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La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

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hospe<strong>de</strong>ría y les or<strong>de</strong>na que vengan a concentrarse a sus ór<strong>de</strong>nes.<br />

El viejo coronel tenía un gesto abrumado <strong>de</strong> pesar; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las primeras palabras, había conquistado a<br />

nuestro héroe, el cual le contestó con muy buen sentido:<br />

—Soy muy joven, señor, para que me hagan caso; necesitaría una or<strong>de</strong>n suya escrita.<br />

—Tiene razón —convino el coronel mirándole fijamente—; escribe la or<strong>de</strong>n, <strong>La</strong> Rose, tú que tienes<br />

una mano <strong>de</strong>recha.<br />

Sin <strong>de</strong>cir palabra, <strong>La</strong> Rose sacó <strong>de</strong>l bolsillo una libreta <strong>de</strong> pergamino, escribió una líneas y,<br />

arrancando la hoja se la entregó a Fabricio. El coronel le repitió la or<strong>de</strong>n, añadiendo que, a las dos horas<br />

<strong>de</strong> guardia, sería relevado, como era justo, por uno <strong>de</strong> los tres jinetes heridos que le acompañaban. Dicho<br />

esto, entró en la venta con sus hombres. Fabricio les miraba alejarse, inmóvil en el extremo <strong>de</strong>l puente <strong>de</strong><br />

ma<strong>de</strong>ra: tanto le había impresionado el dolor sombrío y silencioso <strong>de</strong> aquellos tres personajes.<br />

«Parecen unos genios encantados», se dijo. Por fin abrió el papel doblado y leyó la or<strong>de</strong>n así<br />

concebida:<br />

El coronel Le Baron, <strong>de</strong>l 6.° <strong>de</strong> dragones, al mando <strong>de</strong> la 2.a brigada <strong>de</strong> la 1.a división <strong>de</strong><br />

caballería <strong>de</strong>l 14.° cuerpo, or<strong>de</strong>na a todos los jinetes, dragones, cazadores y húsares no pasar el<br />

puente y acudir a mis ór<strong>de</strong>nes a la posada <strong>de</strong> El Caballo Blanco, junto al puente, don<strong>de</strong> se halla su<br />

cuartel general.<br />

En el cuartel general, junto al puente <strong>de</strong> la «Santa», 19 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1815.<br />

Por el coronel Le Baron, herido en el brazo <strong>de</strong>recho, y por or<strong>de</strong>n suya, el sargento<br />

LA ROSE<br />

Fabricio llevaba apenas media hora <strong>de</strong> centinela en el puente, cuando vio llegar seis cazadores<br />

montados y tres a pie. Les comunicó la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l coronel.<br />

—Ya volveremos —dijeron cuatro <strong>de</strong> los cazadores.<br />

Y pasaron el puente a trote largo, mientras Fabricio hablaba a los otros dos. Durante la discusión, que<br />

se iba animando, los tres hombres a pie pasaron el puente. Uno <strong>de</strong> los dos cazadores montados que<br />

quedaban acabó por pedir que le mostrara la or<strong>de</strong>n y se la llevó diciendo:<br />

—Voy a enseñársela a los compañeros para que vuelvan; espéralos a pie firme.<br />

Y partió al galope, seguido <strong>de</strong> su camarada. Todo esto pasó en un abrir <strong>de</strong> ojos.<br />

Fabricio, furioso, llamó a uno <strong>de</strong> los soldados heridos que se asomó a una ventana <strong>de</strong> El Caballo<br />

Blanco. Este soldado, al que Fabricio vio galones <strong>de</strong> sargento, bajó y le gritó acercándose:<br />

—¡Sable en mano!, está <strong>de</strong> guardia.<br />

Fabricio obe<strong>de</strong>ció, y luego dijo:<br />

—Se han llevado la or<strong>de</strong>n.<br />

—Están <strong>de</strong> mal humor por lo <strong>de</strong> ayer —repuso el otro con aire tétrico—. Voy a darle una <strong>de</strong> mis<br />

pistolas; si vuelven a forzar la consigna, dispare al aire; acudiré yo, o el propio coronel.<br />

Fabricio había notado muy bien un gesto <strong>de</strong> sorpresa en el sargento cuando le dijo que le habían<br />

llevado la or<strong>de</strong>n; comprendió que era un insulto personal para él y se prometió no <strong>de</strong>jarse burlar <strong>de</strong><br />

nuevo.<br />

Armado <strong>de</strong> una pistola <strong>de</strong> arzón <strong>de</strong>l sargento, Fabricio estaba otra vez con orgullo en su puesto,

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