18.04.2018 Views

La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

soberano, sin duda hombre <strong>de</strong> buen juicio e inteligente, pero que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que ha subido al trono absoluto,<br />

parece haber perdido la cabeza y muestra, por ejemplo, miedos dignos <strong>de</strong> una mujercilla.<br />

»Ernesto IV sólo es valiente en la guerra. En el campo <strong>de</strong> batalla, se le ha visto veinte veces conducir<br />

una columna al ataque como un bravo general, pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> su padre Ernesto III, ya en sus<br />

Estados, en los que tiene, por <strong>de</strong>sgracia, un po<strong>de</strong>r sin límites, se puso a <strong>de</strong>clamar como un loco contra los<br />

liberales y la libertad. Luego se ha figurado que le odiaban, y por fin, en un momento <strong>de</strong> mal humor, hizo<br />

ahorcar a dos liberales, acaso poco culpables, aconsejado en esto por un miserable llamado Rassi, una<br />

especie <strong>de</strong> ministro <strong>de</strong> justicia.<br />

»Des<strong>de</strong> este momento fatal, la vida <strong>de</strong>l príncipe cambió; se le ha visto atormentado por los temores<br />

más extraños. No tiene todavía los cincuenta, y el miedo le ha empequeñecido <strong>de</strong> tal modo, que en cuanto<br />

se habla <strong>de</strong> los jacobinos y <strong>de</strong> los proyectos <strong>de</strong>l comité dirigente <strong>de</strong> París, se le pone la cara <strong>de</strong> un viejo<br />

<strong>de</strong> ochenta años; vuelve a los terrores imaginativos <strong>de</strong> la primera infancia. Su favorito, Rassi, fiscal<br />

general (juez supremo), no tiene otra influencia que la <strong>de</strong>l miedo <strong>de</strong> su amo, y en cuanto teme por aquélla<br />

se apresura a <strong>de</strong>scubrir alguna nueva conspiración <strong>de</strong> las más negras y <strong>de</strong> las más quiméricas. Treinta<br />

impru<strong>de</strong>ntes se reúnen para leer un número <strong>de</strong> Le constitutionnel: Rassi los <strong>de</strong>clara conspiradores y los<br />

manda presos a la famosa ciuda<strong>de</strong>la <strong>de</strong> <strong>Parma</strong>, terror <strong>de</strong> toda Lombardía. Como es muy alta —ciento<br />

ochenta pies, según dicen—, se la ve <strong>de</strong> muy lejos en medio <strong>de</strong> la llanura inmensa, y la forma física <strong>de</strong><br />

esta prisión, <strong>de</strong> la que se cuentan cosas horribles, la erige en reina, por el miedo, <strong>de</strong> toda la llanura que<br />

se extien<strong>de</strong> <strong>de</strong> Milán a Bolonia.»<br />

—¿Querrá creerlo? —<strong>de</strong>cía a la con<strong>de</strong>sa otro viajero—. Por las noches, en el tercer piso <strong>de</strong> su<br />

palacio guardado por ochenta centinelas que cada cuarto <strong>de</strong> hora aúllan una frase entera, Ernesto IV está<br />

temblando en su cuarto. Con todas las puertas cerradas con diez cerrojos, y con las habitaciones vecinas,<br />

tanto arriba como abajo, llenas <strong>de</strong> soldados, todavía tiene miedo <strong>de</strong> los jacobinos. Si cruje una tabla <strong>de</strong>l<br />

entarimado, el príncipe se precipita a empuñar sus pistolas y cree que algún liberal está escondido<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la cama. Inmediatamente se ponen en funcionamiento todas las campanillas <strong>de</strong>l palacio, y un<br />

ayudante <strong>de</strong> campo va a <strong>de</strong>spertar al con<strong>de</strong> Mosca. Llegado al palacio, el ministro <strong>de</strong> policía se guarda<br />

muy bien <strong>de</strong> negar la conspiración; al contrario: sólo con el príncipe y armado hasta los dientes, registra<br />

todos los rincones <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento, mira <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las camas y, en una palabra, se entrega a una serie<br />

<strong>de</strong> actos ridículos propios <strong>de</strong> una vieja. Todas estas cosas hubieran parecido muy viles al mismo<br />

príncipe en los tiempos más afortunados en que hacía la guerra y no había matado a nadie sino a tiros.<br />

Como es hombre muy inteligente, se avergüenza <strong>de</strong> estas precauciones; le parecen ridículas hasta en el<br />

momento en que se entrega a ellas, y el origen <strong>de</strong> la inmensa influencia <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> Mosca es que éste pone<br />

en juego toda su habilidad para que el príncipe no tenga nunca que sonrojarse en su presencia. Es él,<br />

Mosca, quien en su calidad <strong>de</strong> ministro <strong>de</strong> Policía, insiste en mirar <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> los muebles, y, según dicen<br />

en <strong>Parma</strong>, hasta en los estuches <strong>de</strong> los contrabajos. Y es el príncipe el que se opone a esto, burlándose <strong>de</strong><br />

su ministro por su excesivo celo. «Esto es como un reto —le contesta el con<strong>de</strong> Mosca—; pensad en las<br />

coplas satíricas con que nos abrumarían los jacobinos si <strong>de</strong>jásemos que os mataran. No es sólo vuestra<br />

vida lo que <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>mos: es nuestro honor.» Pero parece que el príncipe no se <strong>de</strong>ja engañar más que a<br />

medias, pues si a alguno se le ocurre <strong>de</strong>cir en la ciudad que en el palacio han pasado la noche en vela, el<br />

gran fiscal Rassi envía a la ciuda<strong>de</strong>la al bromista <strong>de</strong> mala sombra; y una vez en esta mansión tan alta y tan<br />

bien ventilada, como dicen en <strong>Parma</strong>, hace falta un milagro para que vuelvan a acordarse <strong>de</strong>l preso.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!