La cartuja de Parma - Stendhal
HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.
HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.
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—Vamos a retornar a la monarquía acostumbrada <strong>de</strong>l siglo XVIII: el confesor y la favorita. En el<br />
fondo, el príncipe sólo ama la mineralogía y acaso a usted, señora. Des<strong>de</strong> que reina, su ayuda <strong>de</strong> cámara,<br />
al que acabo <strong>de</strong> hacer hermano capitán, y que tiene nueve meses <strong>de</strong> servicio; ese ayuda <strong>de</strong> cámara, <strong>de</strong>cía,<br />
se ha propuesto meterle en la cabeza que él, el príncipe, <strong>de</strong>be ser más feliz que otro cualquiera, puesto<br />
que su perfil está en los escudos. Detrás <strong>de</strong> esta bella i<strong>de</strong>a, ha llegado el tedio.<br />
»Ahora necesita un ayudante <strong>de</strong> campo, remedio contra el tedio. Pues bien, cuando me ofrezca ese<br />
milloncito que necesitamos para vivir bien en Nápoles o en París, no quisiera yo ser su remedio contra el<br />
tedio y pasar cuatro o cinco horas diarias con Su Alteza. Por otra parte, como soy más inteligente que él,<br />
al cabo <strong>de</strong> un mes me tendría por un monstruo.<br />
»El príncipe difunto era malo y envidioso, pero había hecho la guerra y había mandado cuerpos <strong>de</strong><br />
ejército, lo que le dio empaque; se veía en él ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> príncipe, y yo podía ser ministro, bueno o malo.<br />
Con este mozo honesto, hijo cándido y verda<strong>de</strong>ramente bueno, me veo forzado a ser un intrigante. Heme,<br />
pues, convertido en rival <strong>de</strong> la última mujercilla <strong>de</strong> palacio, y rival muy inferior, pues <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñaré cien<br />
<strong>de</strong>talles necesarios. Por ejemplo, hace tres días, a una <strong>de</strong> esas mujeres que distribuyen cada mañana las<br />
toallas blancas en las habitaciones se le ocurrió hacer per<strong>de</strong>r al príncipe la llave <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> sus burós<br />
ingleses. En vista <strong>de</strong> esto, el príncipe se negó a ocuparse <strong>de</strong> todos los asuntos cuyos papeles se hallaban<br />
en aquel buró; por veinte francos se habrían podido sacar las tablas que forman el fondo <strong>de</strong>l mueble, o<br />
utilizar llaves falsas, pero Ranucio Ernesto V me dijo que eso sería enseñar malas mañas al cerrajero <strong>de</strong><br />
la corte.<br />
»Hasta ahora le ha sido totalmente imposible mantenerse tres días seguidos en el mismo propósito. Si<br />
hubiera nacido marqués <strong>de</strong> tal, y rico, este joven príncipe habría sido uno <strong>de</strong> los hombres más estimables<br />
<strong>de</strong> su corte, una especie <strong>de</strong> Luis XVI; pero, con su sencillez piadosa, ¿cómo va a resistir a todas las<br />
sabias conjuras que le ro<strong>de</strong>an? Resulta, pues, que el salón <strong>de</strong> su enemiga la Raversi es más po<strong>de</strong>roso que<br />
nunca; allí han <strong>de</strong>scubierto que yo, que mandé disparar contra el pueblo y que estaba dispuesto a matar<br />
tres mil hombres, si era necesario, antes que permitir ultrajar la estatua <strong>de</strong>l príncipe que había sido mi<br />
soberano, soy un liberal furibundo, quería hacer firmar una constitución y mil absurdos por el estilo. Con<br />
esos propósitos republicanos, los insensatos nos impedirían gozar <strong>de</strong> la mejor <strong>de</strong> las monarquías… En<br />
fin, señora, que es usted la única persona <strong>de</strong>l partido liberal actual, <strong>de</strong>l que mis enemigos me suponen<br />
jefe, sobre la que el príncipe no ha hablado en términos <strong>de</strong>sfavorables; el arzobispo, siempre el mismo<br />
hombre honrado, ha caído plenamente en <strong>de</strong>sgracia por haber hablado en términos razonables <strong>de</strong> lo que<br />
hice el infausto día.<br />
»Al día siguiente <strong>de</strong> ese que se llama aún infausto, cuando todavía era cierto que tal rebelión había<br />
existido, el príncipe dijo al arzobispo que, para que usted no hubiese <strong>de</strong> tomar un título inferior al<br />
casarse conmigo, me haría duque. Hoy creo que es a Rassi, ennoblecido por mí cuando me vendía los<br />
secretos <strong>de</strong>l finado príncipe, al que van a hacer con<strong>de</strong>. Ante semejante ascenso, yo haré el papel <strong>de</strong> un<br />
pobre hombre.<br />
—Y el pobre príncipe se meterá en el lodo.<br />
—Sin duda, pero en el fondo él es el amo, calidad que borra el ridículo en menos <strong>de</strong> quince días.<br />
Así, pues, querida duquesa, hagamos como en el juego <strong>de</strong>l tric-trac: vámonos.<br />
—Pero no seremos ricos.<br />
—En el fondo, ni usted ni yo necesitamos el lujo. Si me ofrece en Nápoles un asiento en un palco <strong>de</strong>l