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La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

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El sargento se aproximó con un empaque autoritario.<br />

—¿Cuál <strong>de</strong> estas damas se llama Clelia Conti?<br />

—Yo —dijo la joven.<br />

—Y yo —exclamó el caballero <strong>de</strong> edad— soy el general Fabio Conti, chambelán <strong>de</strong> S.A.S. monseñor<br />

el príncipe <strong>de</strong> <strong>Parma</strong>; paréceme harto inconveniente que a un hombre <strong>de</strong> mi calidad se le persiga como a<br />

un bandolero.<br />

—Cuando se disponía a embarcar anteayer en el puerto <strong>de</strong> Como, ¿no mandó a paseo al inspector <strong>de</strong><br />

policía que le pedía el pasaporte? Pues bien, hoy el inspector <strong>de</strong> policía le impi<strong>de</strong> pasearse.<br />

—Yo había zarpado ya con mi barca y tenía prisa porque el tiempo amenazaba tormenta; un hombre<br />

sin uniforme me gritó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el muelle que volviera al puerto, le dije mi nombre y seguí mi viaje.<br />

—Y esta mañana huyó usted <strong>de</strong> Como.<br />

—Un hombre como yo no saca pasaporte para ir <strong>de</strong> Milán a ver el lago. Esta mañana, en Como, me<br />

dijeron que sería <strong>de</strong>tenido en la puerta: salí a pie con mi hija; esperaba encontrar en el camino algún<br />

carruaje que me llevara a Milán, don<strong>de</strong> mi primera visita será por cierto para quejarme al general que<br />

manda la provincia.<br />

El sargento pareció aliviado <strong>de</strong> un gran peso.<br />

—¡Pues bien!, general, queda usted <strong>de</strong>tenido y soy yo el que voy a conducirle a Milán. ¿Y usted quién<br />

es? —dijo a Fabricio.<br />

—Mi hijo —contestó la con<strong>de</strong>sa—, Ascanio, hijo <strong>de</strong>l general <strong>de</strong> división Pietranera.<br />

—¿Sin pasaporte, señora con<strong>de</strong>sa? —observó el sargento mucho más suave.<br />

—A su edad, nunca lo ha llevado todavía; no viaja nunca solo, va siempre conmigo.<br />

Durante este diálogo, el general Conti representaba con los gendarmes la dignidad cada vez más<br />

ofendida.<br />

—¡Menos conversación! —le interrumpió uno <strong>de</strong> ellos—, queda <strong>de</strong>tenido, y se acabó.<br />

—Se dará por muy contento —dijo el sargento— con que le permitamos alquilar un caballo <strong>de</strong> algún<br />

campesino; <strong>de</strong> otro modo, a pesar <strong>de</strong>l polvo y <strong>de</strong>l calor, y <strong>de</strong> su grado <strong>de</strong> chambelán <strong>de</strong> <strong>Parma</strong>, irá muy<br />

bien a pie en medio <strong>de</strong> nuestros caballos.<br />

El general comenzó a jurar.<br />

—¡Basta <strong>de</strong> palabras! —cortó el gendarme—. ¿Dón<strong>de</strong> está tu uniforme <strong>de</strong> general? ¿Acaso no pue<strong>de</strong><br />

cualquiera <strong>de</strong>cir que es general?<br />

El general estaba cada vez más furioso. Mientras tanto, en la calesa iban mucho mejor los asuntos.<br />

<strong>La</strong> con<strong>de</strong>sa manejaba a los gendarmes como si fueran sus criados. Acababa <strong>de</strong> dar un escudo a uno <strong>de</strong><br />

ellos para ir a comprar vino y, sobre todo, agua fresca a una casita que se veía a doscientos pasos <strong>de</strong> allí.<br />

Ya había tenido tiempo <strong>de</strong> calmar a Fabricio, que se quería escapar a todo trance por los bosques que<br />

cubrían la colina. «Tengo buenas pistolas», <strong>de</strong>cía. <strong>La</strong> con<strong>de</strong>sa consiguió <strong>de</strong>l irritado general que <strong>de</strong>jase a<br />

su hija montar en la calesa. El general, que gustaba hablar <strong>de</strong> él y <strong>de</strong> su familia, aprovechó la ocasión<br />

para hacer saber a aquellas damas que su hija tenía sólo doce años, pues había nacido el 27 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong><br />

1803; pero tenía tanto juicio que todo el mundo la creía <strong>de</strong> catorce o quince.<br />

Un hombre completamente vulgar, <strong>de</strong>cían a la marquesa los ojos <strong>de</strong> la con<strong>de</strong>sa. Gracias a ésta todo se<br />

arregló al cabo <strong>de</strong> una hora <strong>de</strong> discusión.<br />

Un gendarme que <strong>de</strong> pronto se dio cuenta <strong>de</strong> que tenía que hacer en el pueblo vecino, alquiló su

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