban <strong>de</strong>l famoso lunes <strong>de</strong>l sermón. Gonzo,<br />
para quien era un singular honor que le vieran en público acompañando a tan alta dama, se había puesto<br />
su traje a la francesa con espada; no se limitó a esto: aprovechando la proximidad <strong>de</strong>l palacio, mandó<br />
transportar a la iglesia un magnífico sillón dorado para la marquesa, cosa que a los burgueses les pareció<br />
una insolencia extraordinaria. Imagínese la impresión <strong>de</strong> la pobre marquesa al divisar aquel sillón y<br />
verlo colocado precisamente frente al púlpito.<br />
Estaba tan confusa, con los ojos bajos y encogida en un ángulo <strong>de</strong> aquel enorme sillón, que no tuvo ni<br />
siquiera el valor <strong>de</strong> mirar a la Marini, aunque Gonzo se la señalaba con la mano con un <strong>de</strong>scaro que<br />
pasmaba a la marquesa. <strong>La</strong>s personas no aristocráticas no eran nada a los ojos <strong>de</strong>l cortesano.<br />
Fabricio apareció en el púlpito; estaba tan escuálido, tan pálido, tan consumido, que los ojos <strong>de</strong><br />
Clelia se llenaron súbitamente <strong>de</strong> lágrimas. Fabricio dijo unas palabras, y luego se <strong>de</strong>tuvo como si la voz<br />
le faltara <strong>de</strong> pronto; procuró en vano <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> nuevo algunas frases; volvióse y tomó un papel escrito.<br />
«Hermanos míos —comenzó—, un alma <strong>de</strong>sdichada y muy digna <strong>de</strong> toda vuestra piedad os invita, por<br />
mi voz, a rogar por el fin <strong>de</strong> sus tormentos, que sólo con su vida cesarán.»<br />
Fabricio leyó muy <strong>de</strong>spacio la continuación <strong>de</strong>l papelito, mas era tal la expresión <strong>de</strong> su voz, que antes<br />
<strong>de</strong> finalizar la plegaria todo el mundo lloraba, incluso Gonzo. «Al menos así no llamaré la atención», se<br />
<strong>de</strong>cía la marquesa <strong>de</strong>shecha en llanto.